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Reportaje:FÚTBOL | Tercera jornada de Liga

Los mandamientos de Bianchi

El técnico del Atlético apuesta por tener el balón y una "identidad propia"

"El Atlético se merece tener una identidad propia, cualquiera que sea el adversario". Carlos Bianchi, entrenador del Atlético, verbo fácil y explicaciones concretas, desveló ayer los mandamientos que deben guiar a su equipo esta temporada, las reglas que quiere estrenar mañana contra el Barça, el equipo que pudo entrenar en 2002. Primero: "Jugar de igual a igual a cualquiera, siempre como pretendemos nosotros". Segundo: "Ser conscientes de que los partidos son noventa y tantos minutos en los que tiene que haber una total concentración". Tercero: tener el balón. "Estoy tranquilo cuando el balón lo tengo yo". Y cuarto: no desesperar si "a veces el adversario es superior y uno no puede".

Vestido siempre impecablemente, con camisa y pantalones de pinzas, Bianchi suele abandonar el campo de entrenamiento del Cerro del Espino, en Majadahonda, recién duchado. El Virrey, como se le conoce en Argentina, se ducha porque entrena al Atlético vestido de corto, en el césped, sudando. A Bianchi le gusta trabajar temprano, según cuentan en el club. El entrenador llega por la mañana, las piernas arqueadas, la cabeza cubierta con una gorra, siempre agarrando una carpeta roja de misterioso contenido, y en seguida se tira al suelo. Una, dos, tres, se suceden las series de abdominales, cortos, explosivos, mientras los jugadores estiran y juguetean con el balón. "Le gusta hacer abdominales, pero correr, lo que es correr, no corre", dicen los habituales de los entrenamientos. Bianchi habla poco sobre el césped. La voz cantante la lleva Julio Santiella, el profe, un preparador físico que entrenó a Bianchi cuando este aún era futbolista, y que le ha seguido durante toda su andadura profesional. "Rrrrrápido", brama Santiella, imitando a King África, mientras los jugadores hacen ejercicios de velocidad.

Bianchi observa todo en silencio, va apuntando cosas en su carpeta roja y se reserva para los momentos claves. "Es un maestro marcando el territorio con los jugadores", dice un periodista argentino. Tras el España-Serbia de la semana pasada, Kezman, delantero del Atlético, llegó tarde al entrenamiento. Allí le esperaba Bianchi. Hicieron un aparte. Hablaron. Y el delantero vio desde el banquillo la derrota en A Coruña, que dejó al Atlético con un punto en dos jornadas. "No soy tan pequeño de espíritu como para castigarle por llegar tarde" dijo ayer el técnico. "Sabe llegar a los jugadores, convencerles de que el camino que propone es el correcto", admiten en el vestuario rojiblanco.

La táctica de Bianchi es sencilla. Se dirige a los jugadores sin levantar la voz, educado, sin gesticular. Alterna duras sesiones de preparación física con partidillos en los que actúa de árbitro. Aunque parece un seguidor más: "De primera, dispará de primera", grita. "Buena, buena", alecciona. Nunca usa el silbato. Y cuando le reclaman una falta o un penalti, se ríe a carcajadas: "¡Se cayó solo! ¡Ni te tocó!", bromea. Hasta que observa algo que no le gusta: "Decime, ¿porqué le dejaste marchar?", le reprochaba a un jugador que no había marcado a su par como debía durante un partidillo. Porque Bianchi es educado, bromista y tiene un aire despistado. Pero, sobre todo, es un ganador: "Tenemos que seguir creyendo en lo nuestro. No podemos tener otro pensamiento que no sea buscar los tres puntos", sentenció ayer.

Bianchi da instrucciones en un entrenamiento del Atlético.
Bianchi da instrucciones en un entrenamiento del Atlético.AP

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