¿Ángeles o demonios?
De un tiempo a esta parte, existe la percepción en determinadas esferas sociales de que han cambiado muchas cosas en la enseñanza. Es relativamente corriente escuchar comentarios como: a los alumnos hoy en día no les interesa nada; pasan de todo; son unos salvajes, no respetan nada ni a nadie; sólo entienden el lenguaje de la violencia...
Estas ideas están fuertemente arraigadas en algunos sectores del profesorado, que se han apropiado de la salvaguarda de determinados valores frente a los que refleja la mayoría del alumnado. Sin embargo, conviene reflexionar sobre el hecho de que en la escuela, hoy, se produce un choque entre modelos culturales más fuerte que en otros tiempos. Simplificando bastante podríamos decir que mientras la mayoría del profesorado funciona bajo las directrices de un modelo basado en los valores tradicionales de la obediencia, el aprendizaje repetitivo, el esfuerzo personal... "el alumnado" parece dominado por un modelo posmodernista simple (relativismo cultural, todo vale, cultura del surf -dejarse llevar- y de la ley de la selva).
Todo esto está creando un gran vacío y una creciente alarma social. La tesis de que ahora hay más conflictos y más violencia que antes ¡es tan atractiva!... Sin embargo, lo paradójico es que esta violencia, la que generan los alumnos, es enormemente coherente con el sistema social en general, y con el sistema educativo en particular. Algunos alumnos no están en otra onda, están perfectamente integrados en el sistema cuando responden con violencia. Lo que ocurre es que la sociedad se mira en el espejo de los alumnos y jóvenes y no le gusta lo que ve ¿que ocurriría si se mirase a ella misma? La escuela es un gran escaparate social, se mira más lo que allí ocurre que lo que ocurre en otras instancias sociales. Pero esa mirada sobre el mundo juvenil está llena de hipocresía. La doble moral del mundo adulto no es más que otra manera de ejercer el poder.
Los alumnos, los jóvenes, no son diferentes a sus mayores, sólo son un reflejo del mundo adulto: ¿cómo se relacionan los adultos con sus vecinos? ¿Dónde tiran la basura? ¿Cómo se implican en la resolución de los problemas de su comunidad, de su barrio...? ¿Cómo y dónde aparcan? ¿Cómo se comportan los adultos en manifestaciones como ferias, Semana Santa, grandes acontecimientos deportivos?
Por otra parte, la convivencia escolar tiene lugar en un mundo no democrático y jerarquizado. Por ello no nos debe extrañar que en la escuela se dé a diario un desajuste cultural, que puede derivar hacia conflictos abiertos. Los contenidos que se trabajan ni resultan pertinentes, ni atractivos. El análisis de la realidad y la comprensión del mundo que se transmite resulta también poco relevante y útil para construir otro modelo interpretativo y de actuación al mundo que conocen...
Es preocupante la polarización que se puede llegar a producir, pero ésta no es una historia de buenos y de malos, de todos buenos o todos malos. En el seno de cualquier grupo hay una gran diversidad, y aunque pueda haber una especie de cultura de edades contrapuestas joven/adulto, esto no siempre es así. Hay muchos jóvenes que parecen adultos y muchos adultos que pasan por jóvenes. Hay estudiantes fabulosos y profesores maravillosos. Y también hay indeseables de todas las edades.
Cambiar este estado de cosas pasa por democratizar la dinámica y la vida del centro. En las aulas habría que intentar reducir el desajuste entre lo que tendría que ser educar y lo que realmente se hace, no olvidemos que las estructuras sociales son estructuras de poder y éste se ejerce, y por eso hay gente que se resiste. Es necesario poner en marcha procesos de negociación en la resolución de conflictos. La clave es adoptar como método y estrategia la negociación democrática, atendiendo a la diversidad de individuos, situaciones y casos. Recordemos aquella frase que dice que "aunque haya que llamar a los bomberos lo importante es evitar que haya más fuegos".
Pero la situación que vivimos hoy en los centros exige un grado de compromiso más amplio. Esta carga no puede ser exclusiva del profesorado. Esta responsabilidad es colectiva, cada cual debe asumir la que le toca. El profesorado se ha echado a sus espaldas muchas cosas, en ocasiones con la incomprensión de padres, madres, políticos, medios de comunicación, etc. Ha sufrido sus consecuencias pagando con depresiones, infelicidad y escasa valoración social.
José Martín Toscano es Profesor de enseñanza secundaria y miembro del Foro por otra Escuela.
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