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Reportaje:

Dieciséis años de obras sin pausa

Los tres últimos alcaldes han levantado compulsivamente el subsuelo de Madrid

Vicente G. Olaya

José María Álvarez del Manzano, alcalde de Madrid (1991-2003), reunió a su comisión de gobierno una mañana de julio de 2001. El regidor se presentó ante sus concejales algo cariacontecido: estaba muy preocupado por las fortísimas críticas que recibía por las continuas obras que soportaba Madrid. Tantas eran que hasta un ecologista disfrado de topo le perseguía en cada inauguración.

Álvarez de Manzano se dirigió entonces a sus más cercanos colaboradores y les preguntó: "¿Qué hacemos con Cuatro Caminos? ¿Renunciamos a empezar el túnel?". Sus ediles, algunos de ellos amigos personales, le respondieron: "Alcalde, déjelo. Abandonemos. No podemos seguir aguantando la presión", recuerda ahora uno de los presentes en la reunión.

"Las grúas forman ya parte del paisaje de la ciudad", dice la federación de vecinos

El 11 de julio de ese mismo año, Elena Utrilla, edil de Obras, anunció oficialmente la decisión, a pesar de que el desmontaje del puente y su sustitución por un subterráneo era una promesa electoral del PP, y la constructora ACS estaba ya preparada. Madrid, en ese momento, soportaba las obras de un túnel en María de Molina y otro en Santa María de la Cabeza. Las quejas por los atascos eran enormes.

En septiembre de 2003, el nuevo alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, retomó el proyecto: él construiría el subterráneo bajo la plaza de Cuatro Caminos, al tiempo que anunciaba la mayor obra de la historia municipal: reformaría la M-30, la arteria vertebral del tráfico en la ciudad.

Madrid soporta actualmente -si se suman los trabajos encargados por la Comunidad, el Ministerio de Fomento y el Ayuntamiento- 67 grandes obras, que llegaron a ser 100 a principios de verano. Ruiz-Gallardón asegura que en breve empezará a inaugurar las suyas: una cada 15 días. Si se cumplen sus previsiones, estará durante 32 meses (dos años y medio) cortando cintas.

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Los madrileños llevan soportando todo tipo de gigantescas obras más de 16 años. Fue Agustín Rodríguez Sahagún (1989-1991), del CDS, quien levantó la veda. En 1989, construyó el paso subterráneo de Cartagena -que luego reformó Álvarez del Manzano- y un túnel en Cristo Rey . En mayo de 1991 inauguró el subterráneo de Costa Rica, ahora reformado de nuevo por Ruiz-Gallardón. Las elecciones de 1991, con la victoria del PP, le impidieron continuar su obra municipal subterránea.

José María Álvarez del Manzano, a quien sus adversarios políticos llamaban tunelator, construyó diez subterráneos en sus 12 años de mandato. El 8 de mayo de 2003, tras l9 meses de obras, inauguró el de María de Molina. Fue el último de una larga serie: los túneles de Santa María de la Cabeza, O'Donnell, plaza de Oriente, Ríos Rosas-Cristo Rey, Conde de Casal, Alfonso XIII, República Dominicana y Príncipe Pío. En total, seis kilómetros de subterráneos. Llegó, incluso, a destruir los últimos restos del alcázar de los Austrias para abrir un túnel y un aparcamiento bajo la calle de Bailén. Un concejal suyo arguyó que eran "cuatro piedras". En aquellos momentos, los grupos de oposición pidieron una moratoria sobre las obras, a las que calificaron como "locura sin sentido".

En 1999, Álvarez del Manzano, en una entrevista concedida a EL PAÍS, reconoció que las críticas le estaban afectando. "¿Cuántos túneles ha construido?", se le preguntó. "Los que han sido necesarios. No me he propuesto batir ninguna marca. Ni tengo como objetivo en mi vida hacer túneles. Comprendo que sea una característica que ha sido muy acentuada, como si yo no hubiese hecho otra cosa. Pero cuando hay que arreglar la circulación tienes que buscar alternativas. Hago los túneles para las personas, no para los coches. Los hago para que los conductores lleguen antes a su casa o a su trabajo, para que sufran menos", afirmó.

Por eso, Francisco Caño, presidente de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos, cree que "las grúas forman ya parte del paisaje de la ciudad". "Las recordamos desde que tenemos uso de razón", bromea.

De todas formas, Caño sostiene que los túneles encargados por Manzano eran "peccata minuta" comparados con los de Ruiz-Gallardón. "Vivimos en un caos creado por el amontonamiento de ideas. Pero es tan grande que hemos traspasado el límite de lo razonable", dice.

Mario Arnaldo, presidente de Automovilistas Europeos, apunta que las obras de los últimos 16 años han sido "necesarias, pero se han acometido tarde". "Hace años, Madrid era un centro neurálgico por el que tenía que pasar toda la circulacion nacional. No había repartidores de tráfico como ahora, pero también es verdad que éstos no han dado el resultado esperado y que la ciudad ha cambiado". Arnaldo cree que las obras de la M-30 van a mejorar notablemente la circulación, pero siempre y cuando las radiales funcionen. Madrid absorbe cada día más de 800.000 vehículos del exterior. Y un fenómeno curioso: "Cada vez entran menos coches, pero van más lentos a causa de las obras y la doble fila", sostiene.

La edil de Urbanismo, Pilar Martínez, aseguró el pasado domingo que "lo peor [de las obras] ya ha pasado". Pero los taxistas reclaman la paralización de las obras y que la ciudad sea declarada "zona catastrófica".

Ruiz-Gallardón pidió hace unas semanas la comprensión de los vecinos ante "unas obras fascinantes que representan un proyecto muy ambicioso". Según él, "los madrileños tienen que sentirse orgullosos y no pusilánimes, porque la capital necesitaba todas estas obras. Estaba envejecida en materia de infraestructuras y necesitaba recibir inversiones". El alcalde ha prometido que en la próxima legislatura ya no habrá grandes obras de infraestructuras. Aunque, por ejemplo, la Comunidad sacó a concurso en agosto la construcción de un intercambiador en Moncloa. Las obras aún no han empezado,ni siquiera han sido adjudicadas. De momento.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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