La Liga más demencial
Ha concluído el verano en la Liga más demencial del planeta. Resumen de lo acontecido:
El Génova, un histórico del calcio, celebró en junio el ascenso y acto seguido fue condenado a seguir penando en los abismos, por amañar un partido con el Venecia; los aficionados, como es de ley, incendiaron la ciudad. El Torino, otro histórico, fue también enviado a las mazmorras clasificatorias por falsificación grosera de balances; los aficionados intentaron linchar al propietario después de incendiar la ciudad. El Lazio, con una deuda fiscal de 23 millones de euros, fue perdonado: a nadie le pareció buena idea que los laciales incendiaran Roma. El Treviso y el Ascoli fueron ascendidos por orden administrativa. El presidente de la Federación fue sometido a una investigación policial (aún en curso) por favorecer a la Reggina frente a la Salernitana.
Moratti, el mismo que cambió a Roberto Carlos por Pistone, pagó a Vieiri para que se fuera
Sigamos. El mejor árbitro del mundo, Pierluigi Collina, fue dispensado de la obligación de retirarse a los 45 para que siguiera dirigiendo grandes partidos por otra temporada; luego, tras pensárselo 10 minutos, la autoridad competente le relegó a la División B por compartir patrocinador (Opel) con el Milan. La UEFA impuso al Roma la prohibición de comprar o vender jugadores hasta el año próximo, pero un tribunal italiano levantó la sanción y no pasó nada. En la División B fueron clausurados ocho estadios por incumplir las normas de seguridad y varios alcaldes, como el de Brescia, prohibieron que se disputaran partidos el sábado como ordenaba la federación: el sábado, dijeron, es día de mercado; todo el mundo simuló entender el razonamiento.
Mientras se desarrollaban todos esos ritos tradicionales de pretemporada, ocurrió algo que heló la sangre al mundillo del calcio: Massimo Moratti, propietario del Inter y cabecita loca del calcio, el hombre que cambió a Roberto Carlos por Pistone, malvendió a Simeone y renunció a contratar a Zidane porque le pareció "innecesario", tuvo un momento de debilidad e hizo un buen fichaje. Intentó disimularlo quedándose a la vez con unos cuantos saldos del Real Madrid, pero no tardó en descubrirse que había comprado también a Pizarro, la joya chilena del Udinese. Con Adriano, Pizarro en el medio centro y Cambiasso (ese que no quiso Florentino) en todas partes, el Inter (que alineó a Figo, pero no a Solari) empezó a parecer un equipo. Adriano marcó ayer sus primeros tres goles. Los interistas, acostumbrados al fracaso, esperaban una desgracia inminente.
Moratti, además, pagó seis millones de euros a Vieri con tal de que se largara. Vieri fue contratado por el Milan y lo celebró con una botella de champán de 16.000 euros. La incorporación de Vieri (está mal decirlo, pero Vieri trae desgracia) hizo caer la cotización milanista en las casas de apuestas, y ayer el Milan no pasó del empate con el milagrosamente ascendido Ascoli. El Juventus, con Ibrahimovic, Emerson y Vieira, arrancó la temporada como principal aspirante al título.
Y en Livorno, la ciudad roja de Toscana, la gente agradecía al cielo una de esas lecciones que le enseñan a uno lo que es la vida. Lucarelli, el hombre que con una frase célebre ("tenetevi il miliardo") renunció al dineral que le ofrecían varios clubes, aceptó un sueldo normalito para cumplir el sueño de jugar en su amado Livorno y fue máximo goleador de la pasada temporada, volvió a marcar el sábado. Fue el primer gol, y seguramente el último porque el club quiere vender al héroe en cuestión de días. La vida es así, amiguitos. Incluso en Livorno.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.