Bob Moog, inventor del sintetizador electrónico
Robert Bob Moog, el hombre que hizo posible la popularización del sintetizador musical, falleció el domingo 21 de agosto en su casa-taller de Asheville (Carolina del Norte). Moog, de 71 años, llevaba varios meses luchando contra un galopante tumor cerebral.
Nacido en Nueva York el 23 de mayo de 1934, Moog estudió física e ingeniería electrónica. En la universidad, ya se ganaba un dinero elaborando kits de theremin, simpático instrumento que producía sonidos ultraterrenos. Raymond Scott, cuyas músicas acompañan dibujos animados, le hizo ver que allí había un campo abierto: en 1960 existía el RCA Mark II Columbia-Princeton, prototipo de sintetizador que ocupaba todo un laboratorio, sólo accesible para compositores "serios".
Moog, respaldado por Donald Buchla, desarrolló un sintetizador modular que se podía fabricar en serie: a partir de 1965 se vendía por 11.000 dólares. Ese primer sintetizador de Moog era un armatoste delicado, parecido a una centralita telefónica. Aun así, fue adquirido por tipos curiosos como Bernard Krause, Paul Beaver, Van Dyke Parks o Walter Carlos. Este último, luego conocido como Wendy Carlos, fascinó a los oyentes con sus recreaciones de Bach y su trabajo en La naranja mecánica.
Estrenado discretamente en discos de los Monkees, los Beach Boys o los Byrds, el sintetizador apareció en los escenarios con Keith Emerson, en un contexto un tanto circense. Tanto George Harrison como Mick Jagger presumían de tener un moog; sólo el primero llegó a sacarle beneficio.
Receptivo a las propuestas de músicos pop y otros usuarios, Moog desarrolló la versión portátil, el minimoog. En las tiendas desde 1971, esta maravillosa máquina se hizo de uso obligatorio en el rock progresivo o en el jazz de fusión, aunque realmente se coló en todo tipo de músicas (recuerden el éxito Popcorn, alias Palomitas de maíz).
Se fabricaron más de 12.000 unidades, pero la demanda fue tan grande que otras compañías -Roland, ARP, Emu- entraron en el negocio, con sintetizadores más baratos o de mayores prestaciones. Moog, que ya no era propietario de su empresa, tuvo que ver cómo su apellido iba desapareciendo del mercado: su apuesta por el micromoog fue un fracaso. En 1978 se independizó y se convirtió en un artesano, trabajando también como asesor para Kurzweil, fabricantes de teclados.
Le rescató del olvido la pasión por la estética retro-futurista, que revalorizó la tímbrica de sus sintetizadores, ahora omnipresentes tanto en la indietronica como en el hip-hop. A principios de siglo, pudo incluso recuperar la marca Moog Music, lanzando un programa informático que duplicaba su clásico sonido analógico.
Un documental de 2004, Moog, recordó su extraordinaria trayectoria. Ese mismo año dio clases magistrales en Madrid y Barcelona. Modesto, rechazaba comparaciones con pioneros como Les Paul: "Él perfeccionó la guitarra eléctrica, pero además hizo discos deliciosos; aunque también toco, mi orgullo está en haber dado a otros músicos los instrumentos que necesitaban".-
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