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La compañía de ballet de Yuri Grigoróvich presenta en el BTM 'suites' de 'El lago de los cisnes' y 'El corsario'

Durante tres décadas, el coreógrafo Yuri Grigoróvich dirigió con mano férrea el Teatro Bolshoi de Moscú. Bajo su mandato, la institución se convirtió en uno de los símbolos de la cultura soviética. Sin embargo, su gestión tuvo también puntos negros. Sus modos autoritarios provocaron la partida de algunos de sus mejores bailarines, y, a principios de la década de 1990, se le criticó la falta de renovación artística. Finalmente, en 1995 el entonces presidente Borís Yeltsin le destituyó. Muchos creyeron que aquel sería su final como coreógrafo, pero contra todo pronóstico, Grigoróvich remontó su carrera con la creación de una escuela coreográfica y una compañía en la región rusa de Krasnodar. Desde hoy hasta el jueves, la formación ofrece tres funciones en el Barcelona Teatre Musical (BTM) en las que bailará suites de El lago de los cisnes y El corsario.

Grigoróvich evita hablar de cuestiones relacionadas con el Bolshoi, teatro en el que su compañía ha actuado en varias ocasiones. "Es algo demasiado largo y el auditorio necesita una gran preparación para poder entenderlo", se excusa al ser preguntado sobre los métodos de trabajo en el teatro antes y después de la disgregación de la Unión Soviética. Simplemente se limita a decir: "Siempre intento ser yo mismo y aplicar en todas partes mi método de trabajo". Un método que pasa por ser muy fiel a la tradición de la danza clásica, "pero", insiste, "interesándome por lo nuevo, porque la fuerza de una tradición no consiste en estar parada, sino en su desarrollo".

En Krasnodar, gracias a ayudas municipales y regionales y, en mucha menor medida, estatales, mantiene un auténtico complejo cultural con sendas compañías de ballet, teatro y folclórica, una orquesta sinfónica y un colegio coreográfico profesional "para el que seleccionamos alumnos de toda Rusia". Muchos de ellos pasan con el tiempo a formar parte de la compañía de ballet, que cuenta con más de un centenar de miembros. Ochenta de estos bailarines se han desplazado hasta Barcelona (procedentes de San Sebastián, donde han bailado Don Quijote) y con destino a Cannes (allí actuarán del 27 al 29 de agosto) para participar en la Gran Gala de Ballet, que es como se anuncia la actuación de la compañía en el BTM. Por las características del espacio y los complejos cambios de decorado e iluminación de las obras completas, Grigoróvich ha decidido no mostrar piezas completas, sino algunos de sus fragmentos más representativos. Así, de El lago de los cisnes de Piotr Chaikovski se presentará el tercer acto, y también de forma fragmentada se interpretará El corsario, con música de Adolph Adam, el último espectáculo estrenado por el Grigorovich Ballet Krasnodar.

El lago de los cisnes, que el coreógrafo define como "la tarjeta de presentación del ballet ruso", es una pieza con una importancia destacada en la trayectoria de Grigoróvich. La creó en 1969 para el Bolshoi e inventó un final en el que Odetta moría, el Príncipe se desilusionaba del ideal y al final lo traicionaba. La solución artística no agradó a las autoridades políticas y el coreógrafo debió cambiarla por un final feliz, en un ballet que durante 30 años se convirtió en el símbolo del Bolshoi. En el año 2001, Grigoróvich pudo finalmente estrenar en el mítico teatro la versión original de su coreografía.

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