La historia más grande jamás filmada
Todo el mundo tiene un amigo que hace cortometrajes. El mío se llama Ferrán Moltó. Esta mañana me ha llamado por teléfono para ofrecerme un pequeño papel en su última creación. Quiere filmar la historia completa de la humanidad en 10 minutos y ha pensado en mí para que interprete a Dios Todopoderoso. Le he dicho inmediatamente que sí, porque el chico me cae bien y el personaje que interpretaré cuadra bastante con mi forma de ser, pero le he pedido que tenga paciencia conmigo porque es bastante probable que me equivoque y tengamos que repetir las tomas varias veces. Con su extrañísima voz aguda me ha suplicado que procure hacerlo a la primera, porque solamente tiene 300 metros de película.
Siempre inspira ternura el resultado que se obtiene al mezclar la humildad económica con la ambición artística
Al colgar el teléfono, he sonreído pensando en el proyecto de mi amigo. Querer filmar la historia de la humanidad y disponer tan sólo de 300 metros de película es algo de una comicidad extraordinaria. Siempre inspira ternura el resultado que se obtiene al mezclar la humildad económica con la ambición artística. Como es lógico, no he podido evitar la tentación de calcular cuántos metros de película hubieran sido necesarios para filmar, literalmente, la auténtica historia de la especie humana.
Imaginemos que un genio interestelar del cine, un Steven Spielberg extraterrestre, hubiera colocado hace miles de años una preciosa cámara de 35 milímetros en la Luna, con un poderosísimo objetivo enfocando directamente hacia la Tierra. Todo lo que ocurre en nuestro planeta sería registrado por la cámara lunar a un ritmo de 24 fotogramas por segundo: la construcción de las pirámides, la caída de los imperios, las explosiones nucleares. Con los 300 metros de película de mi amigo Ferrán, tan sólo pueden filmarse 10 minutos. Los primeros Homo sapiens entraron en escena hace unos cuarenta mil años. Para filmar toda esa vertiginosa cantidad de tiempo con una cámara de cine de 35 milímetros, a 24 fotogramas por segundo, necesitaríamos seiscientos treinta millones de kilómetros de película; dos veces la distancia de la Tierra al Sol.
Hace un momento ha vuelto a telefonearme mi amigo Ferrán para decirme que, finalmente, el rodaje será mañana a primera hora. Al parecer, les han dado un permiso especial para rodar en no sé qué descampado situado en las afueras de Barcelona. Tendré que estar allí a las ocho en punto. Me da bastante pereza, eso es cierto, pero les aseguro que no estoy nervioso en absoluto, ni siquiera preocupado al pensar que puedo gastarle metros de película a mi amigo como consecuencia de mis errores de novato. Haré mi papel de un tirón, con un par de narices, salga como salga, a modo de tonto homenaje a todos los humanos que han respirado antes que yo y que tuvieron que hacerlo todo a la primera toma, sin ninguna posibilidad de rectificar.
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