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Reportaje:ATLETISMO | Campeonatos del Mundo de Helsinki

Lecciones desde Osuna

Reina y Barrios pasan a semifinales de 800; Olmedo, herido, abandona

Carlos Arribas

Por amor, Manolo Olmedo dejó Sevilla y se fue a vivir, a entrenar, a crecer, a Valladolid, qué frío. Por dolor, Manolo Olmedo, joven esperanza del 800 español, otro de la escuela andaluza que llegaba como nunca tras un año de entrenamientos en las nieblas de Pucela, abandonó mediada su serie de los 800 metros, sangre corriendo muslo abajo, el recuerdo de los clavos afilados de David Krummenacker profundamente marcado.

Antonio Manuel Reina, Quillo para el mundo atlético mundial, es de Osuna y no se iría de Sevilla ni jarto grifa. "A Reina no hay quien lo cambie", dice su entrenador, Manolo Alcaide. "Y que nadie lo intente. No tiene sentido. Para Reina hay otras cosas en la vida aparte del atletismo, o el amor, y hace bien".

"A Reina no hay quien lo cambie y que nadie lo intente", dice Manolo Alcaide, su entrenador

Reina, que ya tiene 24 años, que aún tiene 24 años, prefiere comer patatas fritas de bolsa o hamburguesas que seguir una dieta científica, prefiere las buenas sensaciones a las agendas rígidas, prefiere unas risas a la seriedad monacal de otros atletas. "Y si uno disfruta de la vida es mejor atleta", añade Alcaide. "No sé qué sería de Reina si fuera un científico, no sé". Con Alcaide, poco a poco, sin tirones, sin bruscos acelerones, ha ido haciendo su cuerpo a la prueba de los 800, la última prueba de velocidad, el 400 alargado que exige el metabolismo anaeróbico más perfeccionado, el mejor control de los depósitos de glucógeno, la fuerza flexible que no es sólo la fuerza bruta que dan las pesas sin más, la resistencia aeróbica que permita llegar al toque de la campana fresco, como si se partiera de cero. "Y este año nos hemos permitido ir un paso más adelante en su modelado", dice Alcaide. "Este año su cuerpo es más maduro y ha podido hacer más trabajo de fuerza. Y aunque parezca paradójico ha perdido volumen y peso, pero ha ganado en fuerza flexible, que es la que permite la velocidad. Y también hemos trabajado mucho el 400, donde puede bajar de 46s, o de 35s en los 300. Y ahí está la clave del 800 actual".

Pero para contradecir a Alcaide, aunque sólo sea por animar la velada un poco, el 800 actual es bastante más. Es un mundo variado donde conviven el 1,92 metros de Eugenio Barrios, el gigante de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), que se clasificó por tiempos, llegada crispada, agónica, en la última serie, y el apenas 1,60 metros de Belal Mansoor Ali, el joven de Bahrein, de sólo 16 años, que ganó hace un mes el Mundial juvenil de 1.500 y que también ganó la serie de Barrios. Un mundo el del 800 en el que Rachid Ramzi, el marroquí de Bahrein que había ganado menos de 24 horas de salir ayer a exhibirse en su serie la final de 1.500, quiere construir una casa insólita, pues nadie antes en un Mundial ha doblado victoriosamente 800 y 1.500; un mundo en el que ha florecido el talento anárquico del campeón olímpico Yuri Borzakovski, o en el que ha crecido la barba fundamentalista de Djabir Said-Guerni, campeón mundial en París; un mundo que ha permitido que el hijo de Billy Koncellah, el keniano doble campeón mundial en 1987 y 1991 se llame Yusef Saad Kamel, corra con la camiseta de Bahrein y sea el gran favorito para la final. Un mundo en el que el Quillo Reina se siente ya tan a gusto que ayer se permitió sentar cátedra, dictar algunas lecciones desde la curva.

Al toque de campana, Reina, que no quería sorpresas, que se sentía lo suficientemente fuerte e inspirado como para forzar su destino, que se sentía lo suficientemente pesado de piernas por el frío como para necesitar soltarlas, se puso por delante, por fuera de la calle uno, en paralelo con Sheridan Kirk, que ocupaba la cuerda. Y desde allí, en plan pantalla, hizo los 400 segundos metros que dicen los libros que hay que hacer en una serie para clasificarse no sin sufrir, que en los 800 siempre se sufre, sino haciendo sufrir a los demás. Todo el que quisiera pasar por delante debería adelantar por fuera, hacer un sobreesfuerzo, abrirse para no rozarse con Reina, con un físico que impone. Allí siguió también en la última curva, en la que aceleraba ligeramente siempre que veía por el retrovisor que alguien quería pasarle por fuera, y le dejaba sin aliento. Y allí siguió en la última recta, con el viento de cara, la melena suelta hacia atrás, la musculatura menos crispada que otros años, más suelta, más flexible. Más libre. Ganó su serie. Se ganó el respeto de sus rivales.

Reina enfila la recta final por delante del canadiense Reed y el suizo Bucher.
Reina enfila la recta final por delante del canadiense Reed y el suizo Bucher.REUTER

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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