El molinillo de Jackson
El estadounidense, de 1,73 de estatura, gana los 400 vallas bajo el diluvio
Una noche infernal no impidió una gran carrera de 400 metros vallas, en la que Bershawn Jackson pareció un gigante. No lo es. Sólo mide 1,73 metros, altura que razonablemente le habría apartado de una prueba que favorece a los atletas longilíneos, de largas piernas y zancada impresionante. Atletas como Kerron Clement, que cumple con todas las condiciones. Es el especialista perfecto. Pero no sabe saltar, ni medir los pasos. Es Apolo con la técnica de un bebé. El pequeño Jackson no tiene la estampa de Clement, pero no se equivoca nunca. Rebota sobre la pista como el caucho y pasa sobre las vallas como una centella. Su baja estatura no le supone problema alguno: ganó bajo el diluvio con 47,30 segundos. Tiempazo.
La final mantuvo su atractivo a pesar de las pésimas condiciones de la noche. La jornada se suspendió durante una hora y medio por algo parecido a un huracán de lluvia, aparato eléctrico y viento. Se eliminaron algunas pruebas del cartel y se reanudó la competición con bastante precariedad. Por muy apasionados que sean los finlandeses al atletismo, no lo son tanto como para aguantar tanta inclemencia. Las tribunas descubiertas se quedaron casi despobladas de gente y las carreras se organizaron con un punto de precipitación necesario: se anunciaba otro vendaval.
La presencia de Kerron Clement aseguraba algo de diversión. El chico tiene unas condiciones asombrosas, pero no sólo es una calamidad por el lado técnico. Su ingenuidad le costó el tercer puesto. Se enfadó, o se decepcionó, o no entendió nada. Corrió por la primera calle con cierta eficacia hasta la penúltima valla, donde se armó un lío considerable. En la última no sabía si saltar, pararse o volver hacia atrás. Así y todo tenía garantizado el tercer puesto. La victoria, no. La victoria se la habían jugado desde el principio James Carter, un asiduo del cuarto puesto, y Bershawn Jackson, el hombre que no logró clasificarse para los Juegos de Atenas por una centésima de segundo. Fue cuarto en los trials estadounidenses y se quedó en casa.
Jackson no falló en Helsinki. Superó con categoría la resistencia de Carter, que corre los 400 metros vallas como los boxeadores. Se encierra en sus puños y va adelante, como una apisonadora. Es un excelente atleta, pero siempre hay uno mejor en las finales. Esta vez fue Jackson, una especie de Lance Armstrong de las vallas. Corre con el molinillo y no hay quien le pare. Kerron Clement puede aprender mucho de él: la técnica, la voluntad de victoria, el coraje para admitir las decepciones, las cosas, en definitiva, que se necesitan para configurar a un auténtico campeón. Clement no las tiene. Era tercero, vio que no podía ganar y, en lo más parecido a una pataleta infantil, se detuvo. Por lo visto, la medalla de bronce le sabía a poco. La perdió. Por el otro, llegó el japonés Tamasue y se llevó el bronce. Para él, el tercer puesto es un asunto muy serio.
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