Las otras grandes familias

A fines del siglo XIX se produjo lo que el historiador Manuel Tuñón de Lara denominó "el ascenso vigoroso de la del Norte, sobre todo de Vizcaya y Asturias". Ello fue posible porque fueron las actividades minera y siderúrgica las que, en expresión de Juan Muñoz, "dieron su primer y decisivo impulso al desarrollo del capitalismo financiero español". Un siglo después, apenas los Masaveu y alguna otra estirpe, pero éstas con menor poderío, perviven como última manifestación de lo que fue el gran capitalismo asturiano, es decir, aquel que conjugó el control sobre importantes resortes financieros e industriales y no sólo la titularidad de elevados patrimonios.

La crisis en 1993 de Banesto -histórico refugio de algunas grandes dinastías asturianas- y la venta por el capital regional del Banco Herrero en 1995 y de Hidrocantábrico en 2001 supusieron los tres últimos hitos de un declive industrial y financiero que arranca en 1955, hace ahora medio siglo, y que se aceleró con el fin de la autarquía. La liberación económica, que se consuma en 1959 con el Plan de Estabilización, reveló la inviabilidad de un sistema productivo muy vulnerable que siempre había sobrevivido merced a altísimas dosis de proteccionismo.

El desarrollo hullero de la comunidad y las ingentes fortunas acumuladas en la emigración americana del XIX hicieron posible el gran protagonismo de la burguesía asturiana en la gran banca española del XX, caso del Hispano Americano (los Ibáñez, Álvarez, Bernaldo de Quirós, Herrero, Rodríguez, García-Tuñón, etc.), el Central, Exterior, Ibérico y otros (los Fierro), Banesto (Argüelles, Figaredo, Sela, Selgas, Masaveu, etc.), Madrid (Loring), Popular (Masaveu) y los bancos regionales Herrero, Masaveu, Asturiano de Industria y Comercio -éste, con ramificaciones en Andalucía, Valencia y Murcia- y otros.