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FESTIVAL DE PERALADA | 'La verbena de la Paloma'

Fría acogida a Comediants

Joan Font, director de Comediants, busca en la fiesta la esencia popular de La verbena de la Paloma y espíritu de fiesta hubo a raudales en su versión escénica de la célebre zarzuela de Tomás Bretón que inauguró anteanoche la 19ª edición del Festival de Peralada (Alt Empordà). A pesar de las buenas intenciones, el público que llenó el auditorio de los jardines del castillo de Peralada acogió con frialdad un montaje con pretensión de eliminar los tópicos que acaba en tierra de nadie precisamente por su falta de encanto castizo. Fría también fue la respuesta a la bulliciosa verbena real que Comediants montó como epílogo del montaje.

El estilo festivo y popular de Comediants parecía sobre el papel garantía de alegría y diversión a la hora de asistira dos verbenas en una calurosa noche de julio, una de ficción, sobre en el escenario, y otra real, con la participación de los artistas y el público, en los jardines de Peralada. Hubo menos alegría y diversión de la prevista, especialmente en la desangelada actualización escénica llevada a cabo por Joan Font con voluntad de enterrar los tópicos del Madrid castizo que Bretón plasma en su genial zarzuela.

En el montaje dirigido escénicamente por Font, que llega a Peralada justo un año después de su estreno en el Festival de Granada, las dosis de ingenio, gracia y chispa teatral topan con la frialdad de una escenografía de Jordi Bulbena adaptable a diversos escenarios -un andamiaje metálico que sirve como viviendas, patio vecinal, taberna de barrio y recinto ferial, todo en uno- pero que apenas da calor humano a la acción.

Tomás Bretón y el libretista Ricardo de la Vega ambientaron su obra en un barrio de Madrid durante la celebración de la fiesta de la Virgen de la Paloma y, desde su estreno, en 1894, las andanzas del boticario Don Hilarión cortejando a la Casta y a la Susana, con la bendición interesada de su tía Antonia y los celos encendidos de Julián, son sinónimos de un Madrid al que Font despoja de casticismo para crear un espacio intemporal. Paradójicamente, la dirección de actores es bastante blanda, con tópicos gastados y caracterizaciones de trazo grueso.

La idea de Font podría funcionar con un texto de mayor enjundia y desarrollo dramático, pero al situar La verbena de la Paloma en un espacio irreconocible, queda al desnudo un esqueleto teatral débil y previsible.

Si ha pasado a la historia ha sido por la inspirada y encantadora música de Bretón. Y por la vía musical pierde fuerza el montaje de Comediants: Bretón bebe en las fuentes del casticismo. Al eliminar esas referencias castizas, la magistral partitura pierde buenas dosis de encanto y emoción lírica. Se entregó a fondo en el foso el joven director valenciano Álvaro Albiach con una lectura briosa, aunque algo bisoña, al frente del Coro de la Generalitat Valenciana y una orquesta, la Simfonietta Portaferrada-Peralada, que debería aumentar urgentemente sus famélicas cuerdas.

En el reparto, con mayoría de voces jóvenes y sin mucha experiencia en la zarzuela, brillaron más las buenas intenciones de los cantantes que su adecuación vocal. Muy bien, por intención y estilo, Itxaro Mentxaca y bien ajustadas vocal y escénicamente Isabel Monar y Mireia Casas en los papeles de Susana y Casta. Muy verde en escena el barítono José Antonio López, que tiene buenos medios vocales para el personaje de Julián, y correcta Marina Pardo. La desafortunada caracterización de Manel Esteve Madrid como Don Hilarión es un clamoroso error de reparto por su indisimulable juventud y poca gracia en un papel que pide actores veteranos de caracter y vis cómica. Más correcto, José Enrique Requena como Don Sebastián, y correcta, sin más, la actriz Lloll Bertran como la Tía Antonia.

El epílogo de La verbena de la Paloma -una verbena real para celebrar la boda de Susana y Julián- busca la participación y la complicidad en el más puro y popular estilo callejero de Comediants. Después de hora y cuarto de representación en el auditorio, costó lo suyo conducir al público a un vecino jardín en donde se habilitaron tres sencillos escenarios y se repartieron agua, azucarillos y aguardiante.

Joan Font.
Joan Font.
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