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Reportaje:

Antes de que salte la chispa

Las patrullas forestales intentan evitar los incendios con un trabajo que dura todo el año

Armando Fernández mira con rabia una de las laderas arboladas próximas al pantano de San Juan (Madrid). Se distingue una zona de árboles amarillentos que contrastan con el verdor del resto. Los plantó hace 23 años y hace 15 días vio cómo fueron devorados por las llamas. No era la primera vez, pero no logra acostumbrarse. Como agente forestal dirige un equipo que se afana en prevenir y extinguir los incendios, pero cuando el fuego gana la batalla, también es parte de su labor reforestar lo quemado.

Como Armando, miles de trabajadores en toda España, en vez de pasar los meses de verano primero planificando y después disfrutando de las vacaciones, tienen que redoblar esfuerzos en la época estival. Por un lado, se ocupan de podar y desbrozar la maleza para frenar los incendios, y por otro extreman la vigilancia para acudir lo más rápidamente posible a apagar cualquier pequeño fuego.

La prevención durante el invierno evita fuegos o contribuye a que sea más fácil apagarlos

Este verano tienen que emplearse con especial tesón. Los termómetros están disparados. Estos días hasta 12 provincias han estado en alerta ante la previsión de un calor excesivo. El jefe del área de Predicción del Instituto Nacional de Meteorología, Ángel Rivera, vaticinó el martes que habrá uno o dos grados más que el resto de veranos. Además, la mayor sequía de los últimos 60 años ha dejado los bosques más amarillos que nunca. El número de incendios registrados durante los cinco primeros meses del año (11.842) supera todos los récords. Han aumentado un 54,27% respecto al último año y un 66% en comparación con la última década. En los últimos días han ardido casi 2.500 hectáreas entre Las Quilamas (Salamanca), Bages (Barcelona) y Xátiva (Valencia).

La mayoría de los incendios que se han producido de enero a mayo (7.142) no han pasado de una hectárea gracias a la preparación y al material de los equipos de extinción, pero también, aunque mucha gente lo desconozca, a la labor que realizan las patrullas forestales durante todo el año. Los fuegos se apagan en invierno, suelen afirmar los expertos. Por ejemplo, el vocal del Colegio de Ingenieros de Montes Gabriel Leblic señala: "La extinción es imposible sin la prevención. Si un incendio escapa al primer control, apagarlo con agua es muy difícil. Sólo puede con él un cambio climático".

Ambas funciones, la extinción y la prevención, son como dos miembros que no se pueden separar. Su dirección y gestión corresponde a las comunidades autónomas, que este año han tenido que ampliar tanto el periodo de máxima alerta como el número de medios personales y materiales.

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En la Comunidad de Madrid trabajan durante el invierno 31 retenes de nueve personas, dirigidos por agentes y técnicos forestales. Su labor consiste fundamentalmente en cortar matorrales e incluso árboles para dejar franjas de terreno sin combustible, que detengan el fuego y que permitan mantener la seguridad de los equipos de extinción. Estas zonas, denominadas fajas, discurren paralelas a los caminos o a los cortafuegos tradicionales (áreas sin ningún tipo de vegetación). Normalmente, rodean las áreas recreativas que cada fin de semana se llenan de miles de domingueros, muchos de ellos dispuestos a no respetar la prohibición de realizar barbacoas. "El 80% de los incendios en Madrid son los fines de semana por negligencias", afirma Armando Fernández.

En verano, casi se dobla la plantilla, pero el trabajo se multiplica: hay que repasar las fajas, extremar la vigilancia y llevar a cabo el pronto ataque, es decir, acudir rápidamente en cuanto se divisa un fuego, para intentar apagarlo con el agua de la que disponen en sus vehículos (hasta 800 litros). Hay días que pueden apagar unos cuatro fuegos en la misma comarca. Cuando no lo consiguen llega el turno de los bomberos.

Lo ideal es que el equipo que realiza el pronto ataque también haga las labores de prevención durante el invierno, porque conoce a la perfección el monte, las fajas o los cortafuegos donde puede protegerse. "El problema es el presupuesto; algunas regiones no pueden mantener un equipo de prevención operativo todo el año", asegura un técnico forestal que ha trabajado en varias y prefiere no dar su nombre.

Según el ingeniero de Montes Gabriel Leblic, "muchas comunidades han doblado los medios para echar agua, pero han disminuido las inversiones para preparar las masas arbóreas y la vigilancia".

Una de las dificultades a las que se enfrentan las cuadrillas de prevención es que el monte no es de todos. Vigilan e intentan extinguir cada incendio, se produzca en propiedad pública o particular, pero las tareas de desbroce deben realizarlas los propietarios de las parcelas privadas.

"Las diferencias entre monte público y privado son evidentes", afirma el agente forestal señalando una ladera cercana al pantano de San Juan. "En aquella [en la zona privada] las copas se juntan unas con otras. Hay muy pocos propietarios que realicen las fajas".

Armando conoce los montes en los que trabaja como la palma de su mano. No recuerda ninguno que se haya librado del fuego. Aún así, le gustaría que el verano fuese tranquilo y no tener que reforestar ninguno más.

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