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Reportaje:

La extraordinaria vida secreta de CRAG

Dos CD y un DVD recuperan el cancionero de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán

Diego A. Manrique

Es el grupo de culto por excelencia del pop español. Nunca llegaron a dar un concierto de forma oficial, pero Señora azul, su disco de debut de 1974, fue votado -en una encuesta de la revista Efe Eme- como la segunda mejor obra en la historia del pop nacional, sólo por debajo del mitificado primer LP de Veneno. Ahora, una cuidada antología explora la obra de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, alias CRAG.

Su trayectoria es tan frustrante como intrincada, pero Gran reserva 30 años (EMI) lo explica con detalle. En dos CD más un DVD, el locutor Manolo Fernández revisa la prehistoria del grupo -con grabaciones de Los Íberos, Los Pekenikes y Solera- más los proyectos posteriores, desde Cadillac a los discos en solitario de José Mari Guzmán y Rodrigo García. Lo más difícil de entender es el hecho de que CRAG no funcionara comercialmente, ni en 1974 ni en su reaparición de 1984-1985.

Quizás sufrieron la maldición de "la tercera vía": surgieron cuando no había nada entre los vocalistas melódicos (y los conjuntos veraniegos) y el underground (y los cantautores). Aunque se les emparentó con Crosby, Stills, Nash & Young, ellos reconocen más deuda con la escuela de los Beatles. Además, los arreglos del productor Rafael Trabuchelli les encuadraban en el llamado "sonido Torrelaguna", que hizo la fortuna de Hispavox. Una compañía que, sin embargo, no apostó mucho por ellos. Tal vez por su audacia temática: María y Amaranta hablaba del amor entre mujeres; Señora azul se ha interpretado como un ataque a los falangistas, a la censura, a un todopoderoso capo de la radio musical. Hoy, su creador, Rodrigo García (Sevilla, 1947), aclara que hay que leerla literalmente: "Es un corte de mangas a la crítica, algo que cualquier artista ha soñado con hacer en algún momento de su carrera".

Adolfo Rodríguez (Ponferrada, 1948) tiene su propia explicación sobre el malditismo de CRAG: "Empezamos la casa por la ventana, planificando la grabación hasta el mínimo detalle. El gran error fue no actuar. Si no te radian y no te promocionan, lo lógico es llevar tu música a la gente. Por discrepancias, nosotros no lo hicimos". Conciliador, Juan Robles Cánovas (Madrid, 1949) explica que todos llegaron a CRAG con mucho bagaje: "Rodrigo hasta había grabado con The Speakers en Colombia. Además, entonces teníamos demanda como músicos de estudio o de directo. Terminamos formando la banda de Karina, algo que suena a disparate, pero cualquier músico que deba pagar facturas puede entenderlo".

Ahora mismo, la historia se repite: José Mari Guzmán (Madrid, 1952), que mantiene una activa presencia como solista, sale corriendo de la entrevista para entregar la música para una telenovela. Cánovas trabaja en bandas sonoras, en el teatro musical y dirige un estudio de grabación. Adolfo se muestra orgulloso de actuar como miembro de la Orquesta de Juanita Rivero y, ocasionalmente, como solista: "Un músico nunca debe dejar de tocar; yo todavía lamento los años que pasé en Suecia como dentista".

Sólo Rodrigo está apartado, disfrutando de la vida en Chiclana: "Sigo componiendo, aunque más por satisfacción personal que por necesidad profesional. Si me piden canciones, me ofrecen tratos muy raros: que firme otro artista como coautor, que su editorial gestione mis derechos. Me niego por dignidad. Eso sí, me desahogo publicando libros como El sello de la casa y Armis et litteris".

Rodrigo reitera su deseo principal: "No quisiera que GRAG quedara como un fantasma, un grupo que nunca hizo una gira. Está bien que se reconozca nuestro legado, pero lo que estamos esperando es que alguien nos ofrezca grabar de nuevo. Entre los cuatro acumulamos centenares de canciones inéditas". Adolfo se maravilla: "Cuando nos juntamos, vuelve a surgir la magia. Somos cuatro multiinstrumentistas más cuatro voces, con tesituras muy diferentes".

Cánovas, Adolfo, Guzmán (de izquierda a derecha) y Rodrigo (sentado), ayer en Madrid.
Cánovas, Adolfo, Guzmán (de izquierda a derecha) y Rodrigo (sentado), ayer en Madrid.LUIS MAGÁN
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