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Columna
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Objetivo Valencia

La Comunidad Valenciana no ha dejado de ser un objetivo electoral de los socialistas, pero desde que la perdieron, hace ya dos lustros, lo han tenido muy crudo. Por la indudable pujanza del PP, sin duda alguna, pero también por la endeblez orgánica de los socialistas, desarmados de liderazgo, de alternativas programáticas y sumidos en una moral de mera sobrevivencia. Pero parece que el famoso péndulo que periódicamente quita y otorga poder en las urnas empieza a invertir su trayecto respondiendo a la propalada -que no probada- ley de que pierde quien gana. Eso al menos se desprende del optimismo que se percibe en el PSPV, acentuado estos días por el previsible vuelco de Galicia, en el que se ve una anticipación de los comicios autonómicos valencianos de 2007.

Prueba de esta novedosa disposición de ánimo en el partido de la oposición es el desfile de ministros -el de Industria, la de Medio Ambiente, el mismo presidente- que nos ha organizado para persuadirnos de que Madrid nos quiere y tiene soluciones para los problemas, el del agua sobre todos, talón de Aquiles del PSOE por estas tierras, además de dinero para la Copa América, pues de otro modo la alcaldesa del cap i casal despotrica sin contemplaciones. En cierto modo, poco ha cambiado la liturgia desde los tiempos no tan remotos de la centralidad estatal. En muchos aspectos los valencianos seguimos condicionados por la tutela, créditos y prestigios del titular de La Moncloa y de sus edecanes. Nuestros primeros espadas políticos, a derecha e izquierdas, no han superado todavía la necesidad de esta ortopedia.

Sin embargo, con o sin visitantes, lo cierto es que han cambiado y mejorado las opciones de los socialistas para recuperar la Generalitat. Y no tanto porque el partido de la alternativa suma insólitos méritos, aunque algunos evidencia (como el novedoso desparpajo y la denuncia de irregularidades), sino por la nueva inercia pendular antes aludida y, obviamente, por la descomposición moral y discordias internas del PP, que son pasto diario de los medios. Y ya es sabido que cuando se abren estas vías de acoso político y hasta de maledicencia mediática no hay estopa que las suture. Tanto más si en la panoplia de las imputaciones hay enriquecimientos súbitos en el ejercicio de cargos públicos, como es el caso.

En tales circunstancias no es sorprendente que se comience a insinuar cambios próximos en la composición del Consell, con el fin de relanzar la acción política con una nueva dinámica. Cierto es que el presiente Camps se ha jactado de tener el mejor gabinete de la historia de la Generalitat, lo que no deja de ser una demasía. La supuesta crisis, sin embargo, no vendría condicionada por la calidad de los consejeros -que eso ni siquiera importó cuando fueron elegidos o elegidas- sino por la necesidad de recobrar y aparentar nuevos bríos. Al molt honorable no le gustan estos reajustes, pero habrá de pechar con ellos porque, como dijo uno de los suyos, no todos están a la altura de las circunstancias.

Al PSPV, en cambio, no le favorece esta renovación. Por ahora le viene de perlas que el portavoz Esteban González Pons siga declamando impertinencias y que la mayoría de los departamentos permanezcan inactivos por falta de recursos económicos y agobiados por las deudas. Es como tener la pieza a tiro y herida. A los socialistas les basta con apuntar con el dedo aquello que, antes, han señalado los periodistas. Hasta ha poco, ni eso hacían.

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