Del viento a la brisa
Tal y como estaba Madrid el sábado por la noche, ya tenía mérito irse al Auditorio a escuchar música de viento. No fue demasiada gente -media entrada-, pero los que acudieron se encontraron con uno de esos conciertos que despiertan la mente. Primero por el repertorio, pues músicos de nombre pero con obras menos sobadas de lo habitual se unían a posibles descubrimientos. Y después por los intérpretes, cinco solistas de la Filarmónica de Berlín que llevan más de veinte años haciendo juntos música de cámara, con lo que no es de extrañar que lo que resulte de su trabajo sea tan extraordinario.
Los filarmónicos berlineses se trajeron un programa precioso que empezó por un arreglo de Michael Hasel sobre una Fantasía de Mozart escrita para órgano mecánico con esa mezcla rara de sabiduría e inutilidad que deja un sabor un tanto amargo. Luego, que todo iba por su orden, el academicismo grato pero también con su puntito anticipador del Op. 56 nº 3, de Franz Danzi, que escuchado de esa manera se quita de encima más de un tópico. Y a partir de ahí, la parte mollar del concierto. El maravilloso Quinteto, op. 10, de Pavel Hassel. Luego, la sabiduría de un György Ligeti todavía ligado a la esencialización de lo popular en sus Bagatelas, entre ellas esa obra maestra absoluta que es la dedicada a la memoria de Bela Bartók. Y, para cerrar, el Quinteto de Carl Nielsen, el danés cálido, ese compositor inconfundible cuya obra se eleva cada vez más.
Filarmónica de Berlín
Obras de Mozart, Danzi, Haas, Ligeti y Nielsen. Ciclo de la Universidad Autónoma. Auditorio Nacional. Madrid, 18 de junio.
A las tantas salimos, pero con la sensación de que la música que nació de viento había sido, más bien, como una brisa refrescante y vitalizadora. La culpa la tuvieron cinco músicos de una pieza: el flauta Hazle, el oboe Wittmann, el clarinete Seyfard, el trompa McWilliam y el veteranísimo fagot Trog.
Babelia
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