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ELECCIONES GALLEGAS | La jornada electoral en el PSdeG

"¿Ves por qué somos tan desconfiados?"

Carlos E. Cué

Si un gallego es, por definición, una persona desconfiada, un socialista gallego lo es mucho más. Como en la fábula del pastor y el lobo, tantas derrotas han sufrido en su historia, que nadie quería creer en la victoria para evitar el varapalo final. Y cuando ya empezaban a intentar creer en las encuestas, llegaron los primeros datos, y el hielo en todas las caras. "¿Ves por qué somos tan desconfiados?", decía una señora a la que antes se le había preguntado por qué no se abandonaba a la euforia.

Ése, el de la euforia, es un sentimiento que no se lleva bien con el carácter de esta tierra, y menos cuando enfrente está la poderosa maquinaria del PP. Los socialistas han visto cómo, un año tras otro, parecía imbatible ese enorme rodillo que, especialmente en el interior, impide cualquier fiesta.

Sólo la salida de Touriño animó la fiesta, y los socialistas comenzaron a creérselo. Pero son tantos años, y tanta la tradición conservadora, que enseguida surgieron las dudas. Periodistas y militantes preguntaban a cualquier dirigente, con aspecto de bien informado: "¿Está hecho, no? ¿Esta vez va a ser que sí, verdad?". A partir de aquí, el modelo de respuesta era doble, pero siempre muy gallego. Algunos apostaban por contestar con otra pregunta: "¿Tú crees?", seguida de una sonrisa cómplice. La otra fórmula, también muy propio del carácter de esta comunidad, era ésta: con cara de póquer, indefectiblemente: "Parece que sí, pero depende".

"Tantos años perdiendo"

Los gallegos, ya se sabe, son muy desconfiados. Incluso los que llevan muchos años en Madrid, como el senador Enrique Curiel. "Llevamos tantos años perdiendo, están tan aferrados al poder, casi a la tierra, que parece mentira que se vayan. Nadie lo acaba de ver muy claro". Algunos dirigentes se le acercaban para contarles detalles de los carrexos (acarreo) en algunos pueblos. "Ha votado gente en pequeños municipios de Ourense que nadie conocía, gente que han empadronado allí pero que viven fuera, se han movilizado hasta el final, lo están intentando todo", comentaba otro cuadro político con cara de susto.

Nadie quería darlo por hecho hasta el final. Y algunos ni siquiera después, porque queda la emigración. Muchos, con no poca sorna, decían que éstas eran unas elecciones "muy gallegas", porque pueden verse de una manera, y de la contraria. Después de sustos, alegrías y dudas, los socialistas se fueron a la cama contentos pero temerosos, y con la sensación de que la desconfianza gallega no es una casualidad, sino un mecanismo de defensa.

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