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ELECCIONES GALLEGAS | La batalla por el voto

CUADERNO DE BITÁCORA

Manuel Rivas

- Vázquez. Hay dos cosas muy gallegas en Galicia. Una es Francisco Vázquez, alcalde centenario de A Coruña desde hace por lo menos 25 años. Y otra es el Bloque. Había una situación extraña en la campaña. Vázquez, azote del nacionalismo gallego, no se había metido con el Bloque ni había sacado a pasear el tradicional caballo de Troya para darle un susto a su partido, el PSdeG, como en anteriores autonómicas. Al contrario, este alcalde admirador de Indalecio Prieto tiene un fuste largo-caballerista en los mítines, y el primer día se declaró "comprometido hasta las cachas" con Touriño. Del Bloque, ni mu. Se produjo un gran desconcierto en la ciudad.

- Versus. Corrió la voz. ¡Paco no dijo nada del Bloque! En Santiago y muchos otros ayuntamientos predomina el fair-play, la colaboración. En A Coruña, en clave municipal, hay una pugna permanente, un combate que casi se remonta al histórico de Cassius Clay con Sonny Liston. Esa rivalidad Bloque versus Vázquez es parte del paisaje coruñés, como los churros de Bonilla o las tapas del bar Bombilla. Hay casi un tercio de coruñeses que votan PP, pero, en un extraño descarte de última hora, el líder popular Corcoba quedó fuera de la lista y a los conservadores coruñeses se les ha puesto cara del extraterrestre Roswell en la Torre de Hércules. Así que todo el mundo en A Coruña estaba descolocado: los socialistas, los nacionalistas y los conservadores. Todos, menos los indecisos. El Bloque defiende como un ADN la lengua gallega. Vázquez raramente habla gallego, pero, según todos los filólogos, es el político gallego con más acento gallego. Cuando habla Vázquez, es como si doblara al castellano en marcha ondulante la zanfona de Faustino Santalices. Y es que todos llevamos, como en el hermoso verso parisino de César Vallejo, el acento pegado a los zapatos.

- Vázquez. Cuando quiere, Vázquez es un alcalde seductor, aunque le molestan los elogios porque se quedan cortos. Había huecos blancos en los periódicos. Vacíos radiofónicos. Las nubes se habían detenido en el Orzán. La ciudad iba hacia un destino incierto de ni fu ni fa. Tras siete días sin polemizar, disciplinado, Francisco Vázquez había aumentado tres kilos según la báscula que pesa el silencio en la farmacia Villar de la calle Real (calle Fermín Galán, en la República). Al fin, estalló. Nada de pacto. Sólo hay dos opciones, dijo, la socialista o la conservadora. El Bloque, acusó, está formado por "24 grupúsculos". Todos contentos. La declaración le ha permitido al candidato Touriño reafirmar su personalidad como presidenciable y apostar por el Gobierno alternativo. Quintana también sale reforzado en esa épica céltica de un líder que encabeza 24 clanes, cuando todos pensábamos que eran menos. Y Paco Vázquez se ha quedado desahogado y con más menos tres kilos de votos.

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