Una visión del futuro
Doce de junio de 2025. La vicepresidenta primera del Gobierno español con residencia permanente en Bruselas, entra en la sede de la Asamblea de Estados de la Confederación Europea en Bruselas para debatir con sus otros 52 homólogos, incluidos los de la Federación de Rusia y Turquía, cómo reaccionar a la prohibición de China, la primera potencia económica, de importar más nano-reparadores de tejidos orgánicos y genes humanos modificados para implantes made in Europe. El debate es duro y público. La vicepresidenta está cansada. La víspera ha tenido una ardua sesión de coordinación con sus 30 colegas de la Unión Europea, en la Asamblea de Estados de la UE, tras otra con los americanos, y la concertación previa entre los 10 de la Federación Europea, el verdadero núcleo integrado en esta Europa, a la que pertenece España, pero no el Reino Unido.
Ésta es una Europa muy diferente a la de 20 años atrás, y no digamos a la de 1985, cuando España firmó el Tratado de Adhesión
El fracaso de la Constitución Europea en el dichoso 2005 marcó un punto de inflexión, y se acabó convirtiendo en un revulsivo
Parece complicado, pero no tanto. Así funciona lo que antaño se llamaba la Europa de los círculos concéntricos y de las "cooperaciones reforzadas". Habían sido años difíciles. La vicepresidenta -de tal calado eran las decisiones a coordinar entre ministerios españoles e incluso comunidades autónomas que España optó por volver a Madrid todos los viernes para el Consejo de Ministros nacional- recuerda sus primeros pasos cuando como asesora especial del entonces presidente del Gobierno, había participado en la segunda convención que, en 2009, tras Mesina-2, preparó el nuevo Tratado de la Unión tras el fracaso de la llamada Constitución Europea en el dichoso 2005.
El fracaso de esa Constitución marcó un punto de inflexión, y se acabó convirtiendo en un revulsivo. El nuevo tratado había sido ratificado, en algunos países por referendos, en un mismo día, coincidiendo con elecciones al Parlamento Europeo. Sólo tres países votaron en contra, y posteriormente rectificaron, pues el tratado ya no requería de la unanimidad de las ratificaciones para entrar en vigor. Posteriormente, los 10, entre ellos los seis fundadores originales de la UE, España, Portugal, Irlanda y Eslovenia, habían dado un paso más para construir entre ellos una federación política que obligaba a decisiones económicas y en política exterior conjuntas.
Turquía seguía aspirando a entrar, pero se había quedado a las puertas desde aquel referéndum francés de 2005. Veinte años no habían pasado en balde. Las sociedades europeas, incluida la española, se habían transformado profundamente de la mano de la inmigración. Pese a los 10 años vividos en vilo con el surgimiento de una extrema derecha xenófoba en Europa -también en España, donde había logrado un partido propio que llegó a entrar en las Cortes- las cosas se habían calmado. Aunque no sin problemas, Europa se había reconciliado al pluriculturalismo, dentro de la laicidad propia de la Unión, y hasta de la Confederación, asumida incluso por el sucesor de Benedicto XVI en el Vaticano.
El euro había acabado consolidándose y reforzándose y hoy es la moneda de la Confederación -aunque no todos estuvieran en el órgano decisorio (Londres formalmente sigue sin adoptar el euro, pero éste funcionaba como moneda en el día a día de las grandes urbes británicas)-, y, en estos momentos, está a la par, en valor y difusión, con el dólar. La coordinación monetaria permanente entre Francfort y la FED en Washington es excelente e incluso con Pekín, pues el yuan se convirtió ya hace años en la moneda de referencia para toda la economía asiática.
La Federación, más el Reino Unido, es una potencia militar, con la mayor capacidad del mundo para desplegar soldados en operaciones de paz, a veces difíciles, en su periferia y en particular en el África que sigue castigada. Los años de "transformación" de sus ejércitos, entre 2004 y 2010, fueron difíciles, pero, al cabo, habían dado sus frutos. España es el primer contribuyente a la gendarmería europea, en la que se ha concentrado desde la desaparición de ETA del panorama español.
Educación e I+D
Ésta es una Europa muy diferente a la de 20 años atrás, y no digamos a la de 1985, cuando España firmó el Tratado de Adhesión. Entonces, España tuvo que adaptarse a la Comunidad existente, enseguida al mercado único que se lanzó en 1992, y de nuevo otro esfuerzo para llegar a la moneda. Pero todo eso había sido poco comparado con el reto de los últimos 20 años, de competencia absolutamente global que se ha llevado por delante sectores enteros de la economía. Pero las inversiones en educación y en I+D que empezaron de verdad en 2006, justo antes del gran pinchazo de la burbuja inmobiliaria, han dado sus frutos, así como los dineros llegados de las arcas comunes europeas a través de los programas de cohesión tecnológica que siguieron a las perspectivas financieras de 2007-2013. Pero el gasto comunitario sigue siendo reducido, no habiendo superado el 1,5% del PIB de la Unión, aunque en la Federación, para gastos de infraestructura y ciencia, una vez radicalmente transformada la Política Agrícola Común, que se había convertido en un apoyo directo a los agricultores y en parte fundamental de la política medioambiental común, haya pasado al 10% del PIB de los Diez.
Entre Federación, Unión y Confederación, España, con sus años de crecimiento económico, se ha convertido en contribuyente neto a las arcas comunes. Pero en la Federación esa situación importa menos. Es un debate parecido al de las balanzas fiscales entre autonomías en España en 2005-2006. Uno de los países más avanzados entre conexiones por tren y conexiones por tierra, España, con sus estrechas relaciones con el Cono Sur latinoamericano, y la Unión del Magreb Árabe, es siempre escuchada con atención en la Federación Europea. Pero las reuniones siguen siendo innumerables e interminables, se queja la vicepresidenta.
¿Qué se hizo?
AQUELLA CRISIS DE 2005 acabó produciendo un salto adelante, aunque no sin sobresaltos. Hubo que esperar al relevo democrático del grupo de dirigentes -Schröder, Chirac y Blair- antes de poder encauzarla. En el Consejo Europeo de la UE celebrado aquel 16 y 17 de junio, poco más de dos semanas después del no francés y del nee holandés, se marcó una línea a seguir. Se dejó que cada cual de los 14 países que no habían aún ratificado o rechazado la Constitución lo hicieran a su modo. Sólo Luxemburgo y Dinamarca llevaron a cabo, finalmente, sus referendos. El no luxemburgués llevó a dimitir -el único que lo hizo- a Jean-Claude Juncker, perdiéndose así uno de los mejores activos de aquella Europa.
Pero los 25 sorprendieron a todos de una triple manera: acordaron en esa reunión el marco presupuestario de la UE para 2007-2013, suprimiendo gradualmente (hasta 2011) el cheque británico, por una parte, y, por otra, el Fondo de Cohesión que tanto había beneficiado a España. Pero lo más sorprendente fueron las medidas de choque aprobadas para impulsar la competitividad de la economía europea, decisiones que se plasmaron en cuestión de meses. Se tranquilizó a Bulgaria y Rumania de que su ingreso se llevaría a cabo, aunque en 2008, y se abrieron en octubre negociaciones con Turquía, aunque, a pesar de los años que duraron, no llegaron a concluir en el ingreso en la UE, sino en la Confederación.
Los 25 se dieron un periodo de reflexión hasta la fecha señalada en la Constitución, noviembre de 2007, para ver por dónde avanzar. Decidieron que, entretanto, un Comité de Sabios, integrado por Delors, Kohl, González, Geremek y el joven experto británico Mark Leonard, hiciera un estudio y propuestas sobre en qué se había fallado, cómo seguir adelante. Dispusieron de medios fabulosos para investigar a la opinión pública europea. La respuesta final que presentaron fue la de los círculos concéntricos. Pero no se llegaría a aceptar esta fórmula hasta la Conferencia de Mesina-2 que arrancó a mediados de 2008.
Asimismo, los 25 encargaron a los presidentes de las tres instituciones y al secretario general del Consejo un estudio sobre qué aspectos de la fallida Constitución podrían empezar a aplicarse o a estudiarse, de acuerdo con los tratados vigentes en la actualidad, y así empezó a desarrollarse el servicio exterior europeo, a avanzar más la política común de defensa y a cambiar el mareante y nada eficaz sistema de presidencias rotatorias.
Todo esto pasó. Mas si no llegara a pasar, no podríamos seguir contando lo que vino después.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.