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Reportaje:

Una estrella ejemplar

El nervio ciático traiciona a Agassi, de 35 años, ante Nieminen y, sin poder correr, resiste tres horas hasta su derrota en cinco 'sets'

A nadie le gustó verle arrastrarse casi por la pista. Sin embargo, todos los espectadores admiraron el gesto de un Andre Agassi (séptimo en la clasificación mundial por puntos) que, a sus 35 años de edad, no quiso abandonar el torneo de Roland Garros dejando un partido inconcluso. Podía haberse retirado porque, tras la tercera manga, una inflamación del nervio ciático le volvió a gastar una mala pasada y le dejó la pierna derecha prácticamente inutilizada. Podía pegar a la bola, pero no correr. Sin embargo, cargando con el peso de su historial, apretó los dientes y resistió aun a sabiendas de que iba a perder. Así cayó en la primera ronda ante el finlandés Jarko Nieminen, el 98º, por 7-5, 4-6, 6-7 (8-10), 6-1 y 6-0 tras dos horas y 59 minutos. Fue el tiempo que duró su participación en su 58º grand slam. Un récord. Nadie ha llegado tan lejos.

"Un pinchazo de cortisona sólo son diez minutos. Pero debo ver si es o no bueno seguir así"

"No quería marcharme de ese modo", se limitó a contestar cuando alguien le preguntó por qué no había abandonado. Él es así. Una persona reflexiva, a la que no le cuesta confesar su compromiso con el tenis: "Tengo que hacer algo porque arrastro estos problemas desde hace demasiado tiempo. Pero no lo voy a decidir de una forma banal. Tengo detrás un largo palmarés que me avala y una deuda importante con este deporte. Debo pensar mucho sobre todos los aspectos antes de tomar una decisión al final de la temporada".

Su futuro parece claro durante los próximos meses. Pero sus palabras sonaron a anuncio de una retirada definitiva cuando, en septiembre, concluya el Open de Estados Unidos. No es extraño, puesto que su mal afecta a la misma raíz de su juego: el físico. Durante toda su vida ha sido un obseso de la preparación. Ha trabajado siempre con Gil Reyes buscando el equilibrio óptimo para poder desarrollar su mejor tenis. Pero desde principios de esta campaña el nervio ciático le ataca de vez en cuando, de manera inesperada. "No voy a renunciar si sé que con una inyección de cortisona puedo seguir otros tres o cuatro meses sin mayores problemas. Un pinchazo sólo son diez minutos. Pero debo valorar también si es o no bueno seguir de esa forma", advirtió.

La última inyección se la pusieron en febrero, justamente después del torneo de San José. Pareció que todo iba bien. Así que incluso se planteó jugar en Houston y viajar a Roma para entrar poco a poco, para adaptarse, en la tierra batida. "Creo que el año pasado me equivoqué al no jugar más que un torneo pequeño antes de Roland Garros [perdió también en primera ronda]", explicó; "esta vez, me sentí bien en Roma y hoy mismo [ayer] en el entrenamiento previo. Pero luego el dolor bajó hasta mi pierna. Y era muy intenso".

De aquel muchacho de 18 años con una larga melena rubia que se convirtió en la imagen de Nike a finales de los 80 y principios de los 90 no queda casi nada. Incluso él se siente ahora incómodo con algunas fotografías de su álbum. Y debe de haber borrado incluso otras, como las de su boda con la estrella cinematográfica Brooke Shields, que le llevó a los momentos más bajos de su carrera, cuando descendió hasta la 122ª posición en 1997. Pocos jugadores habrían salido de un pozo tan profundo, pero él lo hizo. Cuando ganó Roland Garros en 1999, no sólo se convirtió en el quinto jugador de la historia en conquistar grands slams en todas las superficies -ocho en total-, sino que reactivó su carrera.

"En aquel momento sentí por primera vez que no tenía nada que reprocharme", comentó; "la presión desapareció por completo, ya que todo lo que me llegara después sería un regalo. Y pude elegir que quería continuar jugando al tenis. A mis 29 años sentí por primera vez que estaba tomando una decisión sobre mi futuro". En 2001 tomó otra decisión crucial: casarse con la ex tenista alemana Steffi Graf y tener dos hijos, Jaden Gil y Jaz Elle: "No voy a entrometerme en sus vidas. Ellos elegirán qué quieren hacer y yo les ayudaré en lo que pueda. Mientras tanto, intento comprenderles, pero hay unas líneas claras que no deben franquearse".

¿Hacia dónde dirigirá su futuro? Es una incógnita que sólo él puede despejar. Su vida está enfocada: tiene una familia, ha creado varias fundaciones de ayuda a los niños necesitados y posee un historial envidiable y muchos millones de dólares. Sin embargo, se niega a decir adiós. El tenis es su vida y, aunque ahora ya no gana, se siente en deuda con él.

Andre Agassi, triste, en su conferencia de prensa.
Andre Agassi, triste, en su conferencia de prensa.ASSOCIATED PRESS

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