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Crítica:DANZA | Daniel Abreu
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La saliva y la piedra

Es poco habitual cuando un bailarín encuentra su propia vía de acceso a la creación. Y si ese resultado tiene el empaque y el compromiso que tienen los solos de Daniel Abreu (Santa Cruz de Tenerife, 1974), la función es un logro. Más que de un estilo vertical, en el canario hay que hablar de una sobria acumulación (el uso de la instalación, el collage sobre material de taller) que se amalgama en su ambigüedad, el humor maldito y un gusto refinado para el texto y la ritualización del monólogo interior. Su dibujo dinámico es severo. No se espera de él lo apolíneo, pero sí consigue figuras escultóricas fugaces que quedan; así se acerca al bonsái suspendido en el aire como quien obedece al tótem. Siempre Daniel resulta un niño en orfandad que se refugia en la ilusoria sombra del arbolillo, al que busca luz y lluvia, que sustituye con su saliva: otra ilusión llena de connotaciones, de búsqueda, de depredación. El otro partenaire es una piedra que carga y parece una cabeza rupestre o gorgona erosionada: roca y piel, antagonismo que une y lacera finalmente la carne. Esa imposición de la dureza es también argumento, pírrico triunfo de cualquier materia sobre los deseos.

Compañía Daniel Abreu

Se me escapa entre los dedos y A cal. Creación, interpretación y luces: Daniel Abreu; músicas: Bach, Jobim y otros. Teatro El Canto de la Cabra. Madrid, 14 de mayo.

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