Vuelve el son cubano
Se jubiló la Vieja Trova Santiaguera y se fue Compay, pero está Eliades. El que compartía con sus compañeros de la Casa de la Trova y mantiene viva la memoria de Miguel Matamoros, Sindo Garay o Ñico Saquito. Con su inseparable sombrero negro de vaquero y mucho talento.
Con nombres como los de Eliades Ochoa, Omara Portuondo o Ibrahim Ferrer, difícilmente la música tradicional cubana hubiera entrado en crisis. Hubo un tiempo en que, salvo por las canciones de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, Cuba parecía alejada del gusto del público español.
Pero, en los años noventa, asomaron unos cuantos ancianos venerables y se despertó la pasión por la isla. Hasta que la confusión se adueñó del mercado y el desapego se ha ido instalando de nuevo.
Eliades Ochoa y Cuarteto Patria
Eliades Ochoa (voz y guitarra), Manuel Sánchez y Alexis González (trompeta), Osnel Odit (guitarra), Humberto García (piano), Jorge Maturell (congas), José Martínez (bajo) y Eglis Ochoa (maracas). Primera parte: grupo Chanchullo. Festival Integrarte. Teatro Albéniz. Madrid, 8 de mayo.
Eliades Ochoa ya andaba con 11 años y una guitarra pasando el sombrero en casas de mala nota porque la necesidad era grande. Cerca ya de los sesenta, Eliades tira del carro de la música tradicional: guajira (El carretero, de Portabales, que él hace como nadie), son (Estoy como nunca, Píntate los labios María...), guaracha (Cariño falso) o bolero (Toda una vida). Material de compositores populares que creaban poesía con música y han legado un tesoro a sus compatriotas. Por muchas generaciones.
Suya es la voz primera que se escucha en el apabullante Chan chan de Buena Vista Social Club. Además, es un guitarrista magnífico -véase La comparsa, de Lecuona- con una pulsación única en ese instrumento híbrido, entre la guitarra española y el tres cubano. Dijo, con ironía guajira, que a él no le preocupa la muerte sino el tiempo que hay que estar muerto. Lo confesó antes de tocar El Cuarto de Tula. Un sonido intenso, agreste y carnoso. Canta Eliades que ya no quiere ser sonero y que ahora será científico. El son no puede permitírselo.