El vídeo es mayor de edad
Victoria Combalía tiene razón cuando subraya en el texto del catálogo la importancia de dos vídeos que ella como comisaria incluyó en esta exposición. El primero, Hameln, es de la norteamericana Anna Gaskell y el segundo, Aranjuez, es del mexicano Gonzalo Lebrija, y el juego de semejanzas y diferencias entre ambos tiene especial interés porque pone en evidencia un cierto modo de convertir el vídeo en arte compartido por muchos videoartistas y especialmente por los media. Las semejanzas entre estos vídeos las dicta su propia composición, que en ambos está dominada por la vista aérea de una multitud que en un caso se desliza sobre la nieve y en el otro se arremolina sobre la dureza del pavimento urbano. La diferencia se reduce a que la multitud grabada sobre la nieve por Anna Gaskell la forman unas colegialas alegres y despreocupadas mientras la captada por la cámara de Lebrija la forman los forofos de un equipo de fútbol mexicano que tras una victoria del mismo se dedican a acosar a unas jóvenes que han tenido la mala suerte o la peor idea de coincidir con ellos en el mismo lugar. Pero la diferencia entre la alegría de unas niñas ajenas a cualquier peligro y el pánico de unas mujeres atrapadas en un remolino de machos sobreexcitados desaparece o queda neutralizado por la puesta en escena que convierte a episodios de contenidos tan opuestos en coreografías perfectamente equiparables, aunque la primera esté acompasada por las notas del Peer Gynt de Grieg y la segunda por el Concierto de Aranjuez interpretado por Herb Alpert y su Tijuana Brass Band. El vídeo se convierte así en arte al precio de concederle la razón a Steve Seid: "El trágico acontecimiento, convertido en fotograma eterno, es purgado por el reconocimiento y la reinterpretación de la imagen". Él se refería a The Eternal Frame -la película que dos colectivos artísticos americanos dedicaron en los años setenta al asesinato de JFK- pero vale también en este caso porque Lebrija ha reinterpretado de tal manera las imágenes documentales del acoso sexual que el resultado de su intervención da lugar a una experiencia estética fascinante.
LA IMAGEN DE LO INVISIBLE
Videocreación contemporánea
Sala Alcalá 31. Madrid
Hasta el 5 de junio
La puesta en escena convierte episodios de contenidos opuestos en coreografías equiparables
En el extremo opuesto de esta "purga", de esta "estetización del acontecimiento", se sitúan la también norteamericana Ann Mandelbaum y el coreano Keun Byung Yook. Y no es que ellos no ofrezcan con sus trabajos una experiencia estética tanto o más intensa que la que ofrece Lebrija. No, lo que pasa es que ellos para trabajar no se apoderan de la imagen de acontecimientos casuales o ajenos a su voluntad sino que producen imágenes ex novo, conscientes desde antes de empuñar la cámara de lo que quieren hacer y de adónde pretenden llegar con el material que piensan grabar. En el caso de Mandelbaum -conocida más como fotógrafa que como videoartista- es evidente que ella quería de antemano investigar las posibilidades ofrecidas por la exploración visual detallada de la boca, las fosas nasales y los ojos. Para lograrlo posó ella misma como modelo, luego utilizó lentes que le permitieron unos primerísimos primeros planos de sus propios órganos y finalmente manipuló esas imágenes para aislarlas de su entorno. La pieza se llama White Sides y la danza de formas carnales a duras penas reconocible en la que se convierte el despliegue de las imágenes captadas por Mandelbaum tiene notorias connotaciones sexuales. Al fin y al cabo Lacan, en el seminario dedicado justamente a la Mirada como objeto 'a' minúscula, cifra la sexualidad en la capacidad de los órganos de cumplir funciones distintas de las que fisiológicamente le son asignadas, tal y como ocurre ejemplarmente con la boca y los ojos en la felación o en el voyeurismo.
La trayectoria artística del coreano Yook es muy distinta a la de Mandelbaum y ha estado centrada en la evocación y la reflexión sobre asuntos cruciales tanto de la tradición cultural de su pueblo como de las durísimas pruebas que ha sufrido a lo largo del siglo XX. La pieza que expone en esta ocasión Messenger's Message es una videoinstalación que hace parte de una obra más amplia y ambiciosa, titulada The Sound of Landscape + Eye for Field, y aunque tiene su motivación es el interés del artista por los ritos funerarios tradicionales -que incluyen el pegar fuego a las ropas del difunto- la verdad es que termina siendo una pieza absolutamente formalista. Hipnótica y formalista en su dedicación sin distracciones a la representación exhaustiva del fuego, ese mensajero entre el Cielo y la Tierra consagrado por todas las tradiciones. Sólo que en este caso esas tradiciones se quedan fuera de la pantalla.
La obra de la indonesia Fiona
Tan supone igualmente un punto de inflexión en su trabajo, concentrado en la utilización de material audiovisual previamente existente para componer piezas referidas a los roles asignados a los asiáticos y los africanos en las estructuras de dominación implantadas por el colonialismo europeo. En Downside Up ella deja de lado esta orientación para producir un extraordinario poema visual en blanco y negro en el que las imágenes invertidas de los cuerpos y las sombras muy alargadas de los paseantes por una calle de Amsterdam evocan lo que tiene de fantasmagórica nuestra condición actual. Fantasmagóricos resultan también los personajes invocados por el egipcio Hassan Khan para poblar de sombras el pasaje peatonal subterráneo de El Cairo que es a la vez escenario y protagonista de su vídeo Tabla Dubb Nº 9.
Pero quizás el uso más frecuente que los artistas han dado al vídeo a lo largo de una historia compartida que ya dura 40 años es el de medio de registro y documentación de sus happenings y performances. Así lo hizo Nam June Paik y así siguen haciéndolo artistas de esta colectiva como Inazio Escudero, Sergio Prego, Shinique Amie Smith o el artista macedonio Robert Gligorov. Este último presenta un vídeo de 8 minutos y 53 segundos de duración en el que vemos sólo la cabeza del propio artista que abre su boca para dejar salir el pájaro que hasta ese momento anidaba en ella. Las alusiones al alma o al espíritu que nos abandona a última hora quedan subrayadas en la incertidumbre y el desasosiego que habrá causado en el artista el hecho de meterse un pájaro vivo en la boca y mantenerlo dentro durante un largo rato.
Al final los vídeos de la catalana Blanca Casas Brullet, del portugués João Onofre y del americano Anthony Goicolea son los que resultan más teatrales. Al punto que tal vez no debería llamarse performances por lo que tienen de mediados por un guión, por unos actores y por una puesta en escena o por lo menos por un aparato escénico muy elaborados. Quizá se deba precisamente a este alejamiento de todo lo que el performance todavía conserva de fugaz e irrepetible el escaso interés y los pocos estímulos que nos dan estas obras.
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