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¿Quién teme a la prensa gratuita?

Joan Subirats

En los últimos tiempos se ha extendido y aparentemente consolidado el fenómeno de la prensa gratuita. Su presencia es abrumadora en los medios de transporte. Era habitual encontrarse con pequeños opúsculos o revistas de cierta periodicidad y de distribución gratuita que tenían difusión y alcance limitados a un barrio, a un sector de actividad comercial o educativa o a una localidad específica. Lo nuevo del tema es que ahora estamos hablando de periódicos de noticias generales y que, por tanto, parecen competir directamente con la prensa tradicional y regular. En los momentos en que, como ahora, su difusión alcanza niveles significativos, las preguntas sobre su grado de compatibilidad con la prensa ordinaria, o sobre los efectos que puede producir su progresión en el mercado informativo general, resultan cada vez más pertinentes. A nadie se le escapa que el mundo de los media tiene gran impacto en las percepciones sociales y está fuertemente condicionado por razones económicas, y que las distintas cabeceras tienen y generan significativas influencias políticas. El tema no es por tanto estrictamente anecdótico o empresarial.

Una pequeña inmersión en el asunto nos dice que en diciembre de 2004 existían periódicos gratuitos en unos 30 países, que cubren, con algunas excepciones, las áreas más desarrolladas del mundo. La oleada surge en 1992, cuando en Suecia se desarrolla el concepto de un periódico gratuito especialmente pensado para los usuarios del transporte público. La cabecera Metro inicia una andadura que le llevará 13 años después a editar versiones locales del periódico en 63 ciudades de 17 países distintos, alcanzado cifras de difusión que, según la propia empresa, llegan casi a seis millones de copias. Los noruegos de Schibsted lanzan su 20 minutos poco tiempo después y se extienden asimismo de manera significativa, alcanzando, según la misma empresa, cifras que rondan los dos millones de lectores. Otros empresarios siguen ese rumbo y así, según el profesor de la Universidad de Amsterdam Piet Bakker, se reparten hoy en el mundo 15 millones de ejemplares, que leen más de 35 millones de personas, en esa lógica tan habitual en este tipo de prensa que es su reutilización por más de un lector. Esa expansión no se ha producido sin problemas, legales en ciertos casos, de rechazo por otros distribuidores en otros, o simplemente generados por quienes veían amenazado un mercado que hasta entonces estaba relativamente controlado. Eso ocurre sobre todo con los periódicos más locales, que ven peligrar su difusión.

En efecto, una de las grandes preguntas que se plantea con este nuevo fenómeno mediático es si los periódicos tradicionales han perdido o van a perder lectores por culpa de esa agresiva intromisión que consiste en regalar lo que otros hacen pagar. En general, los estudios realizados parecen apuntar que en su gran mayoría los lectores de periódicos gratuitos son nuevos lectores: jóvenes que no compraban prensa o personas con bajos recursos económicos que no gastaban en información. Si ése es el grueso de lectores, es cierto que en los márgenes encontramos personas que suman a la prensa que ya leían habitualmente los nuevos medios, o aquellas que han tendido a sustituir su compra por el nuevo recurso informativo gratuito. En los países con más tradición de lectura de periódicos (que no es nuestro caso), no se han observado cifras alarmantes de canibalismo, es decir, de fagocitación de los medios tradicionales por los recién llegados. No he encontrado estudios concluyentes sobre lo que ocurre en España o en Cataluña. Pequeñas catas en "círculos bien informados" apuntan que algunos diarios cuyo formato y forma de presentar las noticias tienen cierto parecido con la de los periódicos gratuitos pueden haber sufrido un poco más el efecto sustitución. Se apunta también que la confluencia de prensa gratuita y uso creciente de Internet para recibir información actualizada y sin coste habría provocado un descenso global del 5% en la difusión y venta de la prensa convencional. En este sentido, el creciente uso de las promociones y colecciones con que los periódicos tratan de reforzar su presencia en el mercado (sobre todo los fines de semana, días en que no se distribuye la prensa gratuita), serían estrategias encaminadas a evitar ulteriores daños. En otros casos, algunos editores han preferido entrar en el mundo de la prensa gratuita para diversificar así la oferta y reducir impactos (como han hecho en España el grupo Correo, La Vanguardia o ABC).

Los más optimistas afirman que cada nueva irrupción en el mercado informativo de un nuevo medio de comunicación ha provocado la sensacion de desplome. Ocurrió con la radio, luego con la televisión y ahora con la expansión de Internet. Y en cada ocasión la prensa escrita ha resistido el envite y ha encontrado de nuevo su ubicación. La prensa gratuita compite en el mismo espacio que la prensa convencional, pero lo cierto es que lo hace de manera mucho más ligera. La endeblez numérica de sus equipos de redacción, la dependencia de las agencias o el propio formato, pensado especialmente para los minutos que la gente pasa en los medios de transporte, no les permite competir con lectores habituales de prensa que buscan más profundidad y exhaustividad en la información. Más bien se dice que un joven lector de prensa gratuita puede ser un futuro lector de periódico convencional, como antes se decía que se empezaba con El capitán Trueno y se acababa leyendo la prensa diaria. Lo importante es ver qué efectos tiene todo ello en la cobertura informativa del país, en la capacidad de garantizar el pluralismo, y en afianzar los niveles de información y de opinión de la ciudadanía, ya que en ese punto ésta es una de las claves de la capacidad de respuesta y movilización de una sociedad activa. Los datos que correlacionaban medios informativos habitualmente seguidos con nivel de conocimiento sobre lo que realmente ocurría en Irak por parte de los ciudadanos norteamericanos eran espectaculares. Los espectadores de Fox News o los seguidores de la red pública (PBS) acababan observando dos mundos radicalmente distintos. Por el momento no se observan en la prensa gratuita fenómenos preocupantes de distorsión informativa que vayan más allá de lo que ya resulta habitual en la prensa convencional. Lo cual, ciertamente, no es decir mucho.

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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