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MÚSICA

Los secretos de 'Giulio Cesare'

NO ES un secreto que la partitura haendeliana más exuberante conquista a los públicos modernos. Su música es de una inagotable y continuada belleza y se corresponde con los personajes que viene a describir y las situaciones que logra reflejar. Tres horas de inspiración sin desmayo, duración que suele abreviarse en más ocasiones de las que sería deseable. Cleopatra, estrenado por la célebre soprano Francesca Cuzzoni, goza de una riquísima gama de posibilidades expresivas: coqueta, irónica y caprichosa, sensual y provocativa, va creciendo a lo largo de la ópera para disfrutar del feliz remate. Cuenta con páginas tan hermosas como las patéticas Se pietà di me non senti o Piangerò la sorte mia (¿se puede pintar mejor y tan bellamente la indefensión femenina?) o las deslumbrantes Non disperar, chi sà? y, sobre todo, Da tempeste il legno infranto. César, gracias al evirato Senesimo, cuenta con un imponente recitativo acompañado, Alma del gran Pompeo, un típico momento de esequie (de funerales) según la normativa barroca, habla del porte de su carácter, que vemos luego desdoblarse en guerrero animoso y en enardecido amante. Su Va tacito e nascosto, otro también típico exutorio del género, es una de las páginas más logradas de tan generosa partitura. Cornelia, papel estrenado por la contralto inglesa Anastasia Robinson, se presenta con un lamento sublime, Priva son d'ogni conforto, y mantiene a lo largo de la obra este tono de grandiosa imagen del dolor mujeril, cerrando el primer acto con el imponderable dúo Son nata a lagrimar. En él su hijo Sesto se adapta solícito a las muestras del dolor maternal, olvidando los impulsos vengativos juveniles de Svegliatemi nel core (esplendoroso momento que en voz tenoril nos descubrió Plácido Domingo en su primer recital discográfico), luego renovados en el no menos espectacular L'angue offeso mai riposa. Dado a conocer por el castrado Gaetano Berendstadt, el carácter de Tolomeo, inseguro, susceptible, despechado, algo libidinoso, ya se pone de manifiesto en L'empio, sleale, indegno, pero adquiere mayores matices en Sì, spietata, il tuo rigore o en el arioso Belle dee. También Achilla cuenta con sus páginas solistas, que lo presentan como un eco guerrero y sentimental en negativo de Cesare, mientras que Nireno y Curio han de conformarse con intervenir exclusivamente en los recitativos. Para la reposición londinense de Giulio Cesare en 1725, Haendel escribió para Nireno la página solista Qui perde un momento, aria que seguramente no se cantará (nunca se interpreta, por lo demás) en la versión murciana de la ópera.

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