Con cara de malos
Quique Flores inventa "trucos" para motivar a sus jugadores
No pisar las líneas, saltar sobre el escudo, besarlo, sujetar con fuerza las medallas, rezar a la virgen, dibujar una cruz en el aire, no cambiarse de chaqueta, ni de corbata, ni de calcetines. Los entrenadores de fútbol, antes de los partidos, mezclan la superstición, la coctelera de adrenalina de sus futbolistas, la psicología aplicada y los conjuros a la divinidad. "Manías", resume Nano, central del Getafe. Quique Sánchez Flores, su técnico, obliga a sus jugadores a dar la mano con fuerza y a mirar a los ojos con fiereza a sus rivales durante el ritual de la presentación previa a los encuentros. "Salimos con cara de malos", dice Albiol, resumiendo el espíritu de las instrucciones de Quique. "Es una forma de decirles 'aquí estamos y os va a ser muy duro pasarnos por encima'", añade Nano.
"No me gusta que me den la mano flácida, me desagrada esa sensación", se explica el entrenador, que se extiende: "Quiero que transmitan al adversario que salen al césped con fuerza, quiero que no bajen la cabeza, que mantengan la mirada fija, imperturbables". Pero no siempre lo consigue. Albiol confiesa que si el futbolista al que le corresponde ponerle cara de chico duro es un conocido no puede evitar reírse "un poco". Nano, estudiante de magisterio, interpreta que el truco "es más para motivarnos a nosotros, para salir concentrados, que para amedrentar a los contrarios".
"Nos ponemos en plan Hermanos Dalton, todos en fila", describe el joven internacional Albiol. El centrocampista reconoce que por el momento la patente del invento es exclusiva del Getafe, de Quique: "A nosotros, los demás equipos, nunca nos han mirado con cara de querer matarnos".
Quique Sánchez Flores intenta ponerse "en la piel" de sus jugadores. Adivinar sus reacciones. Cambiar de papel. La motivación "es importante". Antes de saltar al césped, antes de apretar las manos del contrario mirándole con cara de desafío, cada jugador recibe un golpe en el pecho, a la altura del escudo. "Nos da los golpes en carrera", dice Nano. Este truco está más extendido. Cúper lo hace en el Mallorca y Aimar, ex del Logroñés o el Celta, lo escenificaba en público, a la salida del túnel de vestuarios. "Me gusta que salgan encendidos, gracias al golpe saben que quiero que jueguen con tensión", dice Quique.
Poco antes del golpe en el pecho, el preparador da la última charla. Intenta adivinar lo que va a suceder en el campo y transmitírselo a los futbolistas. Cuando termina, los jugadores empiezan a aplaudirse a sí mismos. "Suenan palmas de ánimo", precisa Quique Flores.
"El secreto del Getafe está en el buen rollo de su vestuario", revela el veterano Gica Craioveanu. Sergio Sánchez, portero suplente, también alabó el "buen ambiente" de la caseta: "Es uno de los mejores sitios en los que he estado". Sobre uno de los bancos del vestuario reposa un aparato de música. Gallardo y el utillero, Javier Cabeza, suelen poner flamenco. Alto, muy alto. "Pero eso sólo lo hacemos en los entrenamientos, nunca antes de los encuentros", subraya Quique.
Toda la plantilla, 25 jugadores, del Getafe viaja en un vuelo chárter a Barcelona, incluido el delantero Pachón, que está lesionado. "Es un premio", dicen desde la entidad. "Nunca se sabe cuántos partidos más contra el Barça vamos a poder jugar".
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