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FÚTBOL | Vuelta de los cuartos de final de la Liga de Campeones

Un gol contra 'La Corugna'

Diego Torres

Para los ingleses, La Coruña es el nombre de una campaña del duque de Wellington. Para los milaneses, La Corugna es el nombre de uno de los desastres que más motivos de escarnio han suscitado entre la población de la ciudad: el 4-0 del Deportivo al Milan en los cuartos de final de la Liga de Campeones del curso pasado. Aquella noche, las tropas de Carlo Ancelotti acudieron a Riazor con el bello recuerdo del 4-1 de la ida. La moral no podía ser más alta, no se contabilizaban bajas y la Champions parecía más rossonera que nunca. La respuesta fue un 4-0 que los dejó fuera del torneo.

Alessandra Bocci, periodista de La Gazzetta dello Sport, periódico deportivo de fuerte raigambre milanesa, escribió el lunes que "en la vida de todos hay una La Corugna. Te sientes en la cima del mundo y te hunden en el fondo del mar...".

Con esos demonios a cuestas, el Milan volvió a jugar unos cuartos de final de la Liga de Campeones en campo contrario. Un año después de La Corugna, el partido tuvo el carácter de un exorcismo. Pero, por suerte para el Milan, las condiciones ambientales fueron notablemente mejores. No tuvo que ir al Finisterre a jugar el partido. Lo hizo en su propio estadio, en el campo de San Siro, porque con su rival, el Inter, además de compartir ciudad comparte estadio.

"La Corugna", recordó el técnico, Carlo Ancelotti, "no ha sido un pensamiento recurrente. Para prepararse bien es preciso cultivar sensaciones positivas. Además, jugamos en casa".

Antes del partido, Andrei Shevchenko se mostró animado en relación al incubo, la pesadilla. Dijo: "Dentro de nosotros no existe el miedo de revivir la pesadilla de La Corugna". Para apoyar su declaración hizo un golazo con un disparo desde fuera del área, con rosca para eludir los guantes de Toldo, pegado al segundo palo. El tanto cerró virtualmente el partido (0-1), la eliminatoria y los malos recuerdos.

Ayer, para el Milan fue más fácil defenderse del asedio. En el Inter no jugaba Valerón, ni Víctor, ni Mauro. El Inter de ayer fue un equipo agarrado a la figura renqueante de Adriano, que jugó lesionado y se marchó a la ducha después del descanso. En la mejor tradición reciente, el árbitro, Markus Merk, no hizo nada por aplacar el sentimiento de victimismo que se ha instalado en la hinchada local: anuló un gol aparentemente legal a Cambiasso. El argentino se quejó amargamente por la decisión y vio la tarjeta amarilla.

La curva que ocupaba la afición del Inter replicó al árbitro con un lanzamiento masivo de bengalas y basura. Una de las bengalas golpeó a Dida, el portero del Milan, que cayó herido.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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