Un gol cada 2,9 remates
Owen, con 11 tantos pese a no ser titular habitual en el Madrid, se ha convertido en el delantero más certero de las Ligas europeas
Para Michael Owen, el gran clásico del fútbol español fue una disputa fugaz. Si tuvo el balón durante más de un minuto fue por muy poco más. Durante esos segundos, el delantero del Madrid fue el jugador más eficaz del partido. Disparó una vez y marcó un gol. Casi como en Albacete, hace una semana: dos disparos, un gol.
A Owen, un flemático fiel a sus raíces campesinas, no le gustan los excesos. No es el que más goles ha marcado ni el que más minutos ha disputado. Pero, con un tanto cada 2,9 remates, es, de lejos, el goleador más efectivo de Europa. Pasa con los viejos depredadores: tanta práctica le ha convertido en un crack del ahorro energético.
Fernando Torres, quizá por aquello de Niño, es la antítesis de la administración de energía. Allí donde Owen necesita 2,9 remates para marcar él no hace menos de 7,9. Tres veces más. Allí donde Owen precisa 131 minutos para llegar a la red, Torres se pasa 245 de media. Algo similar le sucede a Samuel Eto'o. El pichichi del Barça es un fiel exponente del dispendio de recursos: lleva 105 remates en la Liga y precisa 6,1 de media para mover el marcador. Fuera de España tampoco hay un delantero que acierte tanto. Henry, en Inglaterra, necesita 5,4 por gol. Montella, capocanonniere de Italia, requiere 3,6.
Dijo el técnico del Madrid, Vanderlei Luxemburgo, que los méritos de Owen son los culpables de haber dejado en el banquillo por primera vez a Luis Figo, todo un símbolo. Figo es un jugador que tiene exactamente todo lo que no tiene Owen: desborde, habilidad, manejo y un derroche de acciones con la pelota por partido.
Owen mira y calla. Tiene 26 años y dos Mundiales a sus espaldas. Comprende un poco el castellano, pero no lo habla. Cuando se reúne a comer con sus compañeros en la concentración, en medio del alboroto que se genera en las mesas, entre bromas y anécdotas, permanece en silencio, sonriente a veces, pero serio en general. Sólo de vez en cuando intercambia pareceres con Gravesen, Salgado, Solari o Beckham,los anglófonos. Si su técnico le dice algo, asiente y obedece. Si se entrena, se entrena como si compitiera. Y en cada disparo se advierte la intención metódica de apuntar a los costados.
Allí donde Ronaldo se deja llevar más por la vocación festiva y el instinto; allí donde el brasileño ejecuta fintas para engañar al portero y los golpeos violentos, Owen es más cerebral. Sabedor de que no es capaz de virtuosismo alguno, se preocupa de sintetizar. Levanta la vista,siempre; se perfila y acomoda la pelota junto a la cepa de un palo, junto a la cepa del otro o a las escuadras. Bastantes tiros se le van fuera. No se resigna. Entrenamiento tras entrenamiento, práctica tras práctica. Su intención es hacerlo rápido y evitar que el portero roce la pelota.
Puede que Owen sea el Balón de Oro menos carismático de la historia. Puede que se trate de un joven poco dado a la vida social. Sea cual sea el plan nocturno, prefiere quedarse en casa con su familia. Su pasión alternativa son los caballos. Para eso no necesita compañeros. Está convencido de que su titularidad es justa. Está seguro de que su trabajo es bueno. Y vive pendiente de ser recordado en Inglaterra. Le gustaría que lo evocasen como al mejor. El infalible. El más eficaz.
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