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PERSONAJE

"No muerdo"

Mianne Bagger, la primera golfista transexual, supera el recelo de las otras jugadoras y consigue modificar las reglas del circuito

Mianne Bagger (Copenhague, 1966) balancea los brazos, largos, recubiertos de un vello rubio casi transparente, y sujeta un palo de golf imaginario mientras guiña los ojos azules al sol. "He saltado muchas vallas y muy altas a lo largo de mi vida, pero lo que no te mata te hace más fuerte", dice con un hilo de voz, afónica, sin parar de mover las manos en su swing etéreo. Bagger era antes un hombre. Ahora es el primer transexual que juega en el circuito femenino y uno de los primeros de la historia que despunta en el deporte profesional. El pasado jueves debutó en el europeo en Tenerife. Lo hizo bastante mal. No pasó el corte. Pero es que necesita "tiempo". Paciencia no le falta. Empezó a jugar a los ocho años y ha debutado a los 39. Es el primer golfista nacido hombre que compite con mujeres. "Igual ha habido otros antes, pero nunca se les descubrió. Eso pasa", apunta con una sonrisa irónica la danesa.

"Todo el mundo tiene una historia, aunque quizá la mía sea un poco más especial", concede, ya de noche, con un traje de fiesta oscuro que deja sus hombros al aire. Baila junto a un grupito de jugadoras, meciéndose levemente, casi con desgana: "Las chicas me han aceptado bien, aunque a algunas no les hace muy feliz mi presencia y no me tragan". Algunas arrugan un poco la nariz, algunas no se acercan al grupito que danza en torno a Bagger. Les parece "injusto" porque Bagger es más fuerte. Su musculatura es de otra naturaleza. "No muerdo", se defiende ella, suave, apartándose el flequillo de la frente. "Nunca entenderé por qué me dan de lado, pero no puedo hacer nada por solucionarlo. Peor para ellas", reflexiona con un tono de voz pedagógico, acostumbrada a dar conferencias, a hilar discursos reivindicativos.

De hecho, el punto fuerte de esta jugadora, criada en Australia por motivos laborales de sus padres es el juego corto, la precisión, los putts. "Le pego recto con las maderas, pero no muy fuerte", comenta como si fuera una coartada, una disculpa, ante su díscola genética. Tampoco sus resultados indican que su ADN le proporcione grandes ventajas. Sólo ha ganado algunos torneos amateurs.

A Bagger no le gusta que le pregunten cuando inició la "transición". "Es una pregunta absurda porque tú lo vas intuyendo, pero eres demasiado joven para darte cuenta de golpe. Es un proceso gradual, muy gradual", confiesa eludiendo la respuesta y mirando una bandeja de canapés que sobrevuela su cabeza.

La asociación norteamericana de golfistas ha modificado sus normas pensando en ella. El circuito europeo, también. Antes no podían participar las que no hubieran nacido mujeres. Un pequeño matiz lingüístico que dejaba fuera a Bagger. Ya está solucionado. Pero antes pasó por épocas de "fuerte depresión". Y no sólo por motivos profesionales. Cuando afrontó lo que ella llama su "transición", lo que más "miedo" le daba era la reacción de los otros: "Entiendo que para los demás es un shock verte cambiar de la noche a la mañana de sexo". Los prejuicios sociales y algunas peregrinas teorías sobre los transexuales que escucha en los medios de comunicación la ponen "enferma". Bagger es una activista. Además de profesional del golf, se ha erigido en cabecilla del mundo transexual. Señala a "cientos de transexuales" que tienen éxito en su vida cotidiana: "Médicos, ingenieros, presentadoras de televisión...". "Hay un verdadero malentendido sobre lo que significa la transexualidad. Nosotras queremos ser felices, como el resto", recalca asombrada de que alguien no entienda esa "obviedad".

"El golf es un reflejo de la sociedad", sentencia. Y, parece, la sociedad todavía observa con recelo a personas como Bagger. Personas "con una sexualidad más compleja". "No tenemos los mismos derechos que los demás. Somos una de las minorías más discriminadas del planeta Tierra", subraya con uno de sus dedos. Bagger ha tenido que ir instancia a instancia, tocando con los nudillos de puerta en puerta, derribando la resistencia de "los diversos directivos del golf", que pensaban que su lugar no estaba entre las mujeres. Ni entre los hombres. Que, en realidad, "no tenía ningún lugar".

A Bagger le gusta la música y le gusta patinar. Pero, sobre todo, le gusta "vivir, vivir y vivir". Y el golf, claro, pero "jugando bien y ganando. Si no, no tiene gracia".

El viernes pasado concluyó su primera participación en el circuito europeo. No superó el corte. "No estoy preparada aún. Además, he tenido un resfriado", se justifica.

Mianne Bagger observa la bola en el Open de Australia.
Mianne Bagger observa la bola en el Open de Australia.ASSOCIATED PRESS

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