La estocada de Uceda Leal marcó lo mejor
La estocada de Uceda Leal al quinto fue pura ortodoxia. No hubo ningún otro momento durante la tarde tan auténtico como ése. Poca cosa. De esa estocada a todo lo demás, apuntes como mucho. Algún boceto que otro. Sin ser, tampoco, corrida de grandes detalles. Pero esa estocada, en fin, marcó lo mejor. Con tanto bajonazo en lo que llevamos de feria, la estocada de Uceda reivindica la llamada suerte suprema. Que se repita.
Antes de ese momento tan brillante, una faena afanosa de Uceda al quinto. De ataque. Y larga. Cuidado el toro con esmero en varas pero bien sangrado, pareció enemigo menor para torero con tantos recursos. Puso mucho Uceda para recibir tan poco de un toro que acabó como empezó, flojucho y soso. Uceda aligeró al final, cuando la faena ya había cumplido su fase principal, con molinetes en cadena.
Alcurrucén, Lozano / Califa, Uceda, Bolívar
Cuatro toros de Alcurrucén y dos, 2º y 3º, de Hermanos Lozano. Desiguales de presencia. Blandos, nobles y manejables, aunque venidos a menos. El Califa: casi entera trasera y caída -aviso- (saludos); pinchazo y entera pasada (silencio). Uceda Leal: entera corta y caída (silencio); -aviso-, gran estocada (vuelta). Luis Bolívar: tres pinchazos y bajonazo (silencio); media muy baja (palmas). Plaza de Valencia, 14 de marzo. 3ª de feria. Media entrada.
El primero de Uceda, segundo de la tarde, no tuvo presencia. La comparación de un torero tan alto como Uceda y toro tan bajo e insignificante como aquel desproporcionaba la escena. Poco toro. De toda la corrida, ése fue el único que tuvo algún apunte de manso. Protestón y empleado a la defensiva, se incomodó mucho. Escaso toro en apariencia, pero muy complicado. Probón por el lado izquierdo, no le dejó a Uceda asentarse. Se empleó el torero en labor que en su conjunto resultó muy movida. De buscar por aquí y por allá. De encontrar apenas nada.
Los buenos apuntes de Bolívar en sus dos toros se dieron de bruces con la inesperada decisión de cortar muy pronto ambas faenas. Casi por lo sano. El tercero perdió las manos en alguna ocasión, pero resultó en principio un buen toro. Apenas molestado, dejándolo a su aire, Bolívar se centró con él en un par de series con la derecha. No cuajadas del todo, pero sí de buen tono. Todo con mucha ceremonia entre serie y serie. Al primer intento de torear al natural, el toro se le vino directo al pecho. Fue el aviso definitivo de que el toro tenía la reserva encendida. No insistió Bolívar.
El sexto, que nunca tuvo fijeza, pareció muy enterado en banderillas. Muy pendiente de cualquier movimiento. Tampoco tuvo clase, pero descubrió ser obediente en la muleta. En éste, Bolívar se centró mejor por el pitón izquierdo. La primera serie tuvo mejor remate. La segunda, más forzada. Pero ambas fueron sutiles y limpias. Cuando parecía que la faena podía tomar vuelo, se fue Bolívar a por la espada. Quedó todo como algo incompleto. Un feo bajonazo, al igual que en su primero, acabó por dejar en casi nada lo de antes.
No fue la tarde de El Califa. No se entendió ni con el primero ni con el cuarto. Y, además, equivocó las pautas en ambos. El toro que abrió la corrida tuvo raza, posiblemente el que más. Un pase cambiado, en el centro del ruedo, fue promesa de faena que luego no se cumplió. No dominó la situación El Califa, y torero y toro parecieron campar cada uno por su lado. Sin norte, todo acabó con el toro incluso venido a menos.
Al cuarto dejó que le pegaran mucho en varas. Demasiado. Sobró el segundo puyazo y lo acusó el toro en la muleta. Volvieron a cruzarse las intenciones del torero y las posibilidades del toro. Sin geometría, la faena se convirtió en un banco de pruebas con resultado estéril. Las ideas se le amontonaron a El Califa, que acabó espeso y sin resolver.
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