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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La literatura y el mundo

Este libro capital -cuya primera edición es de 1985- está escrito por un español nacido en Francia en 1924 y residente en Estados Unidos desde 1939 hasta su retorno a España en 1982. Y, no menos importante, está dedicado a un judío norteamericano -Harry Levin- y a un checo expatriado -René Welleck-.

Esa expresiva y sintomática triangularidad contiene buena parte de la historia del siglo XX, con las migraciones y exilios provocados por las guerras europeas y sus consecuencias. Pueden existir dedicatorias semejantes en muchos otros estudios de esta época convulsa; sólo en uno dedicado a la literatura comparada el dibujo de la dedicatoria -Guillén a Levin y a Welleck- constituye, además, el objeto de estudio del libro mismo.

ENTRE LO UNO Y LO DIVERSO. Introducción a la literatura comparada (ayer y hoy)

Claudio Guillén

Tusquets. Barcelona, 2005

496 páginas. 24 euros

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Anticipados por el ideal de Weltliteratur ("literatura del mundo") de Goethe en 1827, los estudios académicos de literatura comparada nacidos en Francia en el siglo XIX y directamente vinculados a la expansión cultural de las grandes potencias imperiales, ya habían sufrido una radical modificación al asentarse en Estados Unidos los expatriados directos de las guerras europeas del siglo XX. Entraron más tarde en una suerte de fosilización mecánica, de la que los hizo emerger la renovación de los estudios literarios que tuvo lugar desde mediados de los años cincuenta en diversos centros occidentales: esos treinta años fueron, según el mismo Guillén, una época de oro de la disciplina.

No es por ello el menor de sus

méritos que, veinte años más tarde, él sea capaz de comprender que, a partir de los años ochenta del siglo XX, son otros los territorios que exigen una disposición intelectual renovada. La nueva edición de Entre lo uno y lo diverso suma a aquella cartografía occidental de los años cuarenta y siguientes una nueva: la de los bordes de Occidente. Un mapa de fronteras inasibles y formas de expresión inestables: el planeta posmoderno, por llamarlo de alguna manera.

¿Por qué es la literatura comparada una perspectiva adecuada para asir esta nueva realidad mundial, cultural y política? Quizás una razón resida en el cometido de su campo de estudios. En efecto, de las muchas definiciones que quieren apresar los rasgos principales de esta disciplina a la vez ostensible e inaprensible Claudio Guillén elige una aparentemente sencilla: la literatura comparada sería "la rama de la investigación literaria que se ocupa del estudio sistemático de conjuntos supranacionales".

Sencilla sólo en apariencia: si se interpretan de modo ajustado los términos de tal descripción surge el panorama entero que el mismo Guillén ha desarrollado no sólo en este libro admirable sino en su entera producción a lo largo de decenas de años, en Teorías de la historia literaria (1989), Múltiples moradas (1998) o Entre el saber y el conocer (2001). Para decirlo con sus propias palabras en el prólogo a Múltiples moradas: "El estudio de la literatura entendido como el cultivo a la par y conjuntamente, en última instancia, de una antropología de la creación literaria y del examen teórico-crítico de la imprevisible variedad de sus realizaciones históricas e individuales".

En otros términos: es el abordaje del modo de funcionamiento de la cultura escrita, junto con las teorías acerca de los hilos que traman, dentro de las artes de la palabra, sus géneros, formas, temas y traslados y, por último, sin soslayar la siempre difícil cuestión del valor estético. En esta obra está tanto la historia de la disciplina -de Goethe a Evan Zohar- como el repertorio propio de sus objetos y, sobre todo, las maneras privilegiadas de sus vínculos transnacionales: traducción, intertextualidad y cruces de códigos.

Porque no abdica de ninguna de las tres exigencias que él mismo esbozó -las del pensamiento teórico acerca de la literatura, las del estudio sistemático de sus manifestaciones y las de la búsqueda de la excelencia- en Guillén conviven múltiples lecturas o remisiones a un espectro amplísimo aunque jamás veleidoso de autores y corrientes: Roman Jakobson y Frederic Jameson, Edward Said y Alfonso Reyes, Martí de Riquer y Evan Zohar, Amado Alonso y Jacques Derrida, Roland Barthes y Eric Auberbach, Leo Spizer o Karl Vossler. Esa diversidad es todo lo contrario de la simple acumulación académica, ya que forma parte del argumento riguroso que une y a la vez separa su objeto de estudio: la literatura como experiencia común que se comprende, estética y socialmente, en la confrontación de lenguas y visiones más allá del terreno clásico de las historias nacionales.

Porque Guillén es fiel a esa

triple exigencia que se planteó como comparatista, el lector encontrará aquí, finalmente, un mapa del presente: los veinte años que marcan la separación entre la primera y segunda edición de este libro señalan la aparición de los estudios culturales y los poscoloniales. En lugar de encerrarse en la nostalgia reactiva del modelo europeo, Guillén incorpora al núcleo todavía vivo de la tradición occidental las innovaciones teóricas de esos veinte años. Primero, a partir del papel central de Frederic Jameson, un neomarxista inglés, para pensar las vinculaciones indiscernibles entre cultura alta y culturas populares y las redes conflictivas que tensan las relaciones entre el sujeto universal en retroceso ("el hombre") y los sujetos parciales emergentes: mujeres, minorías, sociedades en transición política o económica. Segundo, a través de la herencia de Raymond Williams, los aportes del ya desaparecido norteamericano-palestino Edward Said -desde Orientalismo a Cultura e imperialismo- en la construcción de los estudios poscoloniales.

Sin embargo, en esta renovación no existe ningún intento demagógico de difuminar la experiencia estética en un presumible corpus alternativo al "canon occidental". No obstante, Guillén se muestra atento, por ejemplo, a la propuesta de Said de una lectura en contrapunto de las grandes obras de la literatura europea. ¿Cómo no recurrir a ese contrapunto para comprender la incomodidad y el silencio de uno de los personajes de la escritora inglesa Jane Austen, muy a principios del siglo XIX, cuando se menciona la trata de esclavos en las Antillas durante una conversación de señores en una casa acomodada del sur de Inglaterra? ¿Cómo no leer en contrapunto el diario de Filipinas de Jaime Gil de Biedma y Noli me tangere de Rizal, donde se construyó, a finales del siglo XIX, el paisaje colonial que Jaime Gil reutilizaría cien años más tarde?

Haciéndose cargo de eso que él llama, dentro de tal contexto, "crisis de filiaciones" Guillén no duda en recoger estos desafíos, o de mencionar los aportes comparatísticos que vienen, por ejemplo, de la India o de Brasil. Precisamente por esa generosa apertura hacia lo nuevo su libro adquiere la categoría de un clásico. No es sólo un documento histórico del estado de una disciplina, sino que cada una de sus aproximaciones a géneros, formas o recursos poéticos constituyen -como las grandes lecturas de los comparatistas europeos o norteamericanos con los que él convivió- riquísimos modelos de aproximación a la literatura, a sus cotas más altas, a sus creaciones más excelsas.

El académico de la Española Claudio Guillén, en su estudio de Madrid (2004).
El académico de la Española Claudio Guillén, en su estudio de Madrid (2004).LUIS MAGÁN

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