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Reportaje:CRÓNICA EN VERDE

La calentura del sur

Los efectos del cambio climático son especialmente graves en Andalucía

Aunque se trate de predicciones que se someten a ciertas incertidumbres, los científicos manejan diferentes escenarios climáticos, cada vez más precisos, para describir las consecuencias del vertido de gases de efecto invernadero a la atmósfera. En lo que se refiere a la península Ibérica, se considera que, a finales de siglo, la temperatura media en verano podría haberse incrementado entre 5 y 7 grados, mientras que en invierno el aumento podría oscilar entre 3 y 4. Los cálculos más optimistas tan sólo reducen en un grado dichas estimaciones. En lo que se refiere a la lluvia, se anota un descenso generalizado en el cómputo anual, aunque el sur peninsular podría sufrir disminuciones notables, en comparación con otras regiones, durante el otoño y el invierno.

Sin necesidad de mirar al futuro, ya existen evidencias a propósito de estas anomalías, como puso de manifiesto un estudio de la Consejería de Medio Ambiente que sirvió para analizar los periodos de sequía sufridos en territorio andaluz entre 1960 y 1998. Aunque característicos del clima mediterráneo, estos periodos secos se han hecho cada vez más persistentes e intensos, con una aparente tendencia hacia situaciones de mayor aridez. Mientras que en el decenio 1960-70 las sequías fueron de corta duración y no muy acusadas, a partir de 1973 la situación comenzó a empeorar, apareciendo las sequías más graves, y de mayor duración, en la década de los ochenta.

Situación crítica

A juicio del panel de expertos que el pasado miércoles presentó, por encargo del Ministerio de Medio Ambiente, un detallado estudio sobre los impactos que el cambio climático puede ocasionar en España, esa combinación de temperaturas más altas y precipitaciones más bajas puede ser "crítica" en las zonas semiáridas, particularmente abundantes en Andalucía, ya que en ellas las aportaciones de agua pueden reducirse, a lo largo de este siglo, hasta en un 50% sobre la cantidad que se registra en la actualidad. En enclaves que ahora padecen un riesgo alto de erosión este problema se agravará, lo que podría ocasionar pérdidas de suelo insostenibles en provincias como Almería, donde un 63% de su territorio está sometido a riesgos extremos, muy altos o altos de erosión. Porcentajes igualmente preocupantes se anotan en Granada (53%), Jaén (45%) y Málaga (44%), aunque en realidad las tierras vulnerables a este proceso se reparten por toda la región.

Esta disminución de los recursos hídricos, y la consiguiente pérdida de suelos fértiles, afectará a la vegetación silvestre. En casos extremos, precisa el informe, "áreas susceptibles de albergar sistemas arbolados pueden perder esta condición, pasando a soportar matorrales u otra vegetación de menor porte".

La fachada litoral también sufrirá las consecuencias del cambio climático puesto que, en la península Ibérica, se anuncian aumentos del nivel medio del mar de entre 50 centímetros y un metro, lo que ocasionaría la inundación de zonas bajas costeras, como el delta del Ebro, la Manga del Mar Menor o Doñana. Sobre este último territorio ya se anunciaron importantes perturbaciones en un informe del Fondo Mundial para la Conservación de la Naturaleza (Adena-WWF), en el que se consideraba que, a medio plazo, la subida del nivel del mar supondría la inundación, con agua salada, de zonas húmedas que son imprescindibles para la supervivencia de numerosas aves migratorias. A juicio de Ecologistas en Acción, esta amenaza, lejos de ser neutralizada, se está acelerando con el aprovechamiento desmedido de los acuíferos y con proyectos como el del dragado del Guadalquivir, ya que, en ambos casos, se está provocando un aumento de la salinidad.

Sin abandonar la fachada costera andaluza, numerosos asentamientos turísticos, junto con las infraestructuras asociadas a los mismos, podrían verse afectados por esa misma elevación del nivel del mar. Esta alteración, unida a los cambios en la temperatura y en las precipitaciones, es muy posible que origine cambios sustanciales en los rendimientos de la actividad turística. "Los turistas", precisa el informe del Ministerio de Medio Ambiente, "pueden disminuir la estancia media en cada destino, retrasar el momento de la decisión del viaje y cambiar la dirección de sus visitas hacia otros lugares".

Junto a la biodiversidad y a ciertas actividades económicas, también se verá afectada por el cambio climático la salud de los ciudadanos, ya que, como advierten los expertos, "existen enfermedades vectoriales susceptibles de incrementar su incidencia en España, como ocurre con algunas transmitidas por mosquitos (dengue, enfermedad del Nilo Occidental y malaria) o garrapatas (encefalitis)".

sandoval@arrakis.es

Del continente a los individuos

Vistas las perturbaciones que puede ocasionar el cambio climático y el consiguiente peso político que ha terminado por adquirir el Protocolo de Kioto, pudiera pensarse que la lucha contra este problema ambiental requiere sólo de esfuerzos nacionales o supranacionales, estrategias, por tanto, de gran envergadura en las que se diluyen las acciones individuales.

Sin embargo, conforme se ha avanzado en el conocimiento del problema dichas estrategias han recorrido diferentes escalas que las van acercando a los ciudadanos. De la dimensión continental, que tiene su mejor exponente en el decidido plan de acción de la Unión Europea, se pasó a las medidas de ámbito nacional, y de estas a las de escala regional. Andalucía cuenta desde 2002 con una estrategia frente al cambio climático, aprobada por el Gobierno andaluz y en la que está previsto invertir cerca de 1.000 millones de euros hasta 2006.

Ahora ha llegado el turno de las estrategias locales, como la que diseña el Ayuntamiento de Sevilla, que, a través de su Agencia Local de la Energía, ha puesto la supervisión de dicha iniciativa en manos de un grupo de especialistas universitarios. Y aún se puede bajar un peldaño más en esta secuencia de escalas si se transmite a los ciudadanos, en términos comprensibles, la repercusión que múltiples acciones cotidianas tienen en el deterioro de la calidad atmosférica, medida en función de los vertidos de dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero.

Así, por ejemplo, un litro de gasolina quemada en un turismo equivale al vertido de 2,6 kilos de CO2, y consumir un kilo de papel supone producir 1,7 kilos de CO2 (cifra que se reduce a menos de la mitad si se trata de papel reciclado).

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