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El poeta Tomás Segovia habla a centenares de estudiantes de "la sabiduría del desarraigo"

El escritor ofrece una conferencia en Sevilla en el congreso sobre el exilio español en México

El poeta mexicano de origen español Tomás Segovia (Valencia, 1927) habló ayer en Sevilla a centenares de estudiantes sobre "la sabiduría del desarraigo". Segovia, que abandonó España en su niñez, vivió el exilio en sus carnes tras la derrota republicana en la Guerra Civil. Por ello, conoce de primera mano lo que es el desarraigo y sus vínculos con la marginalidad y la extranjería. El autor, que participó en el congreso dedicado al exilio español en México, reflexionó también sobre cómo mitificó su condición en la figura del nómada.

Tomás Segovia relató una anécdota de su pasado. "Una vez, me invitó a comer un matrimonio judío-mexicano y hablando nos dimos cuenta de que el marido y yo habíamos jugado en el mismo parque", comentó el autor de Trizadero (1973). Entre los chicos del barrio había categorías, evocó el poeta. "Éramos los judíos de los judíos", dijo en referencia a los chavales exiliados españoles. Los mexicanos discriminaban a los judíos, y los judíos discriminaban a los españoles en el microcosmos infantil y adolescente. Ni siquiera les dejaban hablar con las chicas judías, relató el poeta.

Segovia exploró la condición del exiliado en una conferencia dedicada a la poesía, que pronunció en la última jornada del congreso Ciencia, arte y pensamiento en el exilio. Españoles en México. 1936-1977, que comenzó el pasado martes en el Edificio Expo, en la Cartuja, organizado por la Fundación Averroes y la Asociación Cultural Corchea 69. "Cuando he estado fuera de México me he sentido doblemente exiliado. Exiliado también de México", agregó el autor de Personajes mirando a una nube (1991).

Hablar con los muertos

A continuación, Segovia leyó un poema escrito en EE UU. "No esperen anécdotas. Esto es poesía. No es narrativa ni ensayo", advirtió a los estudiantes. "Y tienes que vagar a solas por las quietas afueras de su fiesta", decían unos versos del poema. "Este poema expresa el sentimiento de un desarraigado, de alguien que no es admitido del todo en la fiesta de los arraigados, de alguien que tiene que mirarlos desde fuera. Pero, gracias a ello, puede hablar con los muertos mejor que las personas de esa comunidad", explicó. Y es que el desarraigado, argumentó Segovia, al poder hablar con los muertos es el que mejor conoce el fundamento de esa comunidad.

El escritor leyó luego un poema escrito en París. Su título -Canción del huérfano- es elocuente. "Otra vivencia del exilio es que se parece mucho a la orfandad", añadió. "Lo que a mí me enseñó el exilio fue una manera de mirar. Pero esa mirada no la dirijo sobre mí mismo. Es una mirada que mira el mundo. Esa mirada está condicionada por todo mi destino, por el hecho de que soy un exiliado, varón, heterosexual, occidental y más o menos cultivado", dijo.

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"Una de las maneras en que yo mitifiqué ese tema no del exilio, sino más bien de la marginalidad, de la no pertenencia, fue a través del nómada. Y ese personaje apareció en mi imaginación en Madrid al regresar del exilio", recordó. Segovia quedó impresionado por "ese cielo de Madrid" que, tal y como evocó, también fascinó a Velázquez y Goya. Luego leyó un poema. "El nómada se mira el corazón y lo halla inmenso", recitó. "El desarraigo", agregó, "propicia la sabiduría de que todos estamos en los caminos y de que todos estamos de paso en eso que llaman patria. Una de las ventajas del desarraigo es que cuando uno se va no tiene una raíz, más bien pasa que está llegando a otro sitio (...) Esa sensación de que todo son llegadas es una gran enseñanza del desarraigo", concluyó Segovia.

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