De penalti tuvo que ser
Un pobre Atlético se mete en semifinales de la Copa gracias a una máxima pena muy dudosa
Sin gustarse y sin gustar. Agarrado a un fútbol tan gélido como la noche, y a un penalti que dará que hablar, el Atlético derrotó por la mínima al Numancia, el colista de Primera División, y se clasificó para las semifinales de la Copa, para solaz del aficionado menos exigente. Porque del partido, más allá de polémicas, que las habrá, no quedará nada en el recuerdo. El frío polar, quizá. O el penalti que inclinó la balanza, esa pugna entre Antonio y Torres, la caída de éste, la decisión arbitral. El gol.
Y que conste que el Numancia perdió porque jugó peor que el Atlético, tarea nada fácil. Pese a su derrota, estaría fuera de lugar criticar al equipo soriano, su táctica conservadora, su absoluta parálisis imaginativa. Porque bastante tiene con intentar sobrevivir en la Liga, último como es en la clasificación, donde mueve un pie y se cae a Segunda.
ATLÉTICO 1 - NUMANCIA 0
Atlético: Leo Franco; Molinero, Pablo, Perea, Antonio López; Ibagaza (Sergi, m.79), Colsa, Sosa, Gronkjaer; Salva (Nuñez, m. 86) y Fernando Torres.
Numancia: Nuñez; Pignol, Ochoa, Antonio (Juanlu, m. 79), Tarantino, Graff; Merino, Juanpa (Velasco, m. 83), Ros (Palacios, m. 57), Miguel; y Rafa.
Goles: 1-0. M. 65. Penalti por agarrón de Antonio a Torres, que transforma éste.
Árbitro: Carmona Méndez. Amonestó a Sosa, Ochoa, Antonio, Velasco y Pablo. Expulsó a Máximo Hernández, entrenador del Numancia, por tarjeta roja directa.
Unos 20.000 espectadores en el Calderón. El Atlético se clasifica para semifinales junto al Betis, el Athletic y Osasuna. El sorteo se celebrará mañana.
Le tocaba al Atlético dar la cara. Porque se jugaba mucho, porque estaba en casa, porque necesita alegrar la vida a los suyos, porque ya va siendo hora de que demuestre que, además de ganar en el Camp Nou, es capaz de resolver con éxito asuntos más mundanos, como el partido de ayer. Y si esos argumentos parecen de poca enjundia, pues ahí va otro: porque es mejor que el Numancia de frente y de perfil.
Pero no. Para que el Atlético que ayer se asomó al Calderón disparara entre los tres palos fue necesario que transcurrieran 45 minutos abominables, de pesebre, malos hasta la naúsea, suficiente espacio de tiempo, se suponía, para que apareciera un propio que le diera sentido al juego de unos y otros. Nadie apareció.
La única oportunidad del Atlético en el primer tiempo, ya al borde del descanso, fue un cabezazo de Salva al saque de una falta que golpeó el larguero. Había decidido César Ferrando, el técnico, que para darle vuelo a Salva en el ataque era necesario trasladar a Ibagaza a la banda. Malvive el argentino pegado a la cal y eso lo sabe el aficionado menos avezado. Y lo sabe Ferrando, seguro que sí, pese a lo cual se empeña en mandarle allí, a galeras, en cuanto tiene ocasión.
Es éste un dibujo que oscurece a Ibagaza y que minimiza al Atlético, huérfano como se queda sin la fantasía del argentino. Cuarenta y cinco minutos tuvieron que pasar para que Ibagaza se librara de las cadenas que le ataban al pasillo derecho y se fuera a hacer la guerra por su cuenta. Y esa decisión del que es, de largo, el jugador con más fútbol del Atlético, sacó al equipo del cuarto oscuro. Y le hubiera permitido, además, vivir con cierto desahogo si Salva hubiera aprovechado el primoroso envío del argentino al cuarto de hora de la segunda parte. Se encontró el ariete el balón en el punto de penalti, sin nadie alrededor, ante el portero, en la más absoluta soledad y su golpeo, insulso, lo despejó Álvaro Núñez para desesperación de la hinchada, que la tomó con Salva, al fin y al cabo, a día de hoy, un goleador sin gol.
Al rato llegó el penalti. Se internó Torres por la izquierda, Antonio le persiguió hasta el área y allí le tocó la espalda. Un saludo parecía aquello, pero Torres se fue al suelo con inusitada violencia, derrumbado el chaval. Y ahí apareció Carmona, el árbitro, que dictó una polémica sentencia, un penalti que, transformado por Torres, llevó al Atlético a las semifinales. Donde merece estar, sin duda, porque fue mejor que su rival. Pero donde debiera haber entrado de otra manera. Jugando al fútbol, por ejemplo.
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