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Entrevista:ELENA SALGADO | MINISTRA DE SANIDAD | ENTREVISTA

"El PP escondía una clara tendencia hacia la privatización de la Sanidad "

Le ha declarado la guerra a la insolvencia, a la burocracia y al caos en un ministerio como el de Sanidad. Pero prefiere hacerlo sigilosamente, sin levantar la voz, recurriendo a su arma preferida: los datos.

Pregunta. Tiene usted acreditada fama de ser una persona que sabe lo que hace, bastante fría y muy realista. Por eso me gustaría saber qué razonamiento le han podido hacer para aceptar un ministerio tan mastodóntico como obsoleto.

Respuesta. Bueno; en realidad, yo dije que sí a este ministerio igual que podría haber dicho que sí a otros ministerios técnicos, ministerios de cuya gestión yo me hubiera sentido capacitada. Porque, al final, es eso lo que a mí me hace decir que sí o que no; le puedo asegurar que a mí no me gusta fracasar y nunca me pondría en ese riesgo por aceptar cualquier cosa. Es verdad que éste es un ministerio muy difícil, pero yo he aceptado porque es un ministerio que necesita mucha gestión, que es lo que yo sé y me gusta hacer. Creo que a este ministerio le hace falta mucha información, e imponer unos criterios de gestión que seguramente no existen. Sanidad debe dejar de ser el ministerio de los enfermos, para ser el ministerio de la salud pública.

"Me enfrento a la burocracia, a los poderes fácticos y a los vicios adquiridos de este ministerio, consciente de que los funcionarios están desmotivados"
"Este ministerio estaba en manos de una élite que ha trabajado de espaldas a los datos y a la realidad. Sólo cinco sabían lo que se estaba haciendo"

P. ¿Cómo ha afrontado sus primeros tropiezos con la burocracia que se encuentra en tantos despachos?

R. Pues yo me enfrento a todo esto con una cierta sensación ambivalente. Cuando llegué al ministerio lo primero que me encontré fue un personal muy desmotivado. Y le confieso que me sentí bastante responsable de esta situación, porque, en su día, yo tuve la responsabilidad de organizar la Administración respecto a los sueldos que se pagaban en cada ministerio, y yo permití que los sueldos que se pagaban aquí, en Sanidad, fueran inferiores a los que se pagaban en Hacienda y en otros ministerios. Aceptada esa responsabilidad mía, tengo que decir que la principal causa de la desmotivación no eran los sueldos, sino que no se contara con la gente. Esa tara burocrática que existe es el resultado de una mala política de relación con la gente que trabaja aquí. En cuanto a los vicios adquiridos, aspiro a que, cuando yo me marche, la persona que me sustituya perciba que he hecho un trabajo serio y que no tiene que empezar de cero, como he tenido que empezar yo.

P. Me la imagino a usted en ese decisivo momento de tener que remangarse y ponerse a pensar por dónde comenzar para poder gestionar el caos. ¿Qué fue lo que le pareció más urgente?

R. Para mí lo más urgente fue disponer de una información exacta. Lo que me hizo remangarme fue la exigencia de tener esos datos, de ver si eran o no contradictorios, de decirle a la gente: "No me contéis milongas, esto no coincide, dadme estadísticas, cuáles eran los datos del año pasado, saber que me vais a tener que dar datos el mes que viene". Arremangarme fue, sobre todo, saber realmente lo que estaba pasando aquí. Lo más escandaloso fue comprobar que en el Ministerio de Sanidad se estaba trabajando, absurdamente, sobre un cúmulo de lugares comunes, de espaldas a una realidad que estaba cambiando. Por ejemplo, aquí se estaba trabajando desde la óptica exclusiva de las enfermedades agudas, sin tener en cuenta que nuestra sociedad se había desplazado hacia un nivel de vida mucho más alto, con una esperanza de vida mucho más grande. Son carencias graves, y en la que es preciso dejar de tratar al ciudadano como a un menor de edad. Aquí lo que funcionaba era una sociedad de élites, de médicos que sabían lo que tenían que hacer y en la que los enfermos no tenían ni papel, ni responsabilidad alguna. Para mí es muy importante erradicar la excesiva medicalización que se practica en este país y mentalizar a la gente de que sí es verdad que la nuestra es una sociedad de gente mayor, pero que ser mayor no implica, necesariamente, estar enfermo y tener que medicarse todos los días. Se estaba gestionando una realidad sin datos de esa realidad, desde la inercia de hace veinte años; eso ha sido lo que más me ha irritado de todo lo que he visto.

P. También percibió que había en este ministerio un exceso de relaciones públicas. Se está usted refiriendo con ese eufemismo a síntomas de corrupción.

R. No. Yo lo que quería decir, y lo repito, es que el Ministerio de Sanidad se había sustituido por un gabinete de prensa. Así de simple y real. En la última etapa, las actuaciones de este ministerio estaban exclusivamente dirigidas a la repercusión mediática, en lugar de afrontar los problemas y darles solución. Aquí sólo cinco personas sabían lo que se estaba haciendo, y eso producía una gran frustración, porque la gente percibía que se daba más importancia a una foto, a una noticia de prensa, que a la solución de los problemas.

P. Me está provocando usted una curiosidad respecto de lo que había detrás de la foto, respecto de cuáles son los objetivos reales de la derecha respecto a la Sanidad y, sobre todo, por saber si han tenido tiempo para poder cumplir esos objetivos.

R. Creo que detrás de la foto había una clara tendencia hacia la privatización de la Sanidad. Aunque esa tendencia estuvo frenada por el hecho de que, cuando la derecha llegó al poder, la Sanidad pública era ya muy potente. Tenga usted en cuenta de que más de diez años de políticos socialistas, de apuesta por la Sanidad pública, no son tan fáciles de desmantelar.

P. También tengo en cuenta que los socialistas dejaron una Sanidad pública muy deteriorada y que usted no puede extrañarse de que la derecha optara por la terapia de la privatización. Me imagino que una mente racional como la suya no estará pensando en algún milagro para cambiar la situación.

R. Bueno... la verdad es que estamos ante una situación bastante complicada, porque el problema de la Sanidad pública es la falta de recursos. Y, claro, cuando nos planteamos ahora la reversión de las situaciones claramente privatizadoras del PP, debemos tener claro que eso exige la aportación de recursos. Y como no estoy dispuesta a mentir, le diré que no estamos en esa disposición de recursos. Pero, al final, frente a la ofensiva privatizadora del PP, como ocurre en grado máximo en la Comunidad de Madrid, lo que se puede hacer es tratar de apoyar al máximo esos recursos. Espero que lleguemos a tiempo, al menos, de evitar que la Sanidad pública no se descreme con la interferencia de los intereses privados. Yo soy consciente de que es un objetivo difícil, de que la tarea va a ser dura, pero estoy dispuesta a dar la batalla en defensa de la Sanidad pública en este país. Y le diré que no estoy pensando en ningún milagro, sino en algo tan racional y tan lógico como volver a mentalizar a la gente de que la prestación sanitaria se debe financiar con impuestos. A lo mejor es que yo soy muy clásica, pero no conozco otra fórmula más idónea y más justa.

P. ¿De verdad cree que se puede poner freno al negocio de la Sanidad privada?

R. Lo que sí se puede hacer, y ya es mucho, es que la gente conozca la realidad. Y la realidad, lo que a mí me preocupa, no es que haya una Sanidad privada como alternativa, sino que estemos en el riesgo de consolidar la existencia de dos sanidades; una para ricos y otra para pobres. Ése era el riesgo que corríamos y que este Gobierno está decidido a frenar.

P. Quizá se le olvida el pequeño detalle de que usted no tiene competencias, de que están todas transferidas a las comunidades autónomas.

R. La verdad es que, en temas asistenciales, el Ministerio de Sanidad puede hacer muy poco sin contar con las comunidades autónomas, que cada vez tienen más poder. Son tremendas las dificultades con las que me encuentro a la hora de intentar avanzar en cualquier reforma legislativa, debido a la actitud obstruccionista de las comunidades controladas por el Partido Popular, que tienen, en muchos casos, un concepto equivocado de la cohesión. Frente al obstruccionismo del PP, el Gobierno sólo puede definir las exigencias de una Sanidad de mínimos, pero no puede controlar las políticas sanitarias de cada comunidad. Es verdad que el ministerio, el Estado, controla todavía, y yo diría que afortunadamente, la política farmacéutica, que es muy importante por lo que afecta a los ciudadanos y porque mueve miles y miles de millones de euros. Pero respecto a la gestión, yo no me engaño y sé que sólo puedo constituirme en un foro de buenas prácticas, pero que el ministerio sea un lugar de encuentro para las comunidades autónomas.

P. Me pregunto cómo se siente usted, que tiene una forma de estar en la política ejecutiva y pragmática, teniendo entre las manos un huevo vacío.

R. Pues, como quiero serle sincera, le diré que me siento un poco triste. Trabajo a partir de una concepción distinta de hacer las cosas, muy distinta a la que yo estaba acostumbrada, que era, no a hacer indicaciones de cómo se deberían de hacer las cosas, sino a hacerlas. No le oculto que es una situación un poco frustrante, sobre todo cuando percibo que, pese a todo, el Ministerio de Sanidad sigue siendo un referente para los ciudadanos. Eso da mucho aliento, mucha fuerza.

P. Pero poder real, no le da ninguno. Aparte de que los responsables autonómicos del PP en política sanitaria no parecen estar dispuestos a darle a usted ni agua.

R. La verdad es que es una situación que me produce cierta irritación. A mí, la confrontación irresponsable que está practicando el PP en la Sanidad me ha sorprendido mucho, y para muy mal, porque no entiendo que en un tema como la Sanidad se mantenga una actitud tan instrumental y de tan corto plazo. Es triste comprobar cómo el PP ha puesto en marcha una estrategia de erosión del Gobierno lanzando mensajes al ciudadano que éste no puede comprender; sobre todo, en temas tan sensibles como, por ejemplo, el de las listas de espera en el que el ministerio sólo puede pronunciarse de acuerdo con criterios objetivos. Mire, la verdad es que a mí me parece muy injusto y muy provocador que se me esté acusando desde el PP, constantemente, de favorecer a las comunidades autónomas gobernadas por el PSOE, cuando esa acusación es tan falsa como carente de pruebas, lo que realmente esconde es la negativa del PP a colaborar, simplemente por razones políticas. Tengo muy claro que, si yo convoco reuniones en el ministerio y los del PP no vienen, lo que no voy a hacer es no tener reuniones. Y si los que vienen son sólo los socialistas, pues, ¡tendré que atender sus posiciones! Aunque yo estoy deseando que ellos acudan y participen.

P. Lo que no entiendo es su ingenuidad. Primero anuncia que quiere relanzar la Sanidad pública, luego se ha enfrentado usted con ese poderoso tinglado que es Farmaindustria, y, al final, se asombra de que no la apoyen. ¿Por qué iban a hacerlo sus, digamos, damnificados?

R. Bueno, yo no voy a eludir una realidad: el Gobierno del PP se había abandonado, de alguna manera, a los objetivos de Farmaindustria, y, al final, Farmaindustria había conseguido imponer sus intereses. De esto que le digo, y que le puede parecer muy grueso, resulta que tenemos datos elocuentes: el PP había establecido un pacto con Farmaindustria que condicionaba los fondos de la investigación, al mantenimiento del gasto farmacéutico, pasando por los medicamentos que se consideraban innovadores y que, por tanto, no eran sometidos a rebaja. Es decir, nosotros tenemos datos objetivos que nos permiten afirmar, sin rodeos, que la relación entre el Ministerio de Sanidad, el PP y Farmaindustria era una relación que no era la correcta: porque el ministerio se había plegado a los intereses de Farmaindustria. Tengo muy claro que yo, ministra de Sanidad, no soy Farmaindustria, porque yo atiendo el servicio del bien común y ellos atienden a sus legítimos intereses económicos, comerciales y de sus accionistas. Pero yo nunca haré un pacto con Farmaindustria; podremos suscribir acuerdos que repercutan en beneficio de los ciudadanos, pero jamás un pacto entre iguales. En todo esto hay algo claro: que nosotros hemos cambiado las reglas del juego. Y les vamos a obligar a que parte de los incrementos de productividad reviertan hacia el sistema nacional de Salud, que, además, es el principal comprador. Tampoco cualquier medicamento que salga al mercado se tiene que introducir en la financiación pública, y, desde luego, no al precio que quiera imponer la industria farmacéutica.

P. Estoy segura de que mientras hablamos de sus, digamos, peligrosas intenciones, alguien en algún poderoso despacho se debe estar riendo de esta reedición de la batalla entre David y Goliat. ¿No tiene usted miedo?

R. No, no tengo miedo a la capacidad de presión de la industria farmacéutica, de esos despachos a los que usted alude. Porque si lo tuviera, ni sería yo ni estaría aquí. Es verdad que esa presión existe y que yo la he percibido. Me han llegado, nos han llegado, propuestas de esos despachos que, por debajo de su envoltura, venían siempre en el mismo sentido, diciéndome claramente: "Bueno, dime qué reducción del gasto quieres, pero déjame a mí que lo distribuya entre los laboratorios y entre los medicamentos". O sea, el esquema anterior, una especie de pasteleo en el que ellos controlaban el mercado. Creo que, frente a ese tinglado, lo que hay que oponer es la seguridad de una oposición objetiva no contaminada por intereses comerciales. La fuerza me la da que yo no tenga nada que perder y que ellos lo saben.

P. Me he preguntado algunas veces si usted se despierta por las noches con un sudor frío pensando que le pudiese tocar a usted tener que administrar el crash de la Sanidad pública.

R. Pues no. Desde luego, pienso mucho, pero despierta, porque tengo una tendencia importante a la reflexión. Pero nunca me he planteado la posibilidad de un crash de la Sanidad pública, porque estoy convencida de que este Gobierno tiene voluntad política de que esto no suceda e instrumentará los recursos necesarios. Lo que sí me he planteado, y me preocupa muchísimo, es el problema de las personas mayores. Si yo tuviera que identificar a un colectivo que está desprotegido, incluso conceptualmente desasistido, diría que son las personas mayores, que, incluso, tienen una carencia lamentable de apoyo afectivo. Por eso pienso que hay que crear unas redes asistenciales distintas, porque las redes familiares tradicionales están fallando. Esta sociedad se está acostumbrando a convivir con esta realidad tan tremenda.

P. A lo peor también se tendrá que hacer a la idea de que esto de la Sanidad pública ya no va a dar más de sí, que hay que buscarse la vida en la Sanidad privada. Claro que fueron ustedes, los socialistas, los que iniciaron esa pedagogía con los fondos de pensiones, ¿se acuerda?

R. Sí, sí, me acuerdo. Sólo que la situación de la Seguridad Social entonces era alarmante y hoy ya no lo es, entre otras cosas, gracias a las aportaciones de los inmigrantes. Creo que cuando la gente acude a la Sanidad pública debe estar tranquila porque, incluso ahora, tenemos un claro margen de maniobra haciendo más rentables los recursos que tenemos. Y, en cualquier caso, lo que está claro es que esos recursos tendrán que salir de los ciudadanos; para decirlo claramente, de sus impuestos. El ciudadano está acostumbrado a comparar lo que paga de impuestos con lo que recibe, pero esa es una actitud propia de los sectores más privilegiados de la sociedad, a los que hay que mentalizar que paguen más impuestos, también, para que las personas que no tienen capacidad económica puedan recibir más de lo que aportan. Es verdad que el negocio de la Sanidad privada se ha fomentado a partir de una desconfianza, injustificada, desde mi punto de vista, de la Sanidad pública; pero le digo con claridad que yo no estoy aquí para eso. La Sanidad privada tendrá un papel que jugar, pero como complemento de la pública. Nunca al revés.

P. No sé si contaba usted con la impagable ayuda de la jerarquía católica apuntando en contra de todas las propuestas que usted ha hecho respecto a temas como el preservativo, la ampliación del aborto o la eutanasia.

R. La verdad es que no contaba con tener que dar esa batalla. Nunca calculé que la actitud de la Iglesia católica iba a formar parte de los problemas que se me han presentado, o un frente que atender. Aquí ocurre como con todo lo que hemos hablado en esta conversación: que yo creo, honradamente, que yo tengo la razón desde mi terreno. Aunque admito que ellos piensen que tienen la razón, también desde su terreno. Lo que ocurre es que la racionalidad no se puede consensuar por apriorismos ideológicos. Creo que lo único sensato que se puede hacer es separar la ideología de los datos. Esto es, que la ideología sea algo limitado a los fieles y los datos sean el apoyo de las necesidades de la sociedad y de la obligación de un Gobierno de darles respuestas de eficacia.

La ministra de Sanidad, Elena Salgado.
La ministra de Sanidad, Elena Salgado.BERNARDO PÉREZ

La campaña de la jerarquía católica

Pregunta. La persistente campaña de la jerarquía católica contra el Gobierno y contra usted es para pensar que se pueda sentir incómoda.

Respuesta. No, no me siento nada incómoda. Yo tengo en ese sentido una gran ventaja, y es que yo me he educado en la laicidad, yo me eduqué en un colegio laico, y eso, hace 40 años, no era muy común. Pero yo tuve la suerte de que fuera así. Para mí, la religión no ha sido... Es decir, yo no he tenido que hacer esas experiencias, que algunos de mis amigos hacían a los 17 años, de..., de repente, abjurar de las antiguas convicciones religiosas. Yo nunca he tenido que hacer eso; siempre he tenido una concepción laica de la vida, nunca he tenido esos problemas, y eso me da una gran libertad a la hora de comprender las necesidades de una sociedad laica y libre como la nuestra. Pero tengo que decir, también, que nunca me han gustado las personas que se burlan de la religión católica, porque creo que hay que mantener un actitud de respeto. Creo, también, que sería bueno rebajar la tensión. Por lo demás, los datos de la realidad, al margen de contiendas ideológicas, es que se plantean ante la sociedad los temas que este Gobierno plantea y que tienen que ver con los avances de la ciencia, como el tema de las células madre o de la clonación terapéutica, hemos visto cómo es la propia sociedad la que va por delante en su asimilación positiva de los avances científicos. Incluso por delante de los políticos, que somos, muchas veces, más cautelosos. Igual que respecto al tema de la eutanasia, que la mayoría de la gente lo entiende, aunque hace falta una labor grande y responsable de explicación.

P. ¿Usted cree que la sociedad española está preparada para abrir el debate de la eutanasia?

R. Creo que no es el momento de abrirlo, ni, por lo que yo percibo, se nos está pidiendo una legislación sobre la eutanasia. Recibo muchas cartas, y me impresionan mucho los sentimientos que expresan las personas mayores que, lógicamente, son las que ven una situación final próxima.

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