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Reportaje:LA CRISIS DEL CARMEL

"Las grietas las llevamos dentro"

Las familias que prefieren su casa al hotel son minoría y están listas para un eventual desalojo

Clara Blanchar

Rafaela Rivero abre la puerta de su casa temblando. "Es que cada vez que oigo el timbre pienso lo peor". Está nerviosísima. "Botando a cada momento". Y encima tiene la gripe: 38 de fiebre. Podría estar alojada en un hotel, pero prefiere permanecer en casa, en el sobreático del número 27 de la calle de Bernat Bransi, a pocos metros del socavón. Desde el comedor del piso, la vista sobre la montaña de escombros de lo que fue el 10 del pasaje de Calafell es espectacular. "Hubiéramos podido grabar todo el derribo, pero para qué", susurra su marido, Manuel Pérez.

La familia de Pérez y Rivero, que se completa con un hijo veinteañero -y otro que vive en Estados Unidos-, es de las pocas que han optado por quedarse, después de regresar el pasado miércoles y sufrir el jueves el sobresalto del segundo socavón. "No tenemos grietas en las paredes, pero eso es lo de menos. Las grietas las llevamos dentro", sentencia la menuda mujer.

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En el edificio sólo cinco de los 18 vecinos han decidio quedarse. Eso sí, tienen la bolsa del perro y tres maletas preparadas: dos con ropa y otra con recuerdos. "Fotos, algunas cosillas y una medalla de mi madre, que es lo que me queda de ella", explica Rivero. Todo a punto por si tuvieran que salir zumbando de nuevo.

Les hubiera gustado ir a la manifestación del sábado, pero la gripe les hizo quedar en casa. "Claro que hubiéramos ido, ahora tenemos que ser una piña, todos los vecinos unidos. Y vamos a hacer lo que haga falta para apoyar a los que se han quedado sin nada y les den un piso pronto. Nos ponemos en su piel como si fuéramos nosotros mismos", dice Pérez.

Empleado en una empresa de la Zona Franca, Manuel Pérez desconfía de las explicaciones de las Administraciones sobre las causas de los dos hundimientos y está convencido de que hubo alguna negligencia en el desarrollo de las obras. "Los ingenieros han ido rápido, han gastado el mínimo de dinero. Si ahora hacen tantas calas, ¿por qué no las hicieron antes?", reprocha en voz alta. "En España todo va igual, siempre tiene que ocurrir una desgracia gorda para que nos hagan caso. Hemos perdido la confianza en los políticos", asiente su mujer, quien incluso asegura que en próximas elecciones piensa votar en blanco.

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El matrimonio sólo sonríe cuando recuerda la situación casi de vodevil en la que les pilló el desalojo del jueves 27. Están haciendo obras en la cocina y cuando los bomberos llamaron a la puerta "había un paleta haciendo cemento y otro poniendo baldosas que quería poner otra más y otra más". "Desde luego, un empleado modélico", bromean.

Por culpa de las obras de la cocina la casa está patas arriba, llena de polvo y con algunos muebles fuera de lugar, pero aun así la prefieren a un hotel. "De hecho, si no hubiera pasado lo del socavón igual estaríamos en obras, ¿no?", reflexiona el marido. "Es que lo que necesitamos en el barrio es el máximo de tranquilidad y normalidad", añade Rivero. Ella todavía tiene miedo de que se produzcan nuevos corrimientos de tierra. "Y con la lluvia... ¿y si reblandece el cemento que han tirado?", se pregunta. Su marido está más tranquilo y "convencido de que no pasará nada".

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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