Veinte años sin Manuel Sacristán
Se cumplen 20 años de la muerte de Manuel Sacristán, uno de los más grandes filósofos españoles del marxismo. Coincidiendo con este aniversario aparece una biografía política del mismo, escrita por Juan-Ramón Capella, amigo muy cercano y seguidor de las peripecias ideológicas y personales de Sacristán. Al haber fallecido el 27 de agosto de 1985, no pudo ser testigo de la autodestrucción del llamado socialismo real (una contrarrevolución que se apropia de las palabras y del imaginario de los derrotados por ella, según el autor del libro) y de la llegada de la última oleada globalizadora, la más potente desde los primeros años del siglo XX. Hubiera sido de un interés muy grande la confrontación teórica de Sacristán con estos dos acontecimientos que, de alguna manera, se presentían en sus textos. Pero no hagamos ucronías.
LA PRÁCTICA DE MANUEL SACRISTÁN Una biografía política
Juan-Ramón Capella
Trotta. Madrid, 2005
283 páginas. 15 euros
Describe Perry Anderson la contradicción de que siendo España uno de los países en los que los movimientos socialista y anarquista han sido más potentes, no haya producido teóricos de similar magnitud que los hayan acompañado y fortalecido. Sacristán es una de esas pocas excepciones. Las razones de esta ausencia son muy amplias, pero Sacristán ya criticó que los intelectuales comunistas se dedicasen más al activismo que a la producción de cultura (y en definitica de hegemonía) comunista. ¿Cómo no pensar, a la luz de su legado teórico-praxeológico, en el papel que hubiera podido representar en el movimiento altermundista de nuestros días, tan necesitado de dotarse de propuestas más allá de su capacidad global de protesta?
¿Cuál es ese legado? Está en el último Sacristán: el proyecto consiste en construir un puente entre el marxismo y los nuevos movimientos sociales, ecologistas, pacifistas, antisexistas. Ese legado -pacifismo, ecologismo, antisexismo, anticapitalismo y prácticas alternativas- coincide más que intuitivamente con las experiencias altermundistas que se multiplican por todo el mundo en este principio de siglo.
Más aún: el legado de Sacris-
tán se acentúa con sus críticas al movimentismo en sí mismo (la tesis de Berstein, "el movimiento lo es todo, el fin no es nada"): es necesario mantener el ideal máximo, más allá de que se participe en cada lucha concreta, posible y parcial. Es decir, se es reformista en cada práctica concreta, pero radical en los fines. Y todo ello, en la coherencia entre la teoría y la práctica: nuestro autor cohonestó la política con la ética, siempre fue pobre y jamás se le financió públicamente, fue una persona íntegra y consecuente, dotada de una gran capacidad de autoexigencia moral y política.
Su "obra" fue su práctica. Hay que ver la mayoría de sus escritos como elementos de su práctica político-social. Entendía el marxismo como una praxeología (a través de la práctica se objetiva la posición de fines, de proyectos), nunca un "sistema de pensamiento". Su evolución ideológica le hizo partir del falangismo, que abandonó a mitad de la década de los años cuarenta, al proyecto altermundialista (aunque no le dio tiempo a definirse así), pasando por su militancia durante dos largas décadas en el comunismo oficial español (PSUC y PCE).
Tales cambios no estuvieron exentos de contradicciones. Y ésta es la principal debilidad del libro de Capella: su cercanía a Sacristán le impide sacar la punta de tales antinomias y, por el contrario, justificar algunos de sus defectos (su aislamiento, fruto en parte del sectarismo; no contemplar lo que de bueno ha tenido la transición española y abstenerse a la hora de votar la Constitución de 1978; su tesis de que no se podía decir todo lo que uno pensaba de la Unión Soviética para no debilitar la moral de la tropa antifranquista, etcétera).
Pero esta crítica es menor. Más oportuno resulta lamentarse de que la vida de Sacristán, marcada por la clandestinidad, la escasez, el trabajo de traductor para lograr mantener a su familia, sus clases en la universidad (todo el tiempo como profesor no numerario, hasta un año antes de morir cuando ¡por fin! se le hizo catedrático extraordinario de la Universidad de Barcelona), etcétera, le impidiesen textos más largos, más elaborados. Los escritos de Sacristán son fundamentalmente ensayos cortos, prólogos largos, artículos... En definitiva, "materiales" densos, como él los describía.
Dos aspectos no se pueden olvidar en esta biografía: su pasión por hacer hegemonía (cultura) a través de las publicaciones: Laye fue una revista inventada fundamentalmente por Sacristán, así como Materiales y Mientras tanto, que todavía hoy sobrevive. Y el papel que en su vida jugó su mujer, Giulia Adinolfi, también militante comunista, acompañante de su peripecia personal e intelectual, y estudiosa del movimiento feminista dentro de la perspectiva de feminizar el sujeto revolucionario.
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