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Reportaje:

Alemania encadena los escándalos

La corrupción llega al fútbol y se suma a la de políticos y empresarios

Un tufo de corrupción recorre Alemania. Diputados que cobran grandes sueldos y jubilaciones fabulosas no vacilan en redondear sus ingresos a base de cobrar de empresas por prestaciones de servicios más o menos reales. La flor y nata del capitalismo alemán se autoindemniza con muchos millones de euros por gestiones en ocasiones dudosas. La clase obrera no se queda atrás. El trabajo negro que no paga impuestos ni seguros sociales alcanzó el año pasado 354.000 millones de euros, un 16,4% del producto interior bruto (PIB). Para que no falte nada, un escándalo sacude al fútbol alemán y conmueve al país: un sistema de sobornos a árbitros para ganar fuertes sumas de dinero con los pronósticos sobre resultados amañados.

Las viejas virtudes prusianas, la ética del trabajo y la obra bien hecha, parecen haber pasado a la historia
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Futbolistas de cinco equipos de Segunda División, varios árbitros y algún funcionario deportivo aparecen implicados en un escándalo ante el que la Federación Alemana de Fútbol (DFB) no reaccionó hasta que la noticia estalló y pasó a las primeras páginas de la prensa y abrió los telediarios.

Las viejas virtudes prusianas, la ética del trabajo, de la honestidad, de la disciplina y la obra bien hecha, que en un tiempo cimentaron el estereotipo de lo alemán, parecen haber pasado a la historia. Alemania se balcaniza. Como si la apertura y la extensión del país hacia el Este hubiese importado todos los defectos que se atribuyen a aquellos países. Un antiguo líder de la democracia cristiana en los setenta, Rainer Barzel, de 80 años, denunció en televisión sin pelos en la lengua la voracidad con que los empresarios se indemnizan mientras reducen plantillas y cierran empresas.

Recientes sondeos revelan que sólo un 13% de los ciudadanos tiene una opinión positiva sobre el Parlamento. Nada extraño si se consideran los sueldos y jubilaciones que atesoran los políticos. Como muestra, el ex canciller democristiano Helmut Kohl tiene 12.800 euros mensuales de jubilación. Un afiliado a la seguridad social con el nivel más alto de cotización tendría que pagar durante 233 años para llegar a esa suma. A pesar de sus sueldos y dietas en torno a los 10.000 euros mensuales, muchos diputados cobran de empresas privadas.

Los escándalos han adquirido estos días una nueva dimensión en la opinión pública con el caso de los sobornos en el fútbol. Una seudomafia formada por tres hermanos croatas que regentan un café en el centro de Berlín consiguió corromper a un árbitro y poner en marcha un lucrativo sistema para ganar fuertes sumas de dinero con las apuestas. En un partido de Copa el pasado agosto, el Paderborn, equipo de Segunda B, ganó al Hamburgo, uno de los fuertes de la Bundesliga. La sorpresa fue posible gracias a la labor del árbitro Robert Hoyzer, de 25 años, que se inventó dos penaltis y expulsó a un delantero del Hamburgo para que el Paderborn levantase un 0-2 en contra y ganase 4-2.

Las empresas de apuestas denunciaron ante la federación (DFB) y la policía de Berlín lo que sospechaban como una estafa. La DFB se lavó las manos y actuó según el principio de "lo que no debe ser no puede ser". La policía investigó sin llegar a ninguna conclusión. Ahora, tras la redada policial en el café de los croatas, se han encontrado recibos de cobros de apuestas por un millón y 1,7 millones de euros. Uno de los hermanos croatas, estudiante de profesión, tenía dos millones de euros en su cuenta.

La opinión pública se escandaliza por las informaciones sobre el soborno. Uno de los dos presidentes de la DFB, Gerhard Meyer-Vorfelder, un ex político al que siempre acompaña un halo de corrupción, asegura que no pone la mano en el fuego por nadie. Otro dirigente federativo resumió: "El fútbol forma parte de la sociedad y no podemos extrañarnos de que no sea inmune a la corrupción".

El árbitro Robert Hoyzer, en el partido entre el Paderborn y el Hamburgo que amañó.
El árbitro Robert Hoyzer, en el partido entre el Paderborn y el Hamburgo que amañó.AP

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