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Reportaje:

La imagen tiene la última palabra

A la hora de encontrar el origen de la kinesis en la mimesis, debemos remontarnos veinticinco siglos atrás cuando el pintor griego Zeuxis consiguió crear unas uvas de forma tan realista que los pájaros intentaron comérselas. El grupo escultórico del Laocoonte, de Agesandro y Atenodoro, el Éxtasis de Santa Teresa, de Bernini, la invención de la fotografía, que proporcionó a los artistas del XIX nuevas herramientas para conectar el arte con la vida real, o los trabajos ópticos de Duchamp, como Anemic Cinema (1926), Rotative Plaque Verre (1920) y sus series de rotorrelieves circulares de cartón, representan a los auténticos precursores de aquellos reputados cineastas y videoartistas que a partir de los sesenta supieron hacer suyo aquel pensamiento deleuziano según el cual las imágenes subjetivas y objetivas pierden su diferencia e identidad a favor de un nuevo circuito donde son completamente desplazadas, se contaminan unas a otras o se descomponen y recomponen.

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Ese vínculo entre cine y pensamiento se forja en la máxima derrideana de que la imagen tiene siempre la última palabra, una idea que se apropia con habilidad del espíritu activo del espectador si desterramos el contexto de oscuridad e hipnosis que provoca la sala de cine y pensamos en el espacio de la galería y el museo, que desplaza la pantalla frontal única al espacio circundante, más heterogéneo, comprometiéndonos a otra manera de ver, más distanciada y crítica. Esa circunnavegación, ese vagar tridimensional del ojo por las paredes de un cubo blanco, no dejaría de ser hoy un logro relativo, si lo comparamos con la doble perspectiva del ya icónico Matrimonio Arnolfini (1434), de Jan van Eyck, que representa a los dos cónyuges que posan juntos de pie en un interior doméstico y dan la espalda a un espejo circular convexo que refleja en miniatura el otro lado de la habitación, lo que hace imposible que el espectador fije su atención en un solo punto de fuga. Como éste, la historia de la pintura occidental está plagada de ejemplos que engrandecieron el trabajo de los grandes experimentadores de la imagen en movimiento de la segunda mitad del siglo XX a la hora de elaborar sus ensayos cinematográficos, reportajes expandidos, found footages, falsos documentales o documentos autorreflexivos.

En el ámbito de la videocreación, las proyecciones topográficas de Dan Graham en Hélix/Spiral, las Spinning Spheres de Bruce Nauman, Tall ships de Gary Hill, Line describing a cone de Anthony McCall -una de las obras más impresionantes que exhibe estos días el Macba en su colección, al igual que las Other voices for a second sight de Vito Acconci-, Global Groove de Nam June Paik, o los más recientes de Bill Viola -The Quintet of Remembrance- y Douglas Gordon -Monument to X- han resultado ser cainitas para el cine, en expresión de Godard. Como venganza, son los estudiosos del séptimo arte quienes han demostrado saber acometer una labor analítica plagada de entusiasmo en torno a la videocreación actual, ya que la crítica de arte -y hablamos de España- salvo rarísima ave, carece de lenguaje y formación suficientes para emprender la tarea, a juzgar por la indigencia argumentativa de lo publicado en suplementos culturales y revistas.

Toda esta situación favorece

el interrogarse sobre el porqué de la no emancipación de los videocreadores en nuestro país. Porque es cierto que no se han ido de casa, papá institución no ha hecho más que darle la paga a los más vagos y pizpiretos mientras que los más preparados e imaginativos han pugnado por abrir nuevas vías a la sombra de algún padrino benefactor (es el caso de Sergio Prego, salido del Acconci Studio, o de Txomin Badiola, con Oteiza), aunque también habría que destacar la mirada tan personal de Jon Mikel Euba, Cabello & Carceller, Jordi Colomer o Nuria Canal.

Pero hoy la realidad es más sabia, porque nos promete una regresión. La decisión de Bartomeu Marí de llevar al pabellón de la Bienal de Venecia a quien es ya la tradición, la solvencia y la mirada crítica, Antoni Muntadas, puede resultar una manera digna de hacer tabula rasa entre tanta fantasmagoría desechable y subvencionada.

'La mesa de negociación' (1998), pieza de 'On translation', de Antoni Muntadas, presentada en 2002 en el Macba.
'La mesa de negociación' (1998), pieza de 'On translation', de Antoni Muntadas, presentada en 2002 en el Macba.

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