Uno a siete
Sólo nos queda el Athletic como origen de la alegría. Ni los más viejos de lugar recuerdan una hazaña como ésta en la UEFA. Normalmente, el Athletic en esa liga iba a padecer, iba de segurola a sostener resultados por la mínima que luego se truncaban en derrotas; sabíamos que era más capaz de dar el do de pecho con los equipos fuertes de la Liga española que no ante el Lieja. Felicitémonos por la victoria futbolística, rubricada ante el Zaragoza y el Mallorca, porque no hay otras muchas razones para hacerlo.
En ese mismo día que ganábamos al Lieja, Zaragoza recibía la nominación para organizar la Exposición Internacional. La más solidaria de las felicitaciones. El amigo Belloch, en sus tiempos juez en Bilbao, España es un pañuelo, como alcalde se tiraba una jota aragonesa de sabor patrio. Y entonces uno piensa que mientras nosotros nos enredamos, nos ensimismamos en planes hacia dentro, en sueños de futuro, en decidir el futuro, en independentzias inclusive, o amejoramientos estatutarios, que es como seguir fumando, pero light, nuestra centralidad económica, ya muy deteriorada en estos años de disparates redentistas durante la autonomía, se desplaza hacia Aragón.
Iremos a Zaragoza a vislumbrar el futuro, un futuro más relajado que el nuestro
Ya no somos ni la línea más importante ni emblemática de ferrocarril hacia Francia, por donde entraban las ideas, que decía Pérez Galdós, ni la carretera Nacional I, ni el centro de decisión desde Asturias a Aragón pasando por el norte de Castilla y La Rioja. Ahora el futuro va a pasar por Aragón, y nuestro AVE, la y vasca a ninguna parte, todavía un proyecto, se queda aislada, lejos e inexistente de todas partes, apartados de un centro económico y logístico que ya era Zaragoza y que se va a ver especialmente potenciado. Cierta envidia, sana envidia. Siempre nos quedará el Cupo para no tener que ver la dura realidad, que otros progresen para que nos paguen una parte a los vascos.
Nunca nos había gustado ir de remolones y caraduras a la taberna. La primera ronda la tenía que pagar uno de Bilbao, ¡será por dinero!, pero con los años estamos viviendo más del índice que en su día se alcanzó para calcular el Cupo y de los impuestos especiales de los demás que de nuestros logros económicos y de nuestro desarrollo. Esta decisión en fomento de Zaragoza, que está muy bien y que nos puede traer beneficios para Euskadi, no es como antes, que nosotros ejercíamos de motor. Ahora chupamos rueda económica. Rueda política no, porque tenemos el plan Ibarretxe, hasta que los catalanes nos saquen dos cuerpos a la hora de enarbolar disparates. Hasta en eso vamos a ser sobrepasados.
Tampoco Bilbao hubiera tenido suelo para organizar una exposición. En el colmo de la demagogia democrática, como si la Villa siguiera siendo el viejo enemigo liberal y masónico a derrotar, se resucitaron, lo que se llamó desanexión, los municipios periféricos para dejarla abochornada en su bochito. Hasta el cementerio lo tiene fuera, en Derio. Las posibilidades de lo que fue esta gran ciudad se las caparon con el primer Ayuntamiento democrático y nacionalista. Pero nos queda la Feria de Santo Tomás, esa colosal presencia en la Villa del ruralismo circundante con aires de Korrika en su folclorismo y entrada del Tercio Montejurra, donde los precios de un talo con txistorra, entre empujones y charcos de un inclemente cielo, parecen dignos del Maxims de París. Buenos capones para concurso, queso de Idiazabal y multitud de pancartas alusivas al conflicto, a la lucha y a los presos. Todo un gran ambientazo para regodearnos en la suerte que nos dio Dios de hacernos vascos.
Iremos a Zaragoza a vislumbrar el futuro, un futuro más relajado que el nuestro que siempre es dramático, aceptando que ya no somos lo que fuimos, quizás por mirar tan mal el futuro, asumiendo sin complejos nuestra inferioridad e incapacidades, producto, sin duda alguna, de nuestra prepotencia y endogamia.
Quizás ése pudiera ser el principio de nuestro cambio de mentalidad para enfrentarnos realmente al futuro. Un paseo por la Expo de Zaragoza puede alumbrarnos sobre lo que pudimos ser y no somos, que aquello era un pueblazo y mira cómo se está poniendo, y volvamos humildes a decidir de verdad nuestro devenir, el de los hombres y mujeres que aguantan aquí. Volvamos gritando desde las ventanillas del autobús, como los turolenses, que Bilbao existe, que tiene un equipo que le mete siete al Lieja. Menos mal.
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