Hijos de Frankenstein y Photoshop
Cuando la tecnociencia vino al mundo a mediados del siglo XVIII tardó poco en topar primero con sus irritados adversarios ludistas y luego con la escritora Mary Shelley, quien en su Frankenstein logró dar forma alegórica eficaz al desasosiego y los temores de gente cuyas vidas y creencias comenzaban a ser afectadas radicalmente por los "daños colaterales" causados por un progreso técnico que ya entonces parecía irrefrenable. Esos temores todavía siguen en pie. Ocurre simplemente que, como el Guadiana, aparecen o desaparecen de la superficie al dictado de los bruscos cambios de rumbo de la historia moderna. Y si hacen falta pruebas basta con citar la historia completa del cine dedicado al terror tecnológico que desde el primer Frankenstein hasta el último Terminator no ha hecho más que imaginar formas distintas de dar forma a esos miedos.
MONSTRUOS, FANTASMAS Y ALIENÍGENAS
Poéticas de la representación en la cibersociedad
Fundación Telefónica
Fuencarral, 3. Madrid
Hasta el 9 de enero de 2005
La exposición Monstruos, fantasmas y alienígenas, en la que se reúnen obras de nueve artistas, además del colectivo Trasnational Temps, vuelve sobre los mismos o parecidos temores, y con igual intención alegórica, aunque lo haga en un momento como el actual sobre el que se cierne de nuevo la amenaza de destrucción del planeta, causada esta vez por el efecto invernadero y el cambio climático que nos prometen un futuro tan enrarecido como la atmósfera de Los Ángeles anticipada por Ridley Scott en Blade Runner. También han cambiado notoriamente los medios técnicos de generación de imágenes que ahora son tan potentes y eficaces que han relegado a los museos los recursos utilizados hasta hace muy poco en el cine para la producción de efectos especiales.
De hecho esta exposición bien puede leerse como un catálogo de los medios y recursos puestos hoy a disposición de los artistas dedicados a las nuevas tecnologías. En ella hay fotografía digital, animación, morfing, programas interactivos, vídeo y videoproyecciones, utilizados aisladamente o mezclados en complejos montajes audiovisuales como el usado por Chris Cunningham para realizar All is full of love, un videoclip dedicado a Björk. Según José Ramón Alcalá, comisario de la exposición, el artista británico compuso una secuencia de frames que, en lugar de ser bidimensionales, poseen una profundidad soportada por varias imágenes superpuestas, unas reales y otras sintéticas, todas ellas retocadas una a una digitalmente y todas ellas montadas en planos con diferentes propiedades y transparencias. El resultado es el deslumbrante relato audiovisual del encuentro amoroso entre dos robots, uno de los cuales tiene el rostro modelado sobre el de la cantante islandesa. También es una bella declaración de optimismo tecnológico que contrasta abiertamente con el tono lúgubre de las obras de Aziz Cucher y Tony Ousler. Y sobre todo con las de Alexa Wright y Juan Urrios, que son aquellas en las que el terror a la técnica cede más evidentemente el paso a las técnicas de manipulación del mismo.
Alexa Wright presenta fotografías de la serie 'I' en la que ella misma se retrata posando en salones y estancias palaciegas. El horror lo pone el hecho de que en ellas aparece atrofiada o malformada, como si ella misma fuera una de las víctimas de Bhopal o del aceite de colza. Urrios también invoca el horror en la serie Ortopedia, componiendo retratos siniestros con los retazos de fotos de algunos de los peores criminales encerrados en la cárcel Modelo de Barcelona. ¿Se trata acaso de una evocación de la teoría de los tipos criminales de Lombroso cuya sombra alargada aún planea nuestra cultura?
Menos efectistas y sin em
bargo más inquietantes resultan en cambio las obras de Keith Cottingham y de Karin Sander. Cottingham enseña sus Ficticious Portrait, que son fotos hiperrealistas de un joven puramente imaginario. Y Sander, algunas de sus reproducciones escultóricas en miniatura de modelos realmente existentes. Ambos traen a cuento a su manera el tipo de inquietud en el que se mezclan las aprensiones causadas por la clonación humana en ciernes y el pánico ante el encuentro hipotético con un doble exacto de nosotros mismos.
El otro gran miedo, el miedo a que nuestra especie, tal y como proclama a voz en cuello el científico Kevin Warwick, sea relegada muy pronto por los ciborg es figurado por Marina Núñez por medio de grandes dibujos fantasmales en los que los hombres y las mujeres no somos más que apéndices de los satélites.
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