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Roberto Carlos quiere irse del Madrid

Molesto por ser suplente ante el Racing, el defensa exige al club romper el contrato

Roberto Carlos anunció al Madrid que su intención es marcharse ya mismo a otro club y solicitó que le dé facilidades para rescindir el contrato que renovó hasta 2007, con opción a otro año más, en junio pasado. Después de quedar relegado al banquillo por decisión de su entrenador, Mariano García Remón, el sábado pasado, en El Sardinero, ante el Racing, el brasileño se reunió con el director general deportivo del club, Emilio Butragueño, y le pidió la rescisión de su compromiso. Fuentes del Madrid admiten que no saben si la conducta del jugador es producto de un momento de cólera o de una decisión meditada.

Ver que Raúl Bravo, un canterano de poco caché, le quitaba el puesto frente al conjunto cántabro empujó al campeón del mundo con su selección en 2002 a considerar que su resistencia ha llegado a un límite. Fuentes relacionadas con las partes aseguran que Roberto Carlos planteó a Butragueño que ocho años defendiendo la misma camiseta es "demasiado tiempo". Desde su llegada al Madrid, en el verano de 1996, el defensa nunca había sido tan explícito como el sábado ni había pasado por una etapa tan pobre en su rendimiento. Hasta esta temporada, ya con 31 años, podía ufanarse de no haber calentado el banquillo nunca por razones técnicas. Siempre jugó, incluso lesionado. Pero García Remón, en Santander, consideró que Raúl Bravo estaba en mejores condiciones que él.

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La medida de García Remón, cuando aún no ha terminado 2004, amenazó con ser el inicio de una larga penumbra para el suramericano. Al verse sentado e inútil, Roberto Carlos vio prorrogado el calvario que vive desde septiembre, cuando su enfrentamiento con José Antonio Camacho, por entonces entrenador, le colocó en el cadalso de la afición por primera vez desde que juega en Chamartín. Hasta entonces había sido uno de sus ídolos indiscutibles.

A Roberto Carlos la hinchada no le perdonó sus reproches velados a Camacho en un momento en que el técnico pasaba por un trance difícil. No le perdonó que se revolviese precisamente contra quien en junio se había movilizado contra todos los estamentos ejecutivos del Madrid para renovarle el contrato. Porque, hasta que llegó Camacho, Roberto Carlos estaba fuera del Madrid. Terminaba su contrato en 2006 y en el club eran mayoría los que no le querían seguir viendo pasado el último verano. No respondía a las exigencias, ni a las técnicas ni a las humanas. Él mismo se había pasado todo el curso anterior, el 2003-04, avisando de su deseo de fichar por otro club, puesto que Florentino Pérez, el presidente, se negaba a renovarle hasta 2008 a cambio del salario que reclamaba. La coincidencia de intereses entre Roberto Carlos y el Madrid era, pues, perfecta hasta la llegada de Camacho. Pero éste logró que renovase su compromiso hasta 2007 con opción a una temporada más siempre y cuando jugase al menos 30 partidos en la 2005-06.

"Con su renovación", dijo Jorge Valdano, entonces director general del club, "el Madrid logra su aspiración de mantener en el equipo a uno de sus jugadores más emblemáticos hasta que acabe su carrera". Siete meses más tarde, Roberto Carlos exige una salida. En el interludio no le han ocurrido pocas desgracias. Primero, desautorizó a Camacho, su entrenador. Luego, Chamartín le pitó por primera vez, contra Osasuna. Y más tarde, en el Camp Nou, cometió un error decisivo que abrió el marcador para el Barcelona. No lleva ni un gol ni una asistencia en la Liga, en contra de lo que acostumbraba, y ahora García Remón, el sucesor de Camacho, le ha puesto en el banco de los suplentes. Todo eso, sin contar con un episodio trivial que dejó mucho que entrever: durante un partido, un periódico deportivo capturó para la posteridad la imagen de su voluminosa barriga. La barriga de un futbolista que no está en forma.

Roberto Carlos.
Roberto Carlos.REUTERS

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