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Las causas económicas de los apagones

El incendio de la subestación de Unión Fenosa en Madrid el jueves 18 de noviembre afectó prácticamente a la mitad de Madrid en algún momento y a unos 250.000 consumidores durante cerca de dieciocho horas. Cuatro días después, en la madrugada del 22 de noviembre, la subestación de Guillena dejaba durante hora y media sin luz a cerca de un millón de consumidores.

La responsabilidad directa de estos acontecimientos puede corresponder al fabricante de los equipos de transformación, a un hecho fortuito o de fuerza mayor, o ser achacable a las empresas que gestionan la red eléctrica, por no prever las posibles sobrecargas en estas zonas. Pero más allá de esta responsabilidad (que ya determinarán los técnicos en su momento) quisiera llamar la atención sobre las razones económicas, mas de fondo, que más que explicar cada incidente por separado son causa de los aumentos que en 2004 están sufriendo el tiempo de interrupción medio y la energía no suministrada, indicadores éstos del número y trascendencia de incidentes en la red. El primero ha crecido, en lo que va de año, el 75% y el segundo el 81%.

Los consumidores pagan lo mismo se conecten donde se conecten. La tarifa se diferencia por la potencia y por la interrumpibilidad

Aunque la economía, y en particular la economía de la regulación, no puede asegurar la ausencia total de incidentes en una red eléctrica, un diseño adecuado de tarifas e instituciones que determinen los precios, pueden ayudar a conseguir una red con una probabilidad de fallo menor y, en la que, si se producen apagones, sus efectos resulten suficientemente aislados, incidan sobre el menor número posible de consumidores y la recuperación de la tensión se realice en el menor tiempo posible.

Muchas decisiones económicas pueden reducir el coste de los incidentes en las redes eléctricas. Por ejemplo, reforzar la líneas, ampliar en número y calidad de las subestaciones, construir plantas de cogeneración, o el diseño y adopción de procesos industriales interrumpibles. Pero quizás la decisión más importante que afecta a la seguridad de una red eléctrica y al coste que provocan sus incidentes es dónde localizar las instalaciones de generación respecto a las grandes zonas o nodos de consumo y dónde invertir para mejorar las redes. Más que cuánto invertir es dónde hay que invertirlo.

Tradicionalmente las decisiones de localización eran decisiones públicas o reguladas, pero después de la Ley 54/98 de liberalización del sector eléctrico, son decisiones con un elevado componente descentralizado o libre. Dependen, sobre todo, de los incentivos económicos inherentes en los precios y las tarifas; no de la cantidad de dinero que paguemos a las empresas, sino, sobre todo, de a quién y cómo lo paguemos.

Las tarifas y los precios vigentes en España son los mismos en todos los puntos de la red eléctrica. No hay señales económicas que marquen unas localizaciones o unos tramos de red como mejores que otros. Las tarifas no indican ni a los consumidores ni a las empresas de generación de energía, dónde invertir para reducir la probabilidad, amplitud y duración de los fallos que se transmiten por la red de energía eléctrica.

En nuestro sistema, es cierto que los generadores que alivian problemas o restricciones en la red cobran mas que los que no que no lo hacen, pero los que se sitúan en zonas con demasiada generación no pagan unos costes mayores que los que se sitúan en zonas menos congestionadas. De hecho, los generadores no pagan nada por conectarse a la red, lo que convierte en una decisión bastante neutra económicamente, la localización de las plantas o instalaciones de generación. Los costes que provocan a los usuarios de la red, sin embargo, no son independientes de la localización.

Los distribuidores cobran unas tarifas que, en términos generales, son independientes de lo que invierten y de dónde lo invierten. Y la empresa transportista (Red Eléctrica de España) cobra por los costes estándares de sus inversiones reconocidas, pero no según las ventajas económicas de esas inversiones para los consumidores y generadores.

Los consumidores por último, pagan lo mismo, se conecten donde se conecten. Las tarifas se diferencian por la potencia y por la interrumpibilidad, pero no por el lugar en que se realice la conexión. Lo que pagan los consumidores, por tanto, se destina y reparte entre, transportistas, distribuidores y generadores con total ignorancia de la localización de unos y otros y de sus efectos sobre la red, sus congestiones, restricciones e incidencias.

En zonas como Madrid, Barcelona o la costa de Andalucía, el aumento de las puntas de demanda de estos últimos años ha estado muy por encima de la media peninsular. Sin embargo, en estas áreas no se han instalado nuevos generadores ni se han hecho ampliaciones en la transmisión de electricidad. Incluso hay una fuerte oposición social a la instalación de nueva generación o al tendido de nuevas redes. Cómo iba a ser de otra manera, si apenas hay ventajas para los consumidores cercanos a una planta de generación o a tramos descongestionados y no hay más que inconvenientes.

Todo esto no se arregla exclusivamente subiendo las tarifas. Con una tarifa única y con precios uniformes, acontecimientos como los ocurridos recientemente pueden ser cada vez mas frecuentes. Y, a medio y largo plazo, sólo hay una solución: que las tarifas y los precios únicos que hoy pagamos sean sustituidos por tarifas y precios que resulten diferentes según las zonas o nodos en los que se consume y genera la electricidad. Respecto a la media: los generadores que se sitúen cerca de las redes y de las zonas de consumo deben ganar más; los consumidores conectados en zonas con generación y sin restricciones deben pagar menos; los distribuidores con mayores y mejores instalaciones deben ganar más; la retribución de los tramos de transporte de REE que alivien restricciones y posibles incidentes debe ser mayor.

En valor agregado, los consumidores y generadores pueden pagar y cobrar lo mismo, pero su incidencia individual debería ser según los costes y beneficios asociados al lugar de la red a la que están conectados. Esto no es sencillo, pero en el resto del mundo hay sistemas eléctricos que llevan ya varios años practicándolo.

Miguel Ángel Lasheras es presidente de Intermoney Energía.

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