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Reportaje:REPORTAJE

Navidades cargadas de 'chips'

De siete a ocho, prohibido descansar. Todos los dependientes se colocan el chaleco verde, se acaban su botellita de agua y se preparan para lo peor. Las escaleras mecánicas descargan a borbotones padres y madres, de la mano de sus hijos. Aquí los hijos mandan. Pasan de los DVD, de los videojuegos, de la zona de teléfonos y se plantan delante de un muestrario de más de 60 aparatos, algunos de los cuales abultan menos que su precio. Ni para ver Las meninas hay tanto público.

Barbilampiño y con cara de inocente, Borja va soltando la letanía a todas las madres que se le acercan. "Si es de 128 megas caben unas 30 canciones; si es de 256, 60 canciones; si es de 512, unas 120...". Es el cuarto día de Borja como vendedor de la Fnac. Tiene 19 años y estudia electrónica. ¿Asustado? "Antes trabajé de camarero y de socorrista. En general, no me sorprende lo que me piden".

"Son casi niños y se llevan unos aparatos que cuestan más de 400 euros. Es un icono. Quieren el iPod y nada más. No sé de dónde sale tanto dinero"
Una señora pregunta si el televisor es de plasma o de cristal líquido. "Lo he aprendido en las tiendas, son como una escuela para gente mayor como yo"
Hace dos años, la cámara digital estándar llevaba un sensor de dos megapíxeles. El año pasado, la media era de tres. Hoy, las de cuatro son habituales
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Es la sección de los aparatos MP3, unos artilugios minúsculos, algunos del tamaño de un pastillero, que en su nimiedad almacenan decenas de canciones, que se reproducen, graban y vuelven a grabar desde el ordenador, y además tienen radio y grabador de voz. Los hay de todos los colores, tamaños y precios. Más de 60 modelos expuestos de una docena de marcas.

La madre, con vista de lince, elige un aparatito de 12 euros.

-¡Pero mamá, si sólo tiene radio!

A la mamá, haciendo de tripas corazón, le empieza a gustar uno de 30 euros.

-¡Ni hablar, sólo tiene 64 megas. No vale para nada! -replica la niña.

Desde el primer día de diciembre, el Fnac de la plaza de Catalunya, en Barcelona, ha notado la proximidad de las navidades. Especialmente la planta de software, hardware, imagen y sonido digitales. "Debemos estar entre los tres o cuatro centros que más facturan de España, con El Corte Inglés de la Castellana de Madrid y algún otro", dice Óscar, encargado de la planta.

Se encuentra estratégicamente enclavado, en zona turística, junto a la Rambla, y en la frontera de los barrios nobles y de los más populares. Recibe público de cualquier clase social, de cualquier país, y sin problemas con el dinero. No en Navidad. "El público es distinto. Más familiar. Llegan los padres con sus hijos, pero quien sabe de verdad lo que quieren son los hijos. Si vienen sólo el padre o la madre traen apuntado el nombre de lo que les han pedido o se van llenos de dudas".

La niña ha conseguido su MP3 de 256 megas, a costa de la madre, quien, con cara demudada, se ha dejado 89 euros. Empieza a cavilar si será buena cosa que el próximo trimestre saque buenas notas.

En la sección de Borja, el público se agolpa en dos esquinas: los del MP3, a un lado, y los de la cámara digital, al otro; unos son los de los megabytes, y los otros, los de los megapíxeles. Aquéllos más jóvenes que éstos. "El público de las cámaras se nota que no es la primera vez que compra una. Van directos y se fijan mucho en el diseño, el precio y sobre todo el tamaño de la pantalla", explica Borja, que cada cierto tiempo descansa del torbellino del MP3 y se pasa al público más tranquilo de la imagen. "Son mayores, también el gasto es mayor [no menos de 200 euros]".

En la parte de MP3, los jóvenes ni preguntan. Llegan, cogen un aparato ya empaquetado y se lo llevan. "Debemos reponer las tijeras de los expositores varias veces al día. Es el regalo estrella, aunque con un GPS también quedas como un campeón, ¿eh?", puntualiza Óscar.

Entre la parte de los bytes y la parte de los píxeles, zona de nadie. La nada absoluta. Nadie se para ante los preciosos estantes de los discman. Nadie se acerca a las grabadoras de minicasetes o a los transistores de pilas. En diez metros hemos cambiado de siglo.

En el sector de Mireia reina la calma. "Aquí el gasto medio es de 1.200 euros". Mireia, de 25 años, lleva tres en la sección de hardware, o sea, ordenadores, impresoras, pantallas planas, GPS... "En tres años ha cambiado todo y hemos cambiado todos. El comprador sabe más y el fabricante se lo ha puesto más fácil. Los manuales son mucho más reducidos".

Como el Sagrado Corazón

Cada tarde, Mireia vende una media de 15 ordenadores portátiles y prácticamente ningún ordenador de sobremesa. Definitivamente, los tiempos están cambiando.

Entre los portátiles de Mireia y las cámaras de Borja se alza la vitrina de los iPod. Se les exhibe como antiguamente al Sagrado Corazón, con candado, iluminación especial y hasta hornacina. Apenas 100 gramos de peso para almacenar 30.000 canciones o 25.000 fotos, según precio y volumen de los archivos. Un capricho de colores que llega a costar 529 euros. Para adorar al iPod no hay cola, pero quien se acerca es para pedir que le abran el sagrario. Quiere uno. "Van directos a la vitrina de los iPod. No quieren nada más", explica Alberto, un vendedor ya veterano. "Son casi niños y se llevan unos aparatos que valen más de 400 euros. Es un símbolo, un estatus, un icono. Quieren el iPod y nada más. No sé de dónde sale tanto dinero".

A las dos horas de estar allí te bailan los precios, te bailan los megas, te bailan las pantallas planas, que disparan "tres meses sin pagar", "tres meses sin pagar", "tres meses sin pagar". La pila de ajedreces electrónicos ha desaparecido; las ofertas de discos duros de Creative, también. Un padre se va jubiloso con un Hoher TOS8 DIV-X y un Gmini400 MP330, aunque quizá no sabe exactamente qué son.

Una torre de cajas amarillas se va quedando en nada. Son consolas de PS2. Como dice su propia publicidad, "igual que la PlayStation original, pero un 75% más pequeña". Vuelan. Se las llevan como si fueran cajas de galletas, como si la PlayStation original fuera del paleolítico y no de hace tres años escasos. Total, a 149,95 euros.

Televisores

Enfrente de este salón de la electrónica hay otro no menos imponente y catedralicio, un El Corte Inglés.

Una señora, Carmen, de un pueblecito de Tarragona, pregunta con mucha propiedad sobre los televisores de pantalla plana. Que si son de tecnología de plasma o de cristal líquido (LCD). "Lo he aprendido preguntando en las tiendas, son como una escuela para gente mayor como yo".

Carmen, que está casada, decidirá ella sola sobre qué televisor comprará. Es excepcional. A diferencia de los ordenadores o las cámaras, y si en la casa hay más de un habitante, los televisores los compra la pareja. "Además de una máquina es un mueble, y eso exige que guste a quienes tienen que toparse cada día con ella en el salón", comenta un vendedor de la casa que, como todos los que están en el mostrador, a costa de horas, es un sociólogo de los hábitos de consumo; extramuros de la academia, pero con mucha sociología.

Los televisores de tubo están siendo arrinconados. Apenas ocupan un 15% del espacio de exposición.

"Su declive empezó el año pasado, y básicamente es una cuestión de precio", comenta el responsable de la planta. Una pantalla plana de 15-17 pulgadas valía hace dos años entre 300.000 y 400.000 pesetas. Ahora las hay de 600, 800... 1.200 euros. Y el año próximo, los precios bajarán un 30%.

Por el momento, el plasma es para grandes pantallas y el LCD para las más pequeñas, y comprar una u otra "depende del tamaño del comedor". Para ver bien una televisión de 42 pulgadas, lo prudente es estar a cuatro metros.

Lo que todavía nadie pregunta es por la televisión interactiva o por su uso como terminal del ordenador. Los profetas informáticos llevan años predeciendo la convergencia del PC y el televisor, pero, por ahora, los clientes no la piden.

Otro detalle. Mientras que en el mundo del ordenador hay una considerable venta de máquinas ensambladas con marca local -los mal llamados clónicos-, en televisores el cliente es "muy marquista", las quiere con apellidos conocidos, que le suenen. Tampoco, salvo Carmen, hay todavía muchas preguntas sobre la televisión digital terrestre.

Aunque el televisor es un regalo menos estacional, por Navidad se vende un 30% del total del año. Y a diferencia de otros electrodomésticos digitales, quienes compran son los adultos de la casa.

Hay donde escoger. Desde un aparato de 63 pulgadas de 28.000 euros hasta uno de 15 pulgadas por unos 500 euros. Eso sí, planos.

Fotografía

Uno de los campos en donde las nuevas tecnologías han impuesto un cambio radical es en el de la fotografía. El progreso geométrico de las cámaras digitales en detrimento de las analógicas está más que consolidado. Tanto que han dado un empujón a mercados inéditos como el de las impresoras fotográficas, las tarjetas de memoria para almacenar fotografías, los programas de edición fotográfica, los laboratorios digitales y todos sus derivados. Quioscos de autoservicio, revelado en línea, álbumes familiares colgados en Internet, etcétera.

Si hace dos años la cámara digital estándar llevaba un sensor de dos megapíxeles (millones de píxeles), el año pasado la media era de tres y ahora ya se pueden considerar los de cuatro como normales, informa Antonio Espejo.

Pero no todo son los millones de píxeles. La velocidad de reacción al disparo, uno de los puntos más criticados, es cada vez más corta. Los programas internos de las cámaras digitales cada vez ofrecen más posibilidades. La corrección y calidad de los colores aumenta, al igual que la capacidad de almacenamiento. Y todo esto sin que existan unos crecimientos en el precio significativos.

La competencia es tal que este año ya han aparecido compactas digitales de consumo con sensores de siete y hasta ocho megapíxeles, algo que hace dos años sólo estaba al alcance de profesionales o de aficionados exquisitos y con un buen bolsillo.

Además, las cámaras no sólo están en las máquinas fotográficas o vídeos digitales. Las hay en las agendas electrónicas y en los teléfonos móviles, que no sólo sirven para hablar. Son despertadores, tocadiscos, consolas de juegos...

El español se gasta unos 100 euros en un móvil. Este año se venderán en España 15 millones. Ellos solos ya son todo un mundo en la galaxia digital. Lo móvil, por otra parte, se está imponiendo, y las máquinas se entienden cada vez más entre sí sin cables.

Pero los escapartes electrónicos ofrecen muchas otras tentaciones. Desde un aparato para medir la tensión hasta un DVD portátil para, por ejemplo, ver películas en el coche, si no lo lleva ya de fábrica.

Llaveros de memoria

Y justo antes de abandonar cualquier tienda, quizá al lado de la caja, un llavero de memoria.

Los disquetes también ya son un cacharro del pasado. Estos lápices digitales pueden albergar en una cajita minúscula 128, 256, 512 megas..., suficientes para guardar documentos, decenas de imágenes, etcétera.

El mismo concepto que los chicles junto a la caja del supermercado, aunque estos chicles sean de 40, 200, 1.000 euros. Son las golosinas de los megas, los bits, los píxeles y los gigas. Son las navidades de las chuches llenas de chips.

Un televisor de pantalla plana expuesto en unos grandes almacenes.
Un televisor de pantalla plana expuesto en unos grandes almacenes.JOAN SÁNCHEZ

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