Arte inabarcable y pasillos estrechos
Unas 17.500 personas han visitado el MNAC en las jornadas de puertas abiertas
Se notaba que la inauguración se había preparado con prisas. Lo reconocía el propio personal del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), que ayer celebró su segunda jornada de puertas abiertas. El recinto se ponía al fin a prueba, tras 18 años de obras, y no salió del todo airoso. El problema no fue el contenido, muy alabado por el público, sino el continente.
La estrechez de los accesos a las salas, pasillos ceñidísimos que tanto servían para entrar como para salir, provocó incomodidades y tapones insalvables que impedían circular con soltura. Algo sorprendente si se constata la superficie que ocupa el edificio: 45.000 metros cuadrados. Pues bien, la holgura sólo se podía disfrutar en el impresionante espacio de la Sala Oval. La causa de los atascos no se debía a una concurrencia masiva. Ninguna aglomeración obligó a restricciones en la entrada, ni se formaron colas. Eso sí, la afluencia fue más que satisfactoria. Ayer pasaron por allí 11.500 personas, según fuentes de la institución, muy repartidas durante todo el día. El viernes la cifra fue de 6.000 visitantes.
El público elogió las obras expuestas y lamentó la falta de un recorrido claro
Otra de las críticas más repetidas apuntaba a la dispersión del recorrido, muy laberíntico en algunos rincones. Los fondos del MNAC provienen de un buen número de donaciones privadas, de ahí que sea conocido ya como un "museo de colecciones". Estos legados deben exponerse conjuntamente, lo que rompe con demasiada frecuencia el discurso de fondo: una mirada al arte catalán desde el románico a la fotografía. La gente se perdía porque la ruta que seguir no era suficientemente clara. "¿Pero es que no hay visitas guiadas?", preguntaban. Pues no, no las había. Se optó por otra propuesta. Los guías glosaban tan sólo un par de obras representativas de cada periodo. Por ejemplo, el crucifijo románico de la Majestat Batlló. "Este Cristo crucificado es una talla de madera policromada, una de las características del arte románico. Está hecho con dos tipos de madera, de castaño y... No me acuerdo de la segunda. La conservación de la obra es muy buena", apuntó uno de los cicerones, quien recordó a los asistentes la peculiaridad fundacional del MNAC: "Esto es arte donado por el pueblo, no como otros museos formados por donaciones de reyes". El "pueblo" al que se refería comprende a mecenas como la baronesa Thyssen-Bornemisza.
Los asistentes asumieron pronto que el conjunto era inabarcable para recorrerlo en unas horas. "Para verlo bien se necesita un día entero o más. Seguro que me he perdido un montón de cosas", se lamentó una visitante. Realmente hay mucho que contemplar. Las obras de Canaletto, Velázquez, El Greco y la colección de arte moderno catalán fueron algunas de las estrellas de la jornada. Para dar vida al encuentro, los responsables del MNAC impulsaron una actividad original. Varios animadores narraban al público, con vehemencia teatral, los cuentos que les sugerían cuadros concretos. La migdiada, de Ramon Martí Alsina, obra realista influida por la pintura de Gustave Courbet, fue el acicate para que uno de ellos explicara una leyenda china.
Muchos visitantes acudieron a curiosear por el eco mediático de la inauguración. Algunos completaron sus compras navideñas en una tienda de recuerdos oportunamente abierta y de género dispar. Unos vasos de chupito (18 euros) y una camiseta estampada con motivos de arte románico (49,80 euros) son dos de los souvenirs que se pueden adquirir en el establecimiento.
El MNAC celebra hoy la última de las jornadas de puertas abiertas, entre las 10.00 y las 19.00 horas. Un servicio especial de autobús une el metro de la plaza de Espanya y el museo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.