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VISTO / OÍDO
Columna
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Salvar la democracia

Suelo remontar a Pericles la primera definición de derechos humanos. Hablaba ante los cadáveres atenienses muertos en una operación colonial y explicaba la igualdad en la pluralidad, el sentido de la democracia (según Tucidides; otros dicen que fue inhumano, y que entre las palabras y los hechos de un caudillo había gran distancia: como siempre). Desde entonces se están reclamando: nunca se han conseguido, y vivimos en una época que ha empezado a olvidarlos. Tiene mucha importancia que la cámara de los lores en Gran Bretaña rechace las leyes contra el terrorismo. "La verdadera amenaza para la vida en esta nación, en el sentido de un pueblo que vive de acuerdo con sus tradiciones y sus valores políticos, no viene del terrorismo, sino de leyes como esta", ha dicho Lord Hoffman. Y cree que el triunfo del terrorismo es hacer recular la democracia en países que tanto trabajo se dieron para implantarla.

Para él, Gran Bretaña no puede caer en la trampa de Guantánamo. Hecha en la base americana de la Isla de Cuba, ya sin derecho a mantenerla, la base no puede dar derechos humanos a sus habitantes, porque no los tiene: sólo los militares que ahora son guardianes de los prisioneros árabes, sin sumarios y sin abogados, apenas vistos por nadie y, cuando se les ve, son hombres desnudos con los ojos y los oídos vendados: la tortura cotidiana les priva de sus sentidos. La cárcel inglesa donde están los acusados de terrorismo sin juicio y sin defensa ante los interrogatorios es llamada Guantánamo.

Aquí estas cosas son difíciles de decir. Esto es: cuando alguien ha dicho, con respecto al terrorismo vasco y rodeado de todas las condenas justas a matar por política, y recordando que el peor delito de sangre es el político, que no se suspenden partidos cuyos reglamentos están autorizados y con representantes en las cámaras, que no se cierran periódicos aludiendo a cuestiones ajenas a lo que publican, ese alguien ha sido maltratado y a veces empobrecido, y hasta acusado de terrorismo.

Tampoco este país tiene la tradición de libertades de Gran Bretaña. La tradición de libertarios y librepensadores españoles es la de sus fusilamientos o el balazo en la cabeza. Y una República que quiso ser demócrata frente a unos enemigos que mintieron, la deshonraron y después la acusaron y la mataron: su eco se oye aún en la cámara demócrata española. Y sus modales, y sus violencias.

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