"Se me acaba el tiempo"
Simeone da por concluida su segunda etapa en el Atlético y asegura que no preguntó los motivos de su suplencia porque ya conoce "la respuesta"
"No quiero homenajes. Los homenajes son para los jugadores retirados. Yo no estoy retirado". Diego Pablo Simeone, cuello de la camisa levantado, rozando las mejillas morenas, enrojecidas, y vestido de negro de la cabeza a los pies, quiere seguir "jugando a la pelota". Pero en el Atlético nisiquiera puede gesticular desde el banquillo. "Me di cuenta de que no iba a jugar". César Ferrando, el entrenador del Atlético, no le convoca desde el encuentro de hace un mes contra el Zaragoza. Y al Cholo se le "acaba el tiempo". No puede "esperar" porque tiene 34 años. "Me queda poco, me tengo que tragar los sentimientos y el orgullo", dijo ayer en su despedida oficial del club. Se marcha al Racing de Avellaneda argentino. No volverá a vestir de rojiblanco. Ayer se despidió del Calderón comiendo en un restaurante argentino cercano.
"Me queda poco, me tengo que tragar los sentimientos y el orgullo"
Simeone habló con Miguel Ángel Gil, el consejero delegado de la entidad del Manzanares, la semana pasada y le pidió marcharse. Los dirigentes rojiblancos recordaron que el centrocampista regresó al Atlético hace dos años "perdonando dinero", también pesó la trayectoria del jugador, uno de los protagonistas del doblete de 1996 y le ofrecieron un año más de contrato si se quedaba. No aceptó y le dejaron irse como "deferencia por los servicios prestados". El veterano medio también habló el jueves pasado con Ferrando. Le dijo que se iba. "Nunca pedí explicaciones de porqué no juego, ya sé la respuesta", comentó el argentino. El técnico no intentó convencerle de que se quedara.
"El jugador que llevo dentro está vivo y yo lo escucho", describió Simeone, que expresó su dilema entre permanecer, "algo muy sencillo, entrenándome, sin más" y marcharse, aludiendo "al corazón y la cabeza". El corazón implicaba irse del club y "siempre hay que escuchar al corazón, aunque te equivoques, es lo que manda". El jugador describió el proceso de su adiós como "natural", sin corrientes subterráneas. Una historia sencilla: no juega y quiere jugar. El presidente del club argentino, Fernando Marín, le sigue desde hace tiempo. Le persigue. Le ha hecho una buena oferta. Le alaba, dice que está "como un toro". Y Simeone, en Madrid, languidece aparcado. Ni siquiera ha podido ejercer de líder del vestuario. Su influencia es limitada. Sólo anda con los otros jugadores argentinos. El año pasado no se aceptó su capitanía, impuesta por el entrenador, Gregorio Manzano, y le hizo daño. De hecho, en su despedida, el argentino ha mencionado a "la afición", pero no a sus compañeros. Sólo comentó su decisión a algunos.
La determinación de regresar a Argentina, con cuya selección tiene el récord de internacionalidades con 106, también tiene un tinte sentimental. "Es un club de sufrimiento, como el Atlético", dice Simeone con una sonrisa, como si el sufrimiento fuera un valor positivo, un motivo extra para querer a un club. De niño era "hincha de Racing" porque su padre le llevaba al estadio "con ocho o nueve años". En el campo, "como todos los chicos miraba más a la tribuna que al juego, y me impresionó". También recuerda que de niño consiguió entrar al vestuario del equipo para que le firmasen una bandera.
Simeone, según el presidente rojiblanco, Enrique Cerezo, tiene las puertas abiertas para regresar. "Se lo recordaré dentro de un tiempo", bromeó el argentino que está haciendo el curso de entrenador con Germán Burgos. El próximo domingo, antes del choque contra el Deportivo, recibirá la insignia de oro y diamantes del club. Volverá entonces a retumbar en el Calderón uno de sus gritos de guerra favoritos: "¡Ole, ole, ole, Cholo Simeone!".
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