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Adiós al Gran Hotel de Salamanca

Por sus salones se han deslizado y han dormido en sus habitaciones desde jefes de Estado hasta personajes como Ava Gardner, Orson Welles, Burt Lancaster o Sophia Loren. Pero el Gran Hotel de Salamanca ha pasado a la historia porque ha cerrado sus puertas, tras haber acogido hasta el miércoles a los últimos clientes. El destino probable de ese edificio situado en el corazón de la ciudad, al lado de la plaza Mayor, será convertirse en bloque de viviendas de lujo. El destino futuro se decidirá en el juzgado, ya que son dos las propuestas empresariales que se disputan la legitimidad del contrato de compra del inmueble. A lo largo de su recorrido durante 75 años, el Gran Hotel ha tenido dos propietarios: la familia Fernández de Trocóniz, que lo construyó en 1928, y el empresario Francisco Gil, que lo compró en los años setenta. Ha sido el hotel de referencia y distinción en la ciudad durante muchos años, aunque, sobre todo, ha destacado porque en sus habitaciones y salones encontró acomodo el peculiar mundillo taurino, intenso en tierra de toros. También resultó peculiar el zumbido que acogió durante la etapa de la Guerra Civil española en que Salamanca fue sede del cuartel general de Franco. Aunque, quizá, la situación más llamativa, por chocante, la protagonizó en 1986 el autotitulado papa Clemente, cuando él y sus obispos tendieron la ropa interior en una de las ventanas de la fachada principal hacia la plaza Mayor. El último cliente ha sido el empresario ceutí de origen indio Dayal Badammal, que cuando conoció el cierre decidió reservar habitación en la jornada final al tiempo que visitaba a su hijo estudiante en la Universidad salmantina.

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