Esteve y Ponce atacan de nuevo
Esteve y Ponce, que ahora cuentan con otras colaboraciones, hace mucho tiempo que andan por ahí haciendo reír al espectador con sus disparatadas ocurrencias, que tienen tanto que ver con el teatro de texto fragmentado en escenas breves como con una gestualidad que a veces lo desmiente. Acostumbran a tratar la actualidad según unos criterios como de picaflores, de manera que más que textos teatrales en sentido estricto hacen retazos susceptibles de muy diversas interpretaciones.
Hay que decir que una de las claves de su éxito es el entusiasmo. Un entusiasmo que hay que entender en su sentido primigenio, como es la capacidad de poner en juego una enorme energía para ensalzar los acontecimientos más banales. Tienen, por eso, algo del Beckett de Molloy, en el sentido de elaborar sofisticadas estrategias para afrontar problemas de apariencia más bien ridícula (lo que algo dice sobre la estupidez congénita de tanta conducta humana), pero también de la época dorada del cine mudo y, sobre todo, de una propensión al absurdo del clown que desdeña toda reflexión trascendente, o ascendente, o descendente, da lo mismo. Y todo sin sufrir jamás la tentación del desaliento.
Rip, Rip, hurra
De Rafael Ponce, por Esteve y Ponce. Intérpretes, Gerardo Esteve, Lorena López, Rafael Ponce. Iluminación, Alejandro Sánchez. Vestuario, Esteve y Ponce. Espacio escénico y dirección, Rafael Ponce. L´Altre Espai (Antiguo Espai Moma). Valencia.
Claves de cine mudo
¿Vale la pena criticar todo esto? Basta con observarlo, y apreciar sus numerosos aciertos, y a veces todo lo contrario, sin necesidad de ponerse demasiado serios. La referencia a las claves del cine mudo se acompaña muchas veces de una palabrería dislocada que a su vez se acompaña de la gestualidad que la desmiente o la confirma, según convenga, de manera que Esteve y Ponce, sin desmerecer la apoyatura del gesto, han reinventado un género que parecía agonizante y que, a su manera, revitalizan.
Se trata del non sense, aunque ese recurso central albergue en ocasiones más de un zarpazo inesperado. En esta ocasión, a cuenta de las relaciones de tres amigos seriamente enfermos que desean ser enterrados en tumbas consecutivas, aunque ese apunte es sólo un pretexto para ofrecer una serie de situaciones dislocadas, entre el musical y un texto que a veces parece dadaísta, más que absurdo.
En cualquier caso, la acumulación de ocurrencias (unas más afortunadas que otras) resulta algo deslavazada, y coexisten los momentos brillantes con los prescindibles. Lorena López, nuevo fichaje de la compañía de Esteve y Ponce, tiene una notable presencia escénica.
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