_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Campos semánticos

El Ayuntamiento de Burlada va a valorar con un 5% el uso de lenguaje no sexista en las pruebas de acceso a un puesto de trabajo y en contratos para la gestión de servicios públicos. En el artefacto legal se amontonan recomendaciones razonables, pero inviables al cien por cien (evitar el uso del masculino como genérico); desviaciones semánticas (no es lo mismo decir siempre "los niños" que "la infancia"); y nítidas aberraciones ortográficas (la famosa barrita niños/as). La prensa nada dice de la arroba (¿lo dirá la ordenanza?) pero, ya metidos en gastos, hay que temer lo peor.

Las medidas adoptadas en el pueblo navarro pueden generar tal cúmulo de contradicciones que exigiría una tesis doctoral. Una jurista argumenta que "no atentan contra el principio de capacidad". ¿No atenta contra el principio de capacidad premiar la ignorancia de la lengua oficial? ¿Debe penarse a ciudadanos cuerdos que se resistan a escribir ciudadanos/as cuerdos/as o ciudadan@s cuerd@s? ¿Hay que resignarse al fascismo lingüístico? ¿Cómo aplicar adjetivos a la diaria letanía de vascos y vascas, navarros y navarras, sin hacer de la lengua una longaniza?

No merecerían ninguna clase de promoción pública personas o empresas que airearan términos o expresiones que discriminaran por razón del sexo (hay que suponer que tampoco por ningún otro criterio), pero el lenguaje administrativo, en sí mismo, no se presta a ello, ni da oportunidad para usar palabras malsonantes o enunciados sexistas. Esos serían los usos sancionables, pero parece difícil, en la presentación de una oferta para un concurso público o en la redacción de un examen de Derecho, que algún imbécil viera ocasión de expresar cosas parecidas. El decretazo lingüístico, al final, no proscribirá ideas machistas, sino preceptos gramaticales.

Los apóstoles del lenguaje no sexista consideran la existencia de una conspiración inmemorial y planetaria dirigida a denigrar a la mujer y a algunas torturadas minorías. Lo que no alcanzan a comprender es que todo el diccionario es connotativo, un producto de siglos, un sedimento que enriquece las lenguas y en modo alguno las constriñe. Se puede operar sobre él aportando nuevos conceptos, pero no eliminando los que existen. Es necesario oponerse a las ideas machistas (el propio concepto machismo es una saludable aportación semántica de nuestro tiempo), pero aniquilar palabras o conceptos es un espantoso ejemplo de ablación mental. Quienes muestran tan exquisito celo inquisitorial no recuerdan la connotación peyorativa de, por acudir a otro campo semántico, meapilas, frailuno, beato o jesuita. Y no lo hacen porque su sensibilidad, como todas las sensibilidades ideológicas, es parcial y busca hacer del lenguaje un uso ventajista. Toda connotación es un enriquecimiento de la lengua, una herramienta más en su aptitud para ser exacto. "Jesuita", en su segunda acepción académica, es hipócrita, taimado, pero quien dice jesuita, en vez de impostor, proporciona un exquisito matiz. No todo impostor, al fin y al cabo, tiene modos jesuíticos. Y defender esa connotación peyorativa del jesuitismo nada tiene que ver, por cierto, con la consideración que uno tenga de la Compañía de Jesús, la cual vuelve a demostrar la solidez doctrinal de sus cinco siglos de existencia al no malgastar ni un solo minuto en estas tonterías.

La literatura aún vive a salvo de estos burócratas, pero sé que viviré para ver la reaparición de los censores. Por cierto, si la normativa de Burlada se extiende a toda la actividad municipal, ¿qué ocurrirá al convocarse un concurso literario? ¿Habrá que proscribir a los personajes que utilicen palabras disonantes o sostengan ideas perniciosas? Mejor harían los poderes públicos en garantizar los derechos de esas mujeres apaleadas por subproductos masculinos, obligar al pago de pensiones sistemáticamente incumplidas o asegurar la efectividad de las órdenes de alejamiento. Mutilar el lenguaje puede tranquilizar algunas conciencias, pero tengan la decencia de no imponer tales sedantes a conciencias menos elementales que las suyas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_