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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Bernardo de Lippe-Biesterfeld, padre de la reina Beatriz de Holanda

Isabel Ferrer

Bernardo Leopoldo Federico de Lippe-Biesterfeld, conde de Lippe, esposo de la antigua reina Juliana de Holanda y padre de la actual soberana, Beatriz, falleció anoche a los 93 años a causa de un cáncer de pulmón. Su salud se había deteriorado mucho en las últimas semanas y la reina Beatriz estuvo con él hasta el último momento. Su esposa, que permaneció en el trono entre 1948 y 1980, murió el pasado 20 de marzo. A pesar de su quebrantada salud, el príncipe Bernardo acudió al funeral apoyándose en sus otras tres hijas, las princesas Margarita, Irene y María Cristina. Desde entonces residía solo en el palacio de Soestdijk. Elegante y con un punto coqueto, no dejó nunca de ponerse un clavel en el ojal.

Originario de Jena (Alemania), estudió en Múnich y Berlín y conoció a la princesa heredera Juliana en 1936 en los Juegos Olímpicos celebrados en la localidad germana de Garmisch Partemkirchen. Él era entonces un joven apuesto que había residido en París. Ella era una muchacha tímida, aunque de gran carácter, que se dejó aconsejar por un novio al que adoraba y volvió del viaje de bodas convertida en una gran dama.

Respetado en su patria de adopción, el príncipe Bernardo estuvo presente en 1945 en el acto de capitulación de las fuerzas de ocupación alemanas. Si la guerra supuso un periodo tan terrible como inolvidable para toda su generación, siempre decía que el año más memorable de su vida fue 1944. Fue el momento del desembarco de las tropas aliadas en Normandía y él, que había sido nombrado por su suegra, la entonces reina Guillermina, comandante del Ejército holandés, siguió de cerca la operación militar de mayor envergadura emprendida hasta entonces en Europa. Guillermina quería que fuera comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, pero el general norteamericano Eisenhower no consideró oportuno que un príncipe con otras obligaciones constitucionales dirigiera a los soldados.

Nombrado después de la guerra mariscal honorario por las Fuerzas Aéreas británicas e inspector general del Ejército holandés, su prominente carrera militar frenó en seco en 1976 al destaparse el caso Lockeed. El príncipe aceptó un millón de dólares de dicha empresa estadounidense de aviación a cambio de informar favorablemente al Parlamento de La Haya sobre la compra de sus aparatos. El Gobierno holandés calificó el hecho de soborno y Bernardo fue relevado de todas sus responsabilidades. La reina Juliana, que había apoyado la creación de una comisión de investigación y siempre le había defendido, se ofreció a abdicar. El Parlamento sólo aceptó apartar al príncipe de su actividad como enviado especial en misiones comerciales del Gobierno. Su caída en desgracia influyó mucho en la falta de atribuciones padecida luego por su yerno, el príncipe Claus, esposo de la reina Beatriz. Bernardo fue rehabilitado en público en los años ochenta por el entonces primer ministro democristiano, Ruud Lubbers, que le permitió volver a vestir los uniformes que los Gobiernos anteriores le habían quitado.

Leal a sus amigos, en especial los que hizo durante la guerra, Bernardo de Holanda evitó una crisis constitucional en los años cincuenta. Cuando la sanadora Greet Hofmans convenció a la reina Juliana de que podría curar la vista de la princesa Cristina y acabó influyendo políticamente en la jefa del Estado, Bernardo le dijo a su esposa: "O se va ella o yo". Juliana cedió. El príncipe estaba muy orgulloso de haber fundado en 1961, junto con Felipe de Edimburgo, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).

El príncipe Bernardo.
El príncipe Bernardo.EPA

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